EMPEZAMOS a filmar en 1907. Entre 1916 y 1931 se hicieron ochenta películas de argumento y centenares de documentales y noticiarios. Echemos una mirada a esa época memorable por muchos conceptos; veamos la realidad del presente y auscultemos el futuro, deseando no nos quedemos sólo con el viento, con las manos extendidas y la mirada perdida en el vacío…
RETROSPECTIVA POR MARIO GODOY QUEZADA
Cine chileno: ¡linda expresión para quienes saben de su historia bastante esplendorosa, que nos sume en un mar de recuerdos! Para quienes la desconocen, vayan estas añoranzas, que si bien es cierto pueden perder un poco de calor humano al extraerlas de un archivo, responden en todo caso a la exactitud histórica de los hechos. De ellos se ha descartada todo lo que se exponga a ser alterado por la no muy siempre leal memoria, de cuyas jugadas desconfiamos.
El primer rollo de celuloide impreso en Chile mostró los diferentes aspectos de la tradicional Exposición de Animales de la Quinta Normal de 1907. Las informaciones de prensa de la época no dan a conocer el nombre del primer camarógrafo de nuestro cine. Después de este debut, las exposiciones de la Quinta, la Parada Militar del 19 de septiembre en el Parque Cousiño y algunas costumbres santiaguinas. como la asistencia a misa, por ejemplo, se hicieron familiares. En 1910, don Julio Chenevey y Arturo Larraín Lecaros se lanzan a la producción de noticiarios, convirtiendo la actividad en una industria, la que se afianzó sólidamente desde allí hasta 1916, año en que Salvador Giambastiani, cinematografista italiano que había llegado desde Buenos Aires un año antes, filma la primera película de argumento de aliento, titulada «La Baraja de la Muerte«, basada en un crimen que conmovió hondamente a la opinión pública por sus ribetes novelescos. Decimos primer film argumentado de aliento, porque, en honor a la minuciosidad histórica, debíamos consignar un ensayo que estrenó el profesor Adolfo Urzúa Rozas sobre la vida de Manuel Rodríguez como el primer film argumentado hecho en el país.
80 TITULOS EN QUINCE AÑOS
Desde «La Baraja de la Muerte«, de 1916, hasta «Patrulla de Avanzada«, estrenada en Santiago en 1931, 80 títulos desfilaron por las pantallas nacionales, aparte de centenares de noticiarios y una infinidad de documentales de largo metraje, entre los que sobresalen «El Mineral de El Teniente«, de Giambastiani; «Tacna y Arica«, de la cineasta argentina Renée Oro; «De la carreta al autobús», de Borcosque; «La Isla de Pascua», de Gregorio Pardo, y “El Cuarto Centenario de Magallanes», realizado por José Bohr en 1920.
En esa época del «Cielito Lindo», políticos, periodistas, escritores, militares y altas figuras de la sociedad se dejaron dirigir por los directores cinematográficos, que, a falta de recursos, se veían obligados a desempeñarse como verdaderos hombres-orquestas. Dirigían, escribían el argumento y manejaban la cámara.
EL DIVORCIO, LA USURPACIÓN DE TIERRAS Y EL ALCOHOLISMO: CINE SOCIAL
En la temática del cine chileno mudo no está ausente el aspecto social. Dentro de los títulos que subieron a las carteleras santiaguinas entre el 16 y el 31, los estragos provocados por el alcoholismo en el pueblo aparecen en una producción, seria en su realización, cuyo título era «Uno de abajo«. El problema del divorcio fue analizado, a través de un argumento escrito por Eduardo Pérez Calderón, en 1925, para la película «La ley fatal«, que él mismo dirigiera. Se filmaron escenas en los Tribunales de Justicia y en la Casa de Orates. Pero donde el dramatismo de nuestro cine llega a su punto culminante, atropellando intereses y prejuicios ya superados, es en «La agonía de Arauco«, la primera película en el mundo que fuera dirigida por una mujer. Versó sobre el despojo de que se hacía víctimas a los indios del sur. El espectador vio, hondamente conmovido cómo se alejaba del que fuera su hogar un indígena amargamente resignado. En ese momento la escena es reemplazada por el clásico letrero, que ayudaba a ser compresible al cine mudo, con las palabras de su conciencia, que llama a rebelarse: «Oye, tú. ¿Dónde vas? Primero quema la ruca. No les dejes nada a los «huincas»…» Vuelve, y sólo se aleja cuando la ruca está en llamas. El argumento lo escribió Gabriela Bussenius, la directora.
Estas y otras películas demuestran que en el pasado hubo quienes trataron de crear obras de envergadura, destacando los problemas nacionales. Ellas, junto a las comedias de buena calidad técnica y artística que produjeron Esteban Artuffo, Carlos Cariola, Nicanor de la Sotta y Salvador Giambastiani; las de aventuras que filmara Carlos Borcosque con Luis Vicentini, a quien hacía saltar desde lo alto del Teatro Esmeralda, para una escena de «Diablo fuerte«, en que debía huir de la policía, pues se le acusaba de un crimen que no había cometido, y las de carácter histórico de Sienna y Coke, nos ponen frente a una evidencia indiscutible : el cine chileno existió en la época muda. Fue una realidad tangible. Hubo inquietud por hacer cosas buenas. Las obras de Giambastiani, Nicanor de la Sotta, Coke, Sienna, Bohr, Rojas Castro. Borcosque y Pérez Berrocal lo confirman.
EN PROVINCIAS TAMBIÉN FILMARON PELÍCULAS
Y al escudriñar a fondo el pasado lleno de colorido, que muchos de los que le dieron vida con sus esfuerzos añoran con nostalgia, nos encontraremos con que en las provincias también surgieron hombres que se sintieron embrujados por la locura del cine. Salió esta inquietud nueva del gran Santiago, que en aquella época era una gran aldea, e invadió el exterior, dando oportunidad a los habitantes de Punta Arenas, Valdivia. Concepción, Valparaíso, La Serena, Antofagasta e Iquique de ver cómo sus ciudades servían de escenarios a quienes las perpetuaban en rollos de celuloide, que después, como un agente viajero, salían a recorrer las pantallas del país. Si alguien, por lo demás, no se explicaba las actividades de quien con un negro armatoste enfocaba los sitios más novedosos de su tierra natal, pronto era informado por la prensa, que empezaba a hablar de los técnicos experimentados en «la toma de vistas cinematográficas», que, invocando el regionalismo, daban a conocer sus propósitos de implantar el negocio de las películas teniendo como base los temas locales.
Entretanto, Antonio Moreno desbordaba los «biógrafos» con sus increíbles aventuras. Los niños esperaban con impaciencia la llegada del domingo, para ir a ver cómo, en abierta competencia con Eddie Polo, se jugaba la vida, arrostrando todos los peligros por salvar a la «niña»…
EN 1919, PUNTA ARENAS
Al empezar por Punta Arenas, nos encontraremos con que en la ciudad más austral del mundo se hizo cine en 1919. En efecto, en ese año un joven llamado José Bohr realiza cuatro películas de largo metraje y varios noticiarlos. La primera se tituló «Como por un tubo», y fue protagonizada por Nicanor Molinare y Conchita Buxon. Los tres, posteriormente, con el correr de los años, descollaron en las actividades teatrales y cinematográficas. Surgen también por aquella misma fecha, en Valdivia, los hermanos Bruno y Arnulfo Valck, propietarios de un taller fotográfico. Se dedicaron primero a la confección de cintas documentales, entre las que se recuerda una sobre el terremoto de Villarrica. Después se trasladaron a la capital, y emprendieron la filmación de obras argumentadas. Entre las que se destacaron por su calidad podemos recordar «Nobleza araucana«.
CINE EN CONCEPCIÓN
Siguiendo por la ruta hacia el norte, encontramos en 1925, en Concepción, a Juan Pérez Berrocal, que en 1920 había debutado en el cine interpretando al bandido Neira en «Manuel Rodríguez«, actuando junto a Arturo Bührle, su esposa Elena Puelma y su hijita, la hoy popular Mariíta Bührle, en «Aventuras de Juan Penco Boxeador» y «Mater dolorosa«. Posteriormente realizó en otras ciudades una intensa labor. Para trasladarnos a Valparaíso necesitaremos retroceder en el tiempo. En 1917 nos encontraremos con que la compañía teatral de los argentinos Arturo Mario y María Padín, que en Argentina habían cosechado aplausos interpretando la película «Nobleza gaucha», se asocian a los cronistas del diario “La Unión», entre los que figuraban Carlos Justiniano, después precursor de la radiotelefonía nacional, y Egidio Poblete, que escribió el argumento de “La Avenida de las Acacias«, y se lanzan a la aventura de producir películas. Pero como el hecho de haber convertido en «flamantes productores cinematográficos” a toda la planta de redactores del mencionado rotativo no fue suficiente para reunir el capital, debió ingresar a la sociedad la casa de artículos fotográficos Hans Frey, la que pasó a denominarse «Hans Frey Films». Cuatro películas realizaron entre 1917 y 1920. La fatalidad se hizo presente en la progresista empresa cuando un incendio arrasó con todas las instalaciones. De todas maneras, sin desmayo, se embarcaron en la fascinante tarea de hacer del cine nacional una realidad otros hombres; usando como telón de fondo los cerros del Puerto, rodaron catorce películas más, hasta el año 27.
UN DIPLOMÁTICO CINEASTA
En Antofagasta, la asoleada ciudad del oro blanco, el cine nacional saca la cabeza en 1926, cuando Edmundo Fuenzalida, que posteriormente fue periodista, diputado en varios períodos y actual Embajador en Montevideo, inicia la filmación de una serie de películas para el sello Vita Films. La primera se tituló «Bajo dos banderas». Es aquí donde un año después se rodó posiblemente la película más mala jamás hecha en Chile, porque, dicho sea de paso, hay que dejar en claro en honor a la verdad que no todas las cosas que se hicieron fueron superproducciones… También se crearon algunas mediocridades. El realizador felizmente fue un señor que después, convencido de que ése no era su camino, abandonó el cine. Fue el propio intendente de la provincia quien se encargó, por intermedio de la prensa, de recomendar no verla. «El Mercurio» de esa ciudad, por su parte, agregó: «Por el prestigio de Antofagasta sería de desear que esta cinta no saliera de la provincia». Se titulaba «En la ciudad del oro blanco». Arte Luz era el sello productor. A pesar de todo, siempre hubo gente que la fue a ver. Quería apreciar personalmente hasta qué punto era mala. El episodio, en todo caso, sirve para demostrar que cuando se hacía algo muy malo…, las propias autoridades se encargaban de desacreditarlo con su descrédito.
Plácido Martin, que es el que ha participado en mayor número de películas, pues incluyendo las sonoras alcanzan a 24, interpretó en 1928, en La Serena, un drama titulado «La señal de la cruz«. En la trama debía perseguir a un forajido que había intentado abusar de su hermana. Siguiendo hacia la última ciudad en la cual funcionaron las cámaras criollas, Iquique, encontraremos al Chilote Campos estrenando «Justicia del desierto«, para la Iquique Films, teniendo como principal figura femenina a María Llopart. Esta es, a grandes rasgos, la producción en provincias, que alcanzó la cifra de 32 títulos argumentados. Sumados a los 46 puestos en cartelera en Santiago, hacen un total de ochenta, apreciable cantidad si tomamos en cuenta que en ella no entran cientos de documentales o noticiarios. Ello colocó al cine nacional a la cabeza de la producción sudamericana si tomamos en cuenta las proporciones en población, salas de exhibición, etcétera.
EL CINE SONORO: 1934 A 1965
(ARGUMENTO Y LARGO METRAJE)
«Norte y Sur» fue la primera película sonora hecha en Chile. Le corresponde al infatigable Jorge Délano (Coke) transpasar la barrera del sonido en Chile al estrenar «Norte y Sur» en 1934, protagonizada por Alejandro Flores, Hilda Sour y Guillermo Yánquez,
Echemos un vistazo relámpago a lo estrenado desde esa fecha:
1938: «El Hechizo del Trigal», Eugenio de Liguoro.
1939: «Hombres del Sur», Juan Pérez Berrocal. «Dos Corazones y una Tonada», Carlos García Huidobro.
1940: «Entre Gallos y Medianoche», Eugenio de Liguoro. «Escándalo», Jorge Délano. «Las Apariencias Engañan», Víctor Alvarez.
1941: «Barrio Azul», René Olivares. «Amanecer de Esperanzas», Miguel Frank. «La Chica del Crillón», Jorge Délano. «Verdejo Gasta un Millón», Eugenio de Liguoro. «Bar Antofagasta», Carlos García Huidobro.
1942: «Un Hombre de la Calle», Eugenio de Liguoro. «Nada más que Amor», Patricio Kaulen, «Verdejo Gobierna en Villaflor», Pablo Petrowitsch. «P’al otro Lao», José Bohr.
1943: «Árbol Viejo», Isidoro Navarro. «Tú eres mi Marido», Eugenio de Liguoro. «El Relegado de Pichintún», José Bohr.
1944: «Flor del Carmen», José Bohr. «Hoy Comienza mi Vida», Eugenio de Liguoro. «Romance de Medio Siglo», Luis Moglia Barth. «Bajo un Cielo de Gloria», José Bohr. «Hollywood es Así», Jorge Délano.
1945: «La Amarga Verdad», Carlos Borcosque. «Un Hombre Cayó al Rio», Eugenio de Liguoro. «La Casa está Vacía», Carlos Schlieper. «Cita con el Destino», Miguel Frank. «Casamiento por Poder”, José Bohr. «Dos Caldos de la Luna», Engento de Liguoro.
1946: «El Padre Pitillo», Roberto de Ribón. «Memorias de un Chofer de Taxi», Eugenio de Liguoro. «La Dama de la Muerte». Carlos Hugo Christensen. «Música en tu corazón», Miguel Frank. «El Diamante del Maharajá». Roberto de Ribón. «El Hombre que se Llevaron», Jorge Délano. «Sueña, mi Amor», Eugenio de Liguoro.
1947: «La Dama de las Camelias», José Bohr. «Encrucijada», Patricio Kaulen. «La Vida de María Vidal», René Olivares. «El Amor que Pasa», José Bohr. «El Guapo», Mario Lugones. «SI mis Campos Hablaran», José Bohr. «Yo Vendo unos Ojos Negros», José Rodríguez.
1948: «Tonto Pillo», José Bohr. «Mis Espuelas de Plata», José Bohr. «La Mano del Muertito», José Bohr.
1949: «La Cadena Infinita». José Bohr. «El Paso Maldito», Fred Matter. «Esperanza» (tuvo dos directores: Francisco Mujica y Eduardo Boneo).
1950: “Rio Abajo». Miguel Frank. «La Hechizada». Alejo Alvarez.
1951: «Surco de Sangre». Hugo del Carril. «El Ultimo Galope», Luis A. Morales. «Uno que ha sido Marino», José Bohr.
1952: «La Rosita del Cachapoal», Enrique Soto. «El Ídolo», Pierre Chenal.
1954: «Confesión al Amanecer», Pierre Chenal. «Llampo de Sangre», Enrique Vico.
1955: «El Gran Circo Chamorro», José Bohr.
1956: «Cabo de Hornos», Tito Davison.
1957: «Tres Miradas a la Calle», Naum Kramarenco.
1959: «La Caleta Olvidada», Bruno Gebel.
1960: «Un Viaje a Santiago», Hernán Correa.
1961: «Deja que los Perros Ladren», Naum Kramarenco.
1962: «Un Chileno en España», José Bohr. «El Cuerpo y la Sangre», Rafael Sánchez.
Termina esta lista con «El Burócrata González», dirigida por Tito Davison y estrenada en 1964. En 1965, otra vez Tito Davison se lanza con «El Candidato González», y Enrique Campos produce «Sólo el Viento», que dirige Julio del Río.
A través de estos títulos se puede apreciar la importante labor que les cupo cumplir a Eugenio de Liguoro, Jorge Délano y José Bohr. Borcosque filmó una película y no volvió más. Seguramente se molestó ante las críticas que recibió, en el sentido de que su película «La Amarga Verdad» no representaba a Chile, a pesar de haber sido su tema. Es un error creer que la chilenidad consiste en cantar tonadas y bailar cuecas solamente.
Tito Davison, que sólo ha filmado dos películas entre nosotros, puede desarrollar una gran labor en el futuro. Tiene aquí los elementos suficientes. Ojalá que Borcosque lo imite. No vamos a hacer un análisis sobre esta trayectoria que abarca desde «Norte y Sur«. Tendríamos que referirnos a la ingrata labor realizada por elementos foráneos en una época en que el celuloide era un artículo que antes de ser usado debía atravesar caminos intransitables desde nuestro país hacia otras tierras, evitando las aduanas a lomo de mula. Ese sistema de adquirir materia prima beneficiaba a otras cinematografías en perjuicio de la nuestra. Otro capítulo lamentable lo constituyen las primeras películas de Chile Films. En fin. algún día se deslindarán responsabilidades. No es ahora el momento de hacerlo. Esperamos que la política del nuevo Chile Films, que está bajo la presidencia de un cinematografista inquieto como Patricio Kaulen, beneficie en forma positiva a ese cine que existió y fue no sólo una realidad tangible sino también promisoria.