«El Cine Chileno ha Despertado con Mayor Audacia y Energía». Afirma Andrés Martorell, camarógrafo y director de fotografía.
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HOY 4 de Julio, el cinematografista Andrés Martorell cumple cuarenta y dos años de edad.

Por eso le cantamos el «happy birthday to-you»…, y le dedicamos esta nota periodística que tiende, por una parte, a captar su pensamiento profesional y por otra, a rendirle homenaje.

Porque ahí donde ustedes lo ven, Andrés Martorell, sencillo, calmo, parco, con su sonrisa de hombre íntegro, es una de las personas que más han hecho por el cine chileno.

Y el que ha tenido también una línea más continuada de trabajo dentro del difícil campo cinematográfico.

Desde aquellos lejanos tiempos, siendo apenas un muchacho estudiante del 2.° año de humanidades del ya desaparecido Liceo Inglés, de Ñuñoa, se dedicaba, junto con otros dos «socios», a editar un noticiarlo cinematográfico en 8 milímetros, que duraba apenas 6 minutos y que aparecía todas las semanas. En él se registraban todos los acontecimientos del colegio, especialmente los deportivos, pues se llamaba el «Noticiario Gol». Para poder costearlo, cobraban por la entrada a sus compañeros, pero los «más vivos» falsificaban las entradas… y terminaron por arruinarse.

En ese entonces la revista del Colegio publicó un párrafo y una fotografía del joven Martorell, diciendo finalmente: «Estudiará cinematografía».

Fue un vaticinio. Porque a pesar de que Andrés ingresó a la Universidad Católica para estudiar Arquitectura, no alcanzó ni a hacer el 2.º año, pues cuando en 1942   inició sus actividades fílmicas la naciente «Chile Films», abandonó los bancos universitarios para hacerse camarógrafo. Y lo hizo junto a otro muchacho que también hacía sus primeras armas en el cine grande de Chile: Ricardo Younis, con quien realizó todo el trabajo de cámara en la película «Romance de Medio Siglo«, la primera que se rodó en las colmenas de la Avenida Colón.

NUESTRO CINE HA VUELTO A DESPERTAR

Desde entonces, Martorell ha parti­cipado directamente en 42 películas chilenas y argentinas, destacando en las últimas («Regreso al Silencio«, «Largo Viaje» y «Ciao, Amore, Ciao«), como director  de  fotografía.

Le preguntamos:

—¿Cree usted en un renacer del cine chileno?

—Yo no hablaría de un renacer — responde—, puesto que nunca ha estado muerto, sino de un despertar. Nues­tro cine sólo estaba aletargado. Ahora ha despertado con mayor audacia, con mayor energía, como lo demuestra el propio film de Alvaro Covacevich: «Morir un Poco«.

—¿Encuentra usted mayores ventajas que lo favorecen?

—Sí, desde luego, las facilidades que se están otorgando a los productores chilenos, a quienes se les devuelven los impuestos que gravan las entradas a los cines donde se exhiben películas nacionales.

Ahora sólo faltaría que se liberara del pago de derechos de aduana a todo el material profesional cinematográfico, que en el hecho resulta bastante oneroso. Por traer una cámara del extranjero hay que pagar actualmente un 57% de su valor por concepto de impuesto. Y por importar un repuesto para esa misma cámara… un 150%!…

—¿Qué opina usted del sistema de coproducciones ?

—Por una parte me parece muy in­teresante y ventajoso. En primer lugar, porque se produce un intercambio de ideas y de profesionales. Luego, otra ventaja es que nuestro cine sale de nuestras fronteras y se da a conocer mejor. Pero por otro lado, existe el peligro de que debido a ese sistema pudiera venir gente inescrupulosa que en el fondo fuera un descrédito para la industria. Necesitamos sí que venga gente realmente importante, como un Antonioni, un Anthony Quinn, o un Claude Lelouch, el realizador de «Un hombre y una mujer».

SU APORTE AL CINE NACIONAL

—¿Cuál estima usted que ha sido su aporte más efectivo al cine chileno?

—El crédito que Invariablemente les hemos otorgado a los cinematografistas nacionales. Y digo «hemos», porque tanto yo como mi esposa, Yolanda Hayler, y Enrique Campos Menéndez, dirigimos el Laboratorio Gamma, en el cual se han procesado y siguen procesándose todas las películas que se filman en Chile. Es un laboratorio que construimos con gran esfuerzo hace 7 años en la Avenida Providencia. Todas las máquinas fueron hechas aquí en el país: una copiadora para color; una enrolladora, una máquina pegadora, una reveladora en blanco y negro y una reveladora para color. De esta manera hemos realizado un aporte efectivo a la economía chilena, ya que, por este sólo concepto, el país ahorró 120.000 dólares en divisas en los primeros años de fun­cionamiento del laboratorio. Antes todo el procesado de las películas en colores se hacía en el extranjero. Ahora todo ese trabajo se realiza aquí en Chile.

—¿Cree usted que el cine chileno precisa de mayores recursos técnicos?

—¡Desde luego! Contamos con un material técnico escaso y viejo. Nos faltan nuevas cámaras. Las que tenemos en «Chile Films» están demasiado trabajadas. Necesitamos un equipo de filmación más portátil, como son las «Arriflex». La filmadora «Mitchell”, que está en uso en los Estudios «Chile Films desde 1942, ya era de segunda mano, pues fue adquirida en México.

«Igualmente estamos atrasados en materia de equipos de iluminación y de sonido. Seguimos usando el sonido óptico, en vez del sonido magnético.

«Pero así y todo —termina—, yo creo y tengo fe en el cine chileno. Y seguiré actuando en él hasta el fin de mis días. Y otorgando créditos a quienes quieran hacer una película. Pese a que aún andan volando por ahí alrededor de cien millones de pesos en documentos adeudados a nuestro laboratorio…, con los cuales podríamos mejorar sus condiciones técnicas importando nueva maquinaria».

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