Un nuevo golpe para la producción independiente
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HACE apenas dos años el cine nacional contaba con dos estudios independientes, fuera de las inmensas galerías de Chile-Films. Una gran parte de las películas que han ayudado lentamente a formar la cinematografía chilena salieron de unos estudios modestos: V. D. B., ubicados en el paradero 14 de la Gran Avenida. Fué durante largo tiempo refugio de  nuestros productores más industriosos.   V. D. B.  nació del esfuerzo de tres hombres que tienen profundo amor al cine: Eugenio de Liguoro, Ricardo Vivado y Ewald Beier. Allí el trabajo se encaraba con amor a lo propio, y, a pesar de la escasez de los medios, las películas filmadas no defraudaron jamás al público. Tenían siempre un sello de honestidad en los propósitos y se veía la limpieza con que había sido elaborado cada proyecto. De V. D. B.  surgieron también los mejores éxitos financieros del cine chileno, y su mayor labor estuvo en echar las bases de la futura industria.

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Pero  un  buen día  —por  razones  que ignoramos—   V. D. B.   se disolvió. Eugenio de Liguoro partió al Perú; Ewald Beier se retiró;  y  Ricardo Vivado fué a dedicarse de lleno a sus actividades radiotelefónicas.  ¡La  producción independiente había sufrido su   primer y rudo golpe! Ya no existía el  refugio amable y acogedor del galpón de la Gran Avenida y no era posible financiar dentro de las limitadas posibilidades del  mercado chileno la filmación de una película. Ya, en palabras claras, sólo quedaba la posibilidad de ir a filmar a otro reducto aún no tocado de producción independiente: estudios Santa Elena.

Santa Elena sólo tuvo el ambiente acogedor de V. D. B., en la época cuando Coke, su creador, henchido de esperanzas, puso la primera piedra de lo que él creyó debería constituir la base y el futuro de nuestra cinematografía. Entonces Santa Elena vivió bellos días que, desgraciadamente, fueron días efímeros. Coke, muy pronto, vio defraudadas sus esperanzas y tuvo que ceder Santa Elena a otras manos. Los nuevos dueños no eran cinematografistas: en ellos no ardía la llama sagrada ni el amor especial por el cine. Eran financistas, y el estudio debía producir dinero o se hundirían. Mantuvieron a Santa Elena largo tiempo inactivo; se negaron a invertir más dinero porque el negocio inicial, una película financieramente mal concebida, había fracasado ¡Como si el fracaso de ese film hubiera de constituir definitivamente el fracaso del estudio y, por consiguiente, del cine chileno! Movieron la cabeza en señal negativa cada vez que algún ilusionado productor chileno trataba de interesarlos en una nueva empresa. Sólo aceptaron arriendos ¡Por lo menos quedaba esa tabla de salvación para la producción independiente!

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Los arriendos no fueron muchos. El canon era demasiado alto para que fuera posible mantener a Santa Elena en permanente actividad, cuando nuestra famélica industria necesitaba de un tónico mas fuerte que los pocos pesos que las iniciativas particulares podían conseguir. Lo cierto es que, con intermitencias, Santa Elena siguió funcionando. En ese estudio, apropiado a las necesidades de una cinematografía exigua como la nuestra, todavía podían los productores independientes trabajar con ciertas posibilidades. !Y ahora viene el tercer golpe! Según noticias recientes, Santa Elena ha sido vendido a Chile-Films. Es decir, están vendidas sus maquinarias, pues el terreno y los galpones serán destinados…, ¡a una bodega de vinos! ¿Qué objeto tiene esta com­pra? No lo comprendemos, a no ser que se pretenda obligar a los productores independientes a recurrir a Chile-Films cada vez que deseen filmar.

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Se anuncia que las maquinarias de Santa Elena serán instaladas en la colmena chica de Chile-Films y que estará destinada al arriendo para la producción independiente. ¿Qué precios co­brará Chile-Films?

Según declaraciones de la Corporación de Fomento, que se hará cargo de Santa Elena, será mantenida la misma tarifa y solamente sufrirá un pequeño recargo en cuanto a los gastos de administración.

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Es decir, los productores independientes contarían con precios cobrados por Santa Elena, Sin embargo, a pesar de estas facilidades, se les anula cualquiera posibilidad de producir fuera del gran monopolio cinematográfico en que pretende constituirse Chile Films. Ante esta situación, todos los productores han elevado un clamor unánime. ¿Cuál es la solución?… – se preguntan asustados unos a otros. Y la respuesta parece ser sólo una: construir nuevos estudios, pequeños y modestos, que estén de acuerdo con las posibilidades de nuestra producción cinematográfica y que den a los independientes la ocasión de producir. José Bohr, el último productor independiente que filmara en Santa Elena, nos confesaba:

-¡Esto es un golpe de muerte para nosotros! No tendremos dónde producir, a menos que nos allanemos a las condiciones que nos imponga Chile-Films. Pienso que pronto me iré a Hollywood para buscar maquinarias y establecerme con estudio propio…

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Y aunque en realidad, el golpe es fuerte, a lo mejor resulta un saludable estímulo para la iniciativa privada. Es posible que nazcan nuevas colmenas como medio de contrarrestar las consecuencias de que sólo exista un estudio donde filmar. Los productores independientes sacaron a flote a nuestro cine, y esperamos que sean ellos los que de nuevo, en el futuro, logren también vencer las dificultades que hoy día se oponen a un florecimiento del cine chileno.