Largo Viaje, revista Mensaje
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Regreso al silencio, Morir un poco y Largo viaje son tres estrenos en el curso del año que hacen pensar con relativo optimismo en el cine nacional. Sin duda, los cineastas chilenos van adquiriendo oficio. Los tres filmes mencionados poseen una buena fotografía y más de una secuencia bien hilvanada; los tres se dejan ver sin esfuerzo; los tres usan el escenario de nuestras plazas, calles y rincones, en una palabra, de nuestro medio. Largo viaje nos parece la mejor de las tres. Su mérito estaría en haber encontrado un género y un tema para producir correctamente con los recursos disponibles.

Patricio Kaulen supo construir su historia y darle una adecuada forma cinematográfica. Por su trama sin complicaciones, por su lenguaje directo y por emplear el sentimiento infantil como nervio conductor del argumente, en medio de un mundo real y amargo que deja incontaminado al pequeño protagonista, Largo viaje tiene asegurado un merecido éxito de público. Una historia poética, un soplo de sentimiento e imaginación, atraviesa el Santiago que todos conocemos, en el que se han recargado las tintas oscuras.

Realidad y fantasía, la crónica amarga y la tierna ficción se mezclan en una síntesis contenida en sus expresiones, tratada casi documentalmente, lo que impide caer en un insulso melodrama.

Largo viaje confirma la posibilidad de un cine chileno. Su tema, sus escenarios, sus actores –entre los cuales sobresalen los improvisados sobre los procedentes del teatro- y su equipo técnico, están demostrando que con los medios disponibles se puede filmar en nuestra nación. La misma desigualdad de la película de Kaulen es una confirmación de lo que aseveraos. En efecto, el ambiente del conventillo –particularmente el velorio del angelito-, la pérgola y los márgenes del Mapocho, nos entregan trozos de vida mucho más convincentes que las escenas transcurridas entre la alta burguesía.

Kaulen enseña un camino, pero no lo ha recorrido. Queda mucho por conquistar. Quisiéramos un filme menos artesanal, esto es, en el que realmente se fusionaran forma y relato en un solo permanentemente, incluso en su concepción. Más cerca está Kaulen del ideal en lo que respecta a servirse de la materia típica nacional para elaborar cine; pero también en este punto cabe un progreso. Esta realidad tendrá que aparecer con más ímpetu creador por lo que ella “es en sí” y no por su carácter “espectacular”.