Señor Director: El cine nacional es ya una industria que se puede considerar no como un bebé que empieza a dar los primeros pasos, ayudado por la nodriza, sino como un jovencito bien formado que ya cursa humanidades y que, por supuesto, ha aprendido su poco. Que tiene fracasillos. ¡Es natural! ¡Les pasa a todos! Pero también ha dado exámenes brillantes que, si no han merecido una distinción unánime, han obtenido por lo menos una o dos coloradas.
Entre los exámenes distinguidos podemos citar, por orden cronológico: «Un grito en el mar«, «Juro no volver a amar«, «El húsar de la muerte«, «Una lección del amor» y «Luz y sombra«.
Aprobadas por unanimidad: «Canta y no llores corazón«, «La ley fatal«, «Nobleza araucana«, «Don Lucas Gómez», «Golondrina«.
Con un voto en contra: «Martín Rivas«, «Rayo invencible«, «Pueblo chico, infierno grande«, «Juventud, amor y pecado«.
Reprobadas (fracaso o algo parecido…): «Mater Dolorosa«, «Malditas sean las mujeres«, «Ideal y Carne«, las de aventuras del señor Borcosque, toda la numerosa producción del señor Santana y varias otras que más vale no mencallas…
Y por lo mismo que ya ha pasado el período de los ensayos, pues se han presentado «buenas» películas, el público tiene derecho a ser exigente y no perdona que le exhiban mamarrachos con pretensiones de obras de arte. Esto en cuanto a la técnica fotográfica, que es lo menos que se disculpa, acostumrados, como estamos a la luminosidad y nitidez de la producción norteamericana y europea, que por lo que toca al argumento y actuación de los intérpretes hay mucho que decir. Hay directores de películas que todavía confuden lastimosamente el arte cinematográfico con el teatral y se largan a confeccionar cintas en las que desarrollan casos pasionales y conflictos psicológicos de una monotonía desesperante y donde el único interior más o menos arreglado se ve durante ocho minutos de los diez que dura un acto; los protagonistas se dan miradas de ternero ahogado y se retuercen las manos en una forma que al espectador le entran deseos de retorcerles el cuello…, cuando no se ha quedado dormido. Otras veces se explota un criollismo chabacano, grosero, para solaz del público de galería y barracones de barrios apartados. Una película necesita, además de su buena fotografía, una intriga interesante, movimiento, rapidez de acción, variedad de escenarios, naturalidad en el asunto y en los personajes y, sobre todo, una orientación artística ampliamente desarrollada de su director.
Cierto es también que no podría exigirse esto último a todos nuestos fabricantes de películas, cuando vemos que ni la misma producción norteamericana, tan fecunda, es de calidad uniforme, y puede decirse que el 70 por ciento de las películas yankees no tienen otra cualidad que su buena técnica y la actuación discreta de sus artistas, pues por lo que respecta al argumento son insulsas, absurdas y faltas de sentido artístico. Aún las reclamadas con un bombo de los mil demonios resultan a veces espectáculos para matinées infantiles con reparto de confites, como, por ejemplo, «El fantasma de la Opera».
-27. I. N. E. – 35- Con. – 37- Aquí -ewesembeadosmfw escrupulosas y una crítica estable, en la cual el público pueda confiar, que no sólo fulmine lo malo sino que aliente los éxitos y las buenas iniciativas de empresas como la Andes Film, Coke, Taulis, que han demostrado tener senstido artístico y espíritu de progreso, y hacer el vacío a los ensayos ridículos que ya no tienen disculpas.
–
AVISO: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía y los errores de redacción que presenta el artículo original.