Tema de la semana: La cinematografía nacional. Directores, fotógrafos, artistas, argumentos
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Creo que no se trata de hacer la crítica o el elogio de una determinada película nacional; se trata de la cinematografía nacional. En general la producción que se ha hecho hasta ahora carece de méritos efectivos, salvo los que le atribuye la buena voluntad o el entusiasmo pasajero de algunos patriotas. Entre esta producción hay películas menos malas que las otras; pero la verdad es que ninguna ha alcanzado aún la real condición de la bondad. Como tenemos un patriotismo completamente infecundo y que gusta de las ilusiones y de la vanidad y que aparta la vista de los errores propios, no ha habido fuerza suficiente para que ellos sean corregidos. Al bebé cinematográfico nacional se le han recibido sus tonterías con aplauso y es raro que alguien haya insinuado un consejo útil. Y es que ni siquiera ha habido crítica. Las cosas se han hecho entre buenos compañeros y hasta hace poco parece que nadie ha pensado con alguna seriedad en el cinematográfico. Como los niños que juegan a las batallas, el público ha asistido al biógrafo nacional, maravillosamente dispuesto a aceptar todas las ficciones. Ha creído muy buenamente que un palo de escoba era un caballo, que un cucurucho de papel era un soberbio casco de guerra, que unos lamentables jóvenes eran apuestos soldados… Así íbamos en camino de no tener jamás verdadera cinematografía nacional.

Ahora vamos despertando. Es buen indicio el hecho de que a las películas pésimas se les dé el merecido remezón. Está bien que a las que demuestran algún esfuerzo de realización y de buen gusto, como la bella producción «Luz y Sombra«, se las aplauda; pero para que vayamos andando es preciso que también se las trate honradamente.

Indudablemente no existe una receta para producir buenas películas; pero es fácil entender que si no se afronta esta industria con integridad y con espíritu inquebrantable de trabajo, todo invento será vano. Y ese espíritu de trabajo ha de ejercitarse igualmente, con la misma severidad, en obtener buenos fotógrafos, artistas adecuados a cada obra y argumentos dignos de ser presentados ante cualquier público. Para eso hace falta, desde luego una dirección culta, enérgica y siempre dispuesta a los mayores esfuerzos. ¿Hay ya empresa que pueda contar con estos elementos? Pues si ninguna los tiene, puede ir dándose el fructuoso trabajo de formarlos. Esa será una verdadera empresa. En tal sentido, la obra lograda en «Luz y Sombra«, autoriza nuestro optimismo, y el de cuantos quieran aprovechar la hermosa lección.