Patricio Guzmán
Asistente de dirección / Dirección / Dirección de Fotografía / Guion / Montaje / Producción / Producción asociada / Sonido / Voz en Off /
Nacimiento
11 de agosto de 1941
Santiago, Chile
Estudia en esa ciudad en el colegio de los Padres Franceses, pero trasladado con su madre a Santiago, completa su ciclo secundario en el Instituto Nacional, “cuna de los valores republicanos”, según frase recurrente en Chile. Ingresa después al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde realiza estudios de Historia y Geografía y luego de Filosofía, pero no completa ninguna de las dos carreras. Por entonces siente alguna vocación literaria, y publica dos libros: Cansancio de la tierra (1961), que contiene dos cuentos suyos (los otros dos que completan el volumen pertenecen a Jorge Lagos) y  Juegos de verdad (1962), una novela corta. Sostiene que este segundo texto contiene los primeros signos de su “conversión” al cine, porque es un relato que se apoya en “imágenes dispersas” y porque es en él visible la tendencia a “describir las cosas por las formas externas”, como si fuera un guión. Paralelamente, se dedica con un grupo de amigos a filmar en 8 mm una media docena de películas, de factura completamente artesanal. Una de ellas llama la atención del sacerdote Rafael Sánchez, quien lo invita a incorporarse al equipo del Instituto Fílmico de la Universidad Católica, del cual era entonces director.

Allí hizo su aprendizaje y realizó en 1965 su primera película, Viva la libertad, un cortometraje de montaje, sobre dibujos, que trataba, según declaración propia, “del hombre oprimido por el medio, por lo económico, por las instituciones”. Al año siguiente filma otro documental de características similares, Eectroshow. Es un montaje de fotos fijas, que ofrece “una visión del mundo capitalista”, las contradicciones entre la extrema miseria de muchos y la ostentosa riqueza de unos pocos. Realizado en el estilo del Santiago Álvarez de Now, fue premiado en el Festival de Cine de Viña del Mar de 1966. Ese año Guzmán viaja a España a estudiar en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid, donde enseñaban algunos prestigiosos cineastas como Miguel Picazo, José Luis Borau, Luis García Berlanga y otros. En los cuatro años en que permaneció en ella realizó varios cortometrajes, dos de los cuales fueron el fruto de su colaboración con el dramaturgo chileno Jorge Díaz: Apuntes sobre la tortura y otras formas de diálogo, y El paraíso ortopédico. Películas de “un experimentalismo un tanto estridente”, de acuerdo con la opinión de Jorge Ruffinelli, ambas están centradas en la problemática política latinoamericana, y muestran estar realizadas, según el mismo, desde una “impaciencia crítica”, lo que son indicativas más de una suerte de exasperación que de una posición política verdadera. Tienen mucho también de cine de ficción, área en la que Guzmán volverá a incursionar años después con  La rosa de los vientos (1982), también en colaboración con Jorge Díaz, tras lo cual abandona definitivamente el género para concentrarse exclusivamente en el cine documental.

A fines de 1970 vuelve a Chile. En ese momento 1o tienta todavía la idea de realizar películas argumentales, pero Salvador Allende acaba de asumir la presidencia de la República, y en el país se iniciaba un período de gran tensión social y grandes transformaciones, así que decide que lo más importante es registrar lo que estaba pasando. “Estabas en un café en el centro–cuenta—y de repente pasaba un piquete de trabajadores con banderas rojas... ¿Cómo entonces no ponerse a filmar todo aquello? ¿Por qué ausentarse de esa realidad?” Realiza un corto de diez minutos, Chile, elecciones municipales, que años después será desmontado e incorporado a La batalla de Chile. Pero luego pasa a mayores e inicia un proceso continuo de filmación que lo lleva a completa un documental de largo aliento, El primer año, que procura ser una síntesis del año inaugural de Allende. A su llegada, ha revisado muchos documentales y comprueba que ellos se limitan a contar los hechos coyunturales, asumiéndolos “de un modo no totalizador”. Probablemente él tenía la entaja de mirar lo que pasaba con los ojos del recién llegado, aquel que ha estado fuera con la atención puesta en lo que ocurre en el país. El primer año es lo que su título indica: el seguimiento en imágenes de los acontecimientos principales que marcaron los doce primeros meses del gobierno de la Unidad Popular. Una intensa crónica que comienza con la toma de posesión de la presidencia por Allende y termina con el viaje de Fidel Castro a Chile.

En 1972, Chile Films, que intenta definir los objetivos de su trabajo en medio de un complicado cuadro administrativo y financiero, le asigna a Guzmán la responsabilidad de filmar una película argumental sobre el mítico guerrillero del siglo XIX Manuel Rodríguez. Alcanza a escribirse el guión y a formarse un equipo que trabaja en la búsqueda de locaciones; se inicia incluso la filmación de las secuencias iniciales, cuando estalla, en el mes de octubre, la huelga de los camioneros, una tentativa de la oposición para desestabilizar el régimen de Allende. Guzmán deja momentáneamente de lado el folm que había comenzado y realiza La respuesta de octubre, que muestra las iniciativas y movilizaciones populares para contrarrestar la ofensiva reaccionaria. Es su cinta más “militante”, según el propio Guzmán, quien la aprovechará más adelante, integrando muchas de sus secuencias a El poder popular, tercera parte de  La batalla de Chile. Entretanto, se ha producido el colapso de Chile Films y se cancelan todos los proyectos en marcha, incluido, desde luego, el de la película sobre Manuel Rodríguez. Guzmán decide que, de todas maneras, hacer cine de ficción carece de sentido en ese instante; forma entonces el equipo “Tercer Año”, conformado, entre otros, por Jorge Müller, Federico Elton, José Pino, Bernardo Menz y Angelina Vásquez, y se embarca en un proyecto propio, buscando financiamiento exterior, que finalmente encuentra en el cineasta francés Chris Marker.

El 20 de febrero de 1973 comienza la filmación de lo que será años después La batalla de Chile, concebida desde un comienzo como “una especie de mural”, de “gran fresco dinámico” “en que aparezca en su globalidad la situación chilena”, sin el carácter celebrativo de El primer año, y con “menos carácter épico, más análisis político y mayor profundización de los hechos”. El equipo filma durante meses todas las situaciones públicas significativas: reuniones políticas, asambleas sindicales, concentraciones masivas, reuniones de los partidos, ceremonias y actos del gobierno; realiza entrevistas colectivas e individuales a personas y personajes de todos los sectores políticos y sociales. Así se hizo hasta que los acontecimientos se precipitan y ya no es posible seguir filmando. Guzmán es detenido y permanece dos semanas en el Estadio Nacional. Recobra la libertad y decide partir al exilio. Elton queda a cargo de la difícil tarea de organizar la salida del país de los miles de metros de película filmados. Luego abandona el país junto con los demás integrantes del equipo, salvo el camarógrafo Jorge Müller y su compañera, la actriz Carmen Bueno, que son detenidos en marzo del 74 y nunca más se vuelve a tener noticias de ellos.

Guzmán se instala inicialmente en Francia, donde intenta sin éxito procesar el material.  Finalmente se instala en Cuba, por invitación del ICAIC, Instituto de las Artes de Industria Cinematográficas de Cuba, gracias al cual se logra, tras laboriosos años de trabajo, entre 1976 y 1979 --en que se incorpora al equipo Pedro Chaskel para apoyar la compleja tarea del montaje--, no una película, sino tres, La insurrección de la burguesía, El golpe de Estado y El poder popular, una trilogía que conforma un fresco monumental, La batalla de Chile. De ésta puede decirse algo que es difícil que pueda aplicarse a otro film chileno: es una película ya clásica. Por la vastedad de su recorrido de uno de los períodos cruciales de la historia de Chile y por sus sobresalientes cualidades propiamente cinematográficas. Es “un tríptico inolvidable, una de las películas más poderosas del siglo XX”, sostiene categóricamente Jorge Ruffinelli. Tiene de inmediato un eco mundial que no suele ser frecuente en el género documental y que, además, tampoco ha tenido nunca ningún otro film chileno, documental o de ficción. Se exhibe en los festivales más importantes el mundo y obtiene una gran cantidad de galardones, al lado de los mayores elogios de la crítica. Su estilo de aproximación a la realidad, dice Louis Marcorelles en el diario francés Le monde, sirve al análisis y “deja entrever lo que será mañana la historia estudiada, revisa y corregida por el cine”. En esta perspectiva, agrega, La batalla de Chile marca un hito en la historia del cine”. Chile es uno de los últimos países en conocerla. Tras el restablecimiento de la democracia, se la muestra sólo en centros culturales o en salas de cine arte, porque ni los circuitos de salas comerciales ni la televisión pública han aceptado jamás exhibirla.

En 1986, ya radicado en Madrid, Guzmán regresa a Chile para filmar con el apoyo de la televisión española el documental En nombre de Dios, donde junto con el registro de la represión policial contra las manifestaciones populares, deja una elocuente constancia del papel jugado en defensa de los derechos humanos por la Vicaría de la Solidaridad y de la heroica lucha de algunos sacerdotes, en contraste con la complicidad con el régimen de Pinochet mostrado por ciertos sectores de la Iglesia oficial. El film ratifica los méritos del documentalista, la inteligencia para asomarse a los hechos incorporando una cuota constante de reflexión, y la capacidad para tomar la distancia necesaria, sin dejar por ello de decir: ésta es mi elección, mi punto de vista. En los años siguientes realiza una extensa labor para la Televisión española. Una serie didáctica dividida en cuatro capítulos, El proyecto ilustrado de Carlos III (1988), que relata la obra del monarca español que llevó los progresos de la Ilustración a España e Italia. El año anterior, ha hecho la serie México precolombino (1987), en cinco capítulos, que marca el ingreso de Guzmán al tema latinoamericano. En esta línea, realiza La cruz del Sur (1992)y Pueblo en vilo (1996). El primero, rodado en México, Brasil, Ecuador, Guatemala y Perú, abarca cinco siglos de la historia del Continente, desde los aciagos años del aplastamiento a sangre y fuego de las culturas indígenas, hasta nuestros días, en que surge en su defensa la Teología de la Liberación. El segundo es la “microhistoria” de una pequeña localidad, San José de Gracia, en la que sus habitantes evocan los lejanos acontecimientos de los años 20, cuando ellos defendían las posiciones e los “cristeros”, fanáticos religiosos quese oponán a las transformaciones de la Revolución Mexicana; unos, loas más viejos, se empeñar en conservar esos fragmentos dispersos de la memoria, otros, los más jóvenes, están decididos a desterrarla.

En esos años Guzmán viaja a menudo a su país. Filma Chile: la memoria obstinada (1997), que registra las reacciones emocionales, veintitantos años después, de los sobrevivientes de la dictadura, y confronta a los jóvenes con lo que fue la realidad de aquellos años. Se rueda en un momento de la transición chilena en que domina una constante oficial: borrar el pasado, el deber ciudadano es mirar el futuro. Como muchas de sus películas anteriores, obtiene numerosos galardones en festivales de cine de diferentes países. En el 2001, filma El caso Pinochet, que ilustra, a partir de la detención del dictador en Londres, el comienzo de lo que será, después, el ocaso de la figura patriarcal de la derecha y los militares, y el abandono paulatino de quienes fueron sus partidarios. En el 2003, presenta Salvador Allende, una coproducción en que participa una media docena de países, lo que es una muestra elocuente de la gravitación universal del personaje. Su estreno mundial se realiza en el Festival de Cannes de ese año. Es un documental lúcido, en el cual el análisis no está reñido con la emotividad, y en el que el eficaz montaje de documentos antiguos y actuales, ofrece no sólo una semblanza ilustrativa de la vida e ideario de Allende, sino que aparece como una síntesis en alguna medida totalizadora de lo que fue la Unidad Popular como fenómeno político de masas. En 2005, como un signo de los cambios que ha experimentado la percepción chilena de muchos acontecimientos, más el creciente reconocimiento de Guzmán como cineasta, la película se incorpora a los circuitos de exhibición comercial, y Salvador Allende se proyecta simultáneamente en varias salas de cine. Una contribución a que el documentalista tenga en el presente una llegada mayor en el medio nacional, es el papel que juega como fundador y director del Festival de Documentales de Santiago, que se celebra todo los años desde 1997, y que junto con traer al país muestras importantes de lo que se produce en el género en el mundo, promueve la exhibición de los documentales realizados por los jóvenes, aquí y en el extranjero. Con la organización, en fin, de la Asociación de Documentalistas, ADOC, se ha establecido una estrecha comunicación entre los creadores locales y Patricio Guzmán, cuya obra y opiniones son seguidas como las de un maestro. El hecho es que a muchos de ellos ha logrado transmitirles la pasión que trasuntan lo que en alguna ocasión dijo en una  entrevista: “Me gusta el documental y vivo para el documental”.

El año 2010, estrena en el Festival de Cannes Nostalgia de la luz, en donde obtiene una mención honrosa por este documental alabado mundialmente. Considerado como uno de sus mejores trabajos, es galardonado como el Mejor documental en los Premios del Cine Europeo y es señalada como la mejor película chilena del año, según el círculo de críticos de arte.

(Jacqueline Mouesca, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)

En tanto, en 2015 estrena en el Festival de Cine de Berlin, El botón de nácar, trabajo en que través del océano cruza la historia de los pueblos originarios patagones, los primeros marinos ingleses y los prisioneros políticos de la dictadura de Augusto Pinochet. El documental recibió varios galardones, entre los que destaca el Oso de Plata al Mejor Guión y el Premio del Jurado Ecuménico en el Festival Internacional de Berlín, Mejor documental en los Premios Lumière y Mejor documental en los Premios Platino 2016.

En 2019 se estrena en el Festival de Cannes, La cordillera de los sueños, trabajo centrado en la imponente cordillera, frontera natural entre Chile y Argentina. El documental recibe numerosos elogios y se queda con el L'oeil d'Or al Mejor Documental en el certamen francés. El estreno en Chile de la película estaba programado para el 2 de abril, debiendo posponerse por la pandemia mundial del Covid-19.

El 23 de agosto de 2023, es anunciado como nuevo Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales.

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