QUIERE CAPACITARSE EN LOS CENTROS CINEMATOGRÁFICOS DE ITALIA Y FRANCIA
SI A PESAR de las dificultades y reveses que ha sufrido el cine nacional aun queda gente Con esperanzas y entusiasmo, es porque en Chile jamás se perderá la fe en nuestra industria.
Ahora tenemos otro caso, que se suma a la ya larga lista de abnegados trabajadores de la industria fílmica chilena. Se trata de Hernán Correa, que hoy nos anuncia un viaje a Europa, con el fin de capacitarse en la dirección de films de largo metraje.
Correa se inició en el cine, allá por el año 1944, cuando se inauguraban, con bombos y platillos, los magníficos estudios de Chile Films. Y allí estuvo hasta el momento en que el barco se hundía. Pudo haber buscado otro tipo de trabajo, más fácil y remunerativo, pero es muy difícil que aquel que se contagió con la fiebre del cine pueda sanar de esta enfermedad. Y Correa siguió bregando solo, contra la corriente, y asistió a los momentos más felices y más trágicos de nuestra industria. Ha realizado no menos de treinta cortos y documentales, entre los cuales podríamos citar: “La Antártida Chilena”, “Jardín Zoológico”, “Concepción”, “La isla de Robinson Crusoe” (inédito, aún para el público chileno, pues no ha habido institución alguna que desee financiar su exhibición, a pesar de la buena calidad del corto); y «El Alimento de los Dioses», una historia de la elaboración de chocolates y confites en nuestro país. Poco antes de partir a Europa, Correa nos hizo interesantes declaraciones, donde señala los defectos, las causas y las soluciones que, a su juicio, afectan al cine chileno.
—Más de una vez el lector Se habrá preguntado, ¿qué le pasa al cine nacional? —comienza dictándonos Correa—; y en verdad es difícil que alguien pueda contestarle. Nuestro cine fué el primero en Latinoamérica, y resulta inexplicable que hoy sea el último. La situación de nuestra industria es incongruente. Tenemos magníficos y variados escenarios naturales, a lo largo de todo el territorio nacional, que podrían aprovecharse para realizar películas de hermosos paisajes. Santiago mismo está a pocas horas del mar, rodeado de campos y de cordillera. Contamos con Chile Films, un estudio cinematográfico cuyos elementos técnicos nos permitirían realizar películas de primera categoría. En nuestro país hay suficientes escritores, directores, fotógrafos, cameramen, compaginadores, etc., que han demostrado su capacidad. Por otra parte, el Teatro Experimental y el Teatro de Ensayo disponen de una gran cantidad de actores, que podrían interpretar con jerarquía artística cualquier clase de papeles. Entonces, ¿cuál es la dificultad que impide hacer muchas y muy buenas películas? Los problemas son varios, y creo que hasta se pueden enumerar. En primer lugar, aparece la dificultad que concierne a la materia prima, es decir al celuloide. Este producto se interna al país en calidad de artículo suntuario, y paga fuertes derechos de aduana, lo que estimo que es un grave error. Por otra parte, una vez que las películas están realizadas, los exhibidores pagan por ellas cantidades ínfimas, y en ciertas regiones del país —donde la exhibición es un monopolio— no se proyectan las películas chilenas, si no se venden a precio regalado. Otro de los puntos importantes que hay que tener en consideración, es que nuestra escasa población, mal puede apreciar una industria permanente. Como resultado de esto surge un problema, y es que debido a la falta de producción continua, los técnicos chilenos han necesitado emigrar a otros países vecinos. Sin embargo, y a pesar de esta situación francamente caótica, quedaba una posibilidad a los técnicos chilenos, y esta era la de realizar documentales; pero ahora –y gracias a la intervención de firmas extranjeras- hasta este medio de vida se nos ha quitado. Y hay dos asuntos importantes que citar todavía: la falta de cooperación de los propios interesados, es decir, de los cinematografistas, que nunca han podido consolidarse en una asociación respetable; y, finalmente, la poca visión de las autoridades, que no han comprendido la enorme importancia que ha alcanzado el cine en todos los países civilizados.
—A su juicio, ¿cuál sería la solución al problema del cine chileno? -le preguntamos.
—Tiene que ser una solución integral nos contesta Hernán Correa—. Creo que el primer paso sería llegar a la formación de una entidad que reúna a todos los elementos responsables y estables del cine nacional. Esta asociación debería impulsar la dictación de una ley de protección, que permita crear el Banco Cinematográfico. También sería interesante establecer la obligatoriedad de la exhibición de películas chilenas, que hayan sido aprobadas por una comisión especialmente designada para el objeto. Por otra parte, debe promoverse el intercambio con los países que exhiben películas en Chile, de acuerdo, desde luego, con la producción del cine nacional. Somos demasiado liberales para recibir, y nunca exigimos nada en cambio: que se exhiban películas extranjeras, pero que también exista el compromiso de que en el extranjero se exhiban nuestras cintas. Otra situación que debería solucionarse es la que se refiere al celuloide y demás elementos que necesita la industria: éstos deben internarse al país sin gravámenes. Además, la prensa tiene que estimular el fomento del cine nacional, mediante comentarios constructivos y redactados por personas que sepan la materia. Finalmente, el público debe contribuir al éxito de las películas chilenas, asistiendo a las salas donde las proyecten, por discretas que ellas sean. Hace algún tiempo, en Italia se extendió una campaña, mediante afiches y letreros que decían: “Vea las películas italianas, aunque sean malas. Si usted las ve, podrán mejorar.”
Correa mismo nos confiesa que él no pretende “descubrir la pólvora”, con sus declaraciones, pero que si las hace ahora es para recordar al público y a los técnicos que aún quedan esperanzas para salvar al cine chileno, Hernán Correa -ya lo dijimos- es una muestra de que la fe nunca se pierde. El joven director ha vendido camas y petacas, con el objeto de reunir los fondos necesarios para emprender viaje a Europa.
—No pienso conquistar el Viejo Continente— nos declara, con énfasis, Correa- , sino que voy a trabajar modestamente, al lado de cualquier director que me permita asistir a la filmación de sus películas. Creo que para dirigir un film de largo metraje hay que estar muy preparado. Por eso parto a estudiar, pero regresaré, pues tengo la seguridad de que en Chile tendremos muy pronto una industria estable y de calidad.