Estrenos: Largo Viaje
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Largo viaje (1967)
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Film de PATRICIO KAULEN con Emilio Gaete, Eliana Vidal, Fabio Serpa, Enrique Kaulen. Producción Enrique Campos Menéndez y Alfonso Naranjo Urrutia, Chile 1966. Distribución: Continental Films.

Cines: Central, Bandera, Pacífico, Capri, Ritz, Normandie, Las Lilas, Las Condes.

Mayores de 18 años.

DESILUCIONANTE: CINE SUBDESARROLLADO Y FALSO.

Largo viaje” es el cuarto film nacional que se estrena este año. Ante cada uno de ellos se plantea una misma y única cuestión: ¿existe un cine chileno? La respuesta, hoy por hoy, en virtud de cierta inquietud manifiesta de nuestro medio, ante las disposiciones legales reciente que hace menos riesgosa la inversión, debe plantearse a un nivel de exigencias, buscando una ubicación real y valedera del problema. Es decir, alejarse de toda valoración superficial, sensiblera, sensacionalista o de diplomática ambigüedad.

Si entendemos por cine nacional la existencia de una producción estéticamente válida, técnica e industrialmente solvente y económicamente efectiva rente a Chile, la respuesta es negativa. O sea, no podemos hablar de un cine chileno. Críticamente podemos reconocer la existencia de realizadores cuyas obras marcan un camino al testimoniar un pensamiento frente al cine y su significado cultural, y a la vez indican una toma de conciencia frente a la realidad. Son pocos, pero en justicia deben nombrarse: Nieves Yankovic y Jorge Di Lauro, Sergio Bravo, Pedro Chaskel, Patricio Guzmán. Con marcadas diferencias personales, sus obras indican un camino y son un ejemplo digno de meditarse. No se trata de films perfectos o maduros, pero constituyen un aporte: ¿será por ello que han estado ignoradas al no haber dispuesto de los medios normales para llegar al gran público?

Largo viaje”, de Patricio Kaulen, no está, bajo ningún concepto, dentro de dicho grupo. Además se sitúa desde todo punto de vista a gran distancia. Distancia que no es posible anular con el párrafo benevolente, o pasando por alto (perdonando) algunos defectos técnicos o errores provenientes de un oficio poco maduro.

De trata del tercer largometraje de Kaulen, quien se iniciara en la década del cuarenta. Entre aquella época y este film media una apreciable cantidad de documentales de publicidad. Es decir, estamos dentro                 de la continuidad más o menos normal de una filmografía; en cierto modo, ante una obra de madurez. Ante las “dificultades” con que tropieza todo cineasta nacional, las propias palabras de Kaulen en la noche de estreno anulan toda sospecha, al afirmar que en hoy en día no es difícil hacer cine en Chile. Súmese a ello la solvencia de sus productores y el despliegue de filmación, en ningún momento mezquino o menguado por la falta de medios.

El film es rebatible en su conjunto: la falsedad de su temática y la ausencia de toda formulación frente al lenguaje cinematográfico. Dejando de lado, por el momento, los defectos de la estructuración de la historia, ésta en sí misma es objetable: una idea, posiblemente encuadrada dentro de un realismo poético, pero carente de contexto natural. De allí su falsedad.

Dicha idea, precariamente desarrollada en el guión, carece de un tono adecuado. El niño, puro e inocente, en un mundo de crueldad –tal parece ser la premisa- , que recorre la ciudad, colocada como símbolo del mundo. Primera falla de concepción: el personaje del niño debería ser sujeto, es objeto. Un mero personaje-guía, perfectamente prescindible. Los diversos ambientes tienen a su vez sus respectivos personajes-guías: de allí, el acartonamiento falso y vulgar de los “ricos” y el “pintoresquismo” de los “pobres”. Esto es, alejado de la verdad; no son representativos, por lo tanto, no son chilenos. El modo de hablar es sólo, desde este punto de vista, un mero matiz.

Narrar semejante historia suponía un tratamiento documental, a fin de conferirle a su tono, sea a nivel del guión como frente a la puesta en imágenes. Tal tratamiento y/o modo documental no existe. Por eso surge un sentimiento de falsedad, de cosa fabricada y artificial, que destila todo el relato.

Se quieren marcar diferencias sociales, diferencias de comportamiento o conductas derivadas del estado socioeconómico humano, pero los eventos elegidos no son ni siquiera verosímiles; el conflicto moroso de la mujer rica, el problema habitacional de los pobres pierden su verosimilitud al reducirse a esquemas. El marco costumbrista que requería un desarrollo dentro de una formulación de lenguaje, a fin de ser significativo y permitir la toma de conciencia a nivel de las ideas, queda reducido a un telón de fondo; no existe un verdadero cuadro de costumbres. Como consecuencia, queda el “tipiquismo”, es estereotipo, el abuso de lo meramente pintoresco. Esta última característica es la guía frente a todos los personajes; tanto a los populares como a la clase acomodada.

El significado del niño con las alas del “angelito” y sus correspondientes peripecias, se anulan sobre sí mismo, tanto por ser un mero personaje-objeto como por la deficiencia del contexto narrativo; lo que entrega el encuadre es ilustración o adorno; en ningún caso materia capaz de transfigurarse al nivel simbólico y/o metafórico. La inteligibilidad del final es la mejor prueba del aserto, como también la falta de un desenlace claro para las situaciones complementarias.

La presencia de las palomas como nexo de unión de carácter simbólico, tampoco funciona; es un simple adorno. El desequilibro en la dosificación narrativa –falla ésta propia del guión- termina por derribar la poca autenticidad que algunas secuencias sugieren potencialmente. Por ejemplo, contrasta el excesivo detallismo verista de la secuencia del velorio –como simple cuestión de mecánica narrativa-  con el hecho de que el niño abandona el hogar e inicia su peregrinaje y no volvamos a ver su casa, lo que lleva a preguntarnos si sus padres no se han extrañado por la ausencia del pequeño. Esto rompe el tono realista que quiso imprimirse a la presentación del ambiente natural y humano del niño. Ejemplos así pueden multiplicarse.

Algunas actuaciones destacadas no justifican a un director, ni mucho menos, cuando los personajes son apenas bocetos, carentes de profundización a nivel de conflicto. Tampoco puede considerarse meritorio el rendimiento en la actuación de “gente de la calle”, cuando ello está al servicio del mero pintoresquismo.

Hay defectos en la realización que a nuestro entender, no son simples detalles, sino que testimonian la indefinición frente al lenguaje cinematográfico y sus problemas. Por ejemplo, cuando la peluquera ve al niño perdido y se acerca a un carabinero, no hay diálogo. Se entiende lo que ella hace y su intención; podemos suponer lo que dicen, es decir, no hay ambigüedad expositiva. Pero si se está trabajando dentro de un tono realista; ¿por qué se eliminó dicho diálogo?, no habiendo riesgo de reiteración.

Técnicamente, es un film deficiente, poco satisfactorio, si atendemos a sus condiciones de producción, casi ideales. Esto verifica la pobreza chilena al respecto; tiraje de copias, cameraman, montador son argentinos. Aportes nacionales son un sonido sin perspectiva acústica en los diálogos, una fotografía de Andrés Martorrell no sólo antigua sino desubicada estilísticamente, con evidentes fallas del balance de la luz en los exteriores y sin continuidad de iluminación en los interiores, evidente en la secuencia del velorio. O lo que es inaceptable en un director de fotografía de la categoría que se atribuye a Martorell; el robo en la botillería. Martorell en Laboratorios Gamma reveló su negativo. Pero el tiraje de copias se hizo en Alex (Buenos Aires). Razón: la imposibilidad de obtener en Chile un rendimiento aceptable.

Estamos ante un film que nada aporta al cine nacional, a ese embrión que necesita desarrollarse. Un sentimiento de subdesarrollo surge de toda la obra tanto en lo cultural como en lo técnico. Compararlo con otras cinematografías latinoamericanas, como la brasileña, sería suicida. Definitivamente, frente a lo que debería ser un film nacional, “Largo viaje” es un paso atrás; saltemos los defectos técnicos, porque se pueden superar; los errores de construcción narrativa se pueden corregir, pero hay algo imposible de olvidar o perdonar, mucho menos tolerar; la inexistencia de un lenguaje culturalmente válido, y que en el film, junto con una falta de toma de posición, no exista nada verdaderamente chileno, a excepción del pintoresquismo barato.