El valor de los Tigres de Ruiz
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La alienación del chileno medio, su incoherencia verbal, la fragmentación de un sistema social que lo parcela, lo divide y lo subdivide (campo de cultivo de una aristocracia de nuevo cuño, “gobernante”, simbolizada en la opulencia), la falta de correspondencia –contradicción no resuelta – entre el medio social y natural y los habitantes-ambulantes, la migración por un día hacia la metrópoli donde reina la ley lobuna del “más vivo”, todo este clima inhumano habría de tener una expiación redentora sólo a través del transcurso de una violencia subyacente y solidaria hacia una violencia colectiva y consciente.

Pero este transcurso no se evidencia en el film del joven cineasta chileno Raúl Ruiz (26 años), “Tres tristes tigres”, que mañana se estrena en varias salas de la capital. “He querido –ha dicho Ruiz – dar en mi película esa atmósfera de violencia subyacente que veo en la vida común y urbana de Chile”.

El estallido de la violencia, que ocurre una sola vez en el film (no hay que olvidar que la cinta tiene una hora y cuarenta minutos de violencia no explícita, que no rebalsa el vaso), se da intencionadamente por su director, dentro de las cuatro paredes de un departamento. Se trata entonces de una violencia “emparedada” retenida, capitalina, chilena. Se trenzan cuerpo a cuerpo un “cazador” – Jaime Vadell – y un “cazado” y dependiente de Vadell, que es Nelson Villagra. En el curso de la lucha cuerpo a cuerpo puede observarse cómo el dependiente que se ha rebelado contra su amo y lo golpea con justicia, reacciona por instinto y, en plena pelea, obedece a las exigencias del “patrón”. En ningún momento del combate “Vadell no ofrece resistencia) se destruye la dependencia mutua entre patrón y apatronado. Ambos ruedan por el suelo, preocupados en todo momento de que no se dañe el mobiliario, que las lámparas no se caigan y los ceniceros continúen en su puesto. Shenda Román observa la escena y no interviene, salvo para decir “no le peguís más”. Algunos espectadores se han acercado al departamento cuya puerta está abierta, y uno de ellos, en una frase –“¿hace rato que le están pegando?” – generaliza respecto a una actitud que ha ido afincándose en el chileno medio y que es su tendencia a no meterse en líos, a contemplar con temeridad la violencia externa, sin intervenir, sin solidarizar.

En una próxima nota analizaremos algunos aspectos de desmitificación y desdramaticidad sobre los cuales trabaja Raúl Ruiz –así como la apropiación de gestos y lenguaje hablado – y que permiten, desde esa base, dar nacimiento a un cine verdaderamente nacional.