A esta película antes que nada hay que reconocerle como bien merecidos los galardones que ha recibido: Premio de la Crítica en 1965, y Premio a la mejor película 35 mm blanco y negro en el IV Festival de Viña del Mar.
Ahora bien, como obra ya a la vista del público habría que destacar dos hechos que atentan peligrosamente en cuanto al impacto del film. Uno es que se trata de un semidocumental, lo que significa que no tiene la fuerza del documental directo, ni el interés novelístico de una película argumental. Otro, que se realizó a petición de un centro de servicio social, o sea que, necesariamente, la inquietud del creador tiene que estar limitada por las exigencias de la finalidad misma.
Entonces hay que alabar la proeza técnica, en la que destacan el montaje, la fotografía, la iluminación y la actuación de Sara Astica. Con escasos elementos de creación, se construyó una obra que es un acertado enfoque del problema planteado: la ignorancia sanitaria de ciertos sectores modestos de nuestra población frente al aborto delictual; y, asimismo, entrega la búsqueda de un camino más adecuado a estos seres, mediante un lenguaje cinematográfico de gran impacto, vinculado directamente al “cine-verdad” y al cine-encuesta moderno.
Es una lástima, eso sí, que no obstante ser leal a exponer los peligros del aborto, este enfoque esté limitado a señalar como contrapartida el vasto campo de los anticonceptivos, sin enunciar siquiera muchas de las condiciones, interrogantes y problemas síquicos a que da lugar la aplicación de estos medios.
EN RESUMEN: Film chileno muy bien realizado, que muestra con adecuado lenguaje el intento de solución a un problema sanitario-social. BUENA.