Control de estrenos: «Llampo de Sangre»
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Producción: Panamericana Film; chilena, 1954. Productor: Mario Cohen; director: Henry Vico; argumento basado en la novela homónima de Oscar Castro; director de fotografía: Andrés Martorell; Ingeniero de sonido: Jorge Di Lauro; maquillaje: Juan Cruz. Intérpretes: Raúl del Valle, Karina, Hernán Castro Olivera, Sergio Liberona, Lautaro Murúa, Gerardo Grez, Helia Grandón, Petronio Romo, Agustín Orrequia, Ernestina Paredes, Elena Moreno, Raúl Latorre, Guillermo Bravo, Olga Inostroza, Arturo Gonzálvez, etc.

La adaptación cinematográfica de “Llampo de Sangre” era tarea difícil de realizar. La novela de Oscar Castro es rica en ambientes, en escenas de auténtico realismo, en personajes de estructura muy chilena y en situaciones de poesía y dramatismo profundos. La gran variedad de personaje, con su corte de recuerdos y alusiones, hacía más complicada la traducción de su lenguaje puramente novelístico al terreno cinematográfico. Par otra parte, la obra no tiene una intención central, un argumento básico. El elemento aventura está reemplazado por la pintura de tipos, caracteres y ambientes. “Llampo de Sangre” es un documental donde lo humano y lo natural caminan a parejas. De allí que las partes más débiles de la película son: el principio —que es donde debía plantearse el conflicto, y que está confusamente esbozado— y el final, que es donde el problema debía resolverse.

Sin embargo, la adaptación cinematográfica de Henry Vico revela, en primer lugar, un notable respeto al libro; y, en seguida, un fino sentido de la selección, ya que el director escogió las escenas culminantes de la novela. La película está realizada con gran honestidad artística, Henry Vico, como director, demostró que podía crear un clima de interés, y exponer un ambiente extraordinariamente humano. Pasadas las primeras escenas, el film va cobrando atracción permanente y sostenida, que sólo viene a decaer hacia el final, que debió ser mucho más dramático.

Lo que más llama la atención en “Llampo de Sangre es la naturalidad con que se desenvuelve la trama: todo marcha con un ritmo casi constante, que la convierte —sin lugar a dudas— en una de las películas chilenas más entretenidas de los últimos tiempos. Hay calor humano; los problemas que se debaten en la pantalla llegan hasta el espectador, provocando esa corriente mágica, comunicación ideal entre el público y los personajes de ficción.

Los ambientes de la mina y de la casa de remolienda del pueblo están magníficamente logrados. Hay momentos tan bien realizados, que nada tienen que envidiar a muchas de las mejores producciones de la cinematografía latinoamericana.

La actuación es homogénea, espontánea y natural. Todos los intérpretes cumplen con acierto, y es que los tipos y los parlamentos que deben decir, resultan auténticos y reales. Karina (aunque no está exactamente en el tipo de la novela), actúa con soltura y emoción. Hernán Castro Oliveira realiza —sin duda— el mejor papel en su carrera de actor. Raúl del Valle, comunicativo, aunque a veces su dicción hace difícil entender sus parlamentos. Gerardo Grez, en un papel ingrato, demuestra aplomo y naturalidad. Sergio Liberona (el pequeño Pecoso), está muy bien. Lautaro Murúa: sobrio, sincero. Helia Grandón, sin Impresionar, está correcta en el difícil papel. Luego, en actuaciones de menor importancia, destacaron: Petronio Romo, Agustín Orrequia, Ernestina Paredes, Elena Moreno, Raúl Latorre, Guillermo Bravo y Arturo Gozálvez.

La fotografía de Andrés Martorell confirma, otra vez más, la espléndidas cualidades técnicas y artísticas de nuestro camarógrafo. En un ambiente que ofrecía escasas posibilidades materiales para desarrollar su labor, demostró toda la gama de sus recursos. Hay efectos fotográficos de gran calidad y movimientos de cámara muy bien logrados.

Los defectos más notables del film son: la confusión al principio en el planteamiento del problema, y la acción retardada del final, ambos productos negativos de una meritoria actitud de Henry Vico: respetar al máximo la excelente novela de Oscar Castro.

Con todos los atributos y defectos anotados, “Llampo de Sangre” se sitúa en la plana de las mejores películas chilenas; y, sin lugar a dudas, está señalando un camino, el de seguir la ruta de nuestra realidad ambiente y conceder al argumento la primerísima importancia que merece.

Henry Vico, quien debutó en “Llampo de Sangre”, como director,  acusó   apreciables  condiciones de  realizador.