Cine por A.R.M. Primer año
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Producción: Escuela de artes de la Comunicación de la Universidad Católica

Dirección: Patricio Guzmán

Fotografía: Toño Ríos

Sonido: Eugenia María Rodríguez Peña

Censura: mayores y menores

Cine: Pacífico y Gran Avenida

El documental realizado por el joven cineasta Patricio Guzmán al frente de un equipo de la escuela de Artes de la Comunicación de la U. Católica, estrenado esta semana en dos cines capitalinos, es una cinta de clara intención política que podría catalogarse dentro de lo que se ha dado en llamar cine comprometido, y por lo tanto es difícil para el comentarista evadir este aspecto del film. El propósito de “Primer año” es mostrar en forma aparentemente objetiva los logros alcanzados por nuestro país después de un año de gobierno de la Unidad Popular. Para conseguir su cometido Guzmán, usando el estilo de “cine testimonio”, deja que la cámara, magistralmente dirigida por Toño Ríos, sea un testigo frío e imparcial de los acontecimientos, o que por lo menos dé la sensación de serlo. Y otro tanto ocurre con los testimonios grabados, que tienen el mérito de la espontaneidad, aunque resulta extraño para el espectador imparcial que el 100 por ciento de los entrevistados aplaudan la gestión del Presidente Allende, cuando en las urnas el Gobierno no logra superar un promedio del 40 por ciento del electorado. Pero dejemos la política a un lado y volvamos al cine.

Porque al margen de la clara ideología mostrada por su realizador, muy respetable aunque no la compartamos, “Primer año” es cine y de primera categoría, y posiblemente uno de los mejores documentales logrados en nuestro país.

La primera escena, según reza un título superpuesto, está capturada en “la madrugada del 5 de septiembre de 1970, en el Barrio alto de Santiago”, y muestra las avenidas desiertas, mientras la cámara se solaza mostrando grandes mansiones, con sus ventanas herméticamente cerradas. El silencio se rompe con la llegada de la motoneta de un repartidor de diarios, los que va lanzando a los jardines de las casas. Un primer plano de estos diarios nos permitirá enterarnos que Allende ha sido el candidato presuntamente electo. De ahí pasaremos a una secuencia realizada con real maestría, en la que se mustra el efecto que este resultado provoca en la Bolsa de Comercio, donde veremos alternadamente rostros de corredores, de atribulados inversionistas, de dedos contando billetes, de remates de menaje, y de señoras tomando pasajes al exterior.

Aunque sólo ha pasado un año y ocho meses de aquel “fatuo” evento del 5 de septiembre de 1970, si hoy Patricio Guzmán filmara las grandes mansiones del Barrio Alto, dedos contando plata o personas viajando al extranjero, se encontraría con serios problemas para que no aparecieran en la pantalla solamente “hombres nuevos” sumamente revolucionarios, ¿cachai, gallo?

Pero sigamos con el cine. Después de una leve secuencia mostrando con fotos fijas el asesinato del general Schneider, pasamos a votación del Congreso Pleno, y luego, a la salida del compañero Allende ya con la bandera presidencial, más tieso que volantín curado, lo cual se convierte en un desfile en el cual el Presidente camina entre una fila de detectives y sujetos del GAP a los cuales hemos vuelto a ver en las páginas policiales de los diarios.

Este desfile se funde cinematográficamente con un “traveling” (pongámonos siúticos alguna vez) que nos lleva a una toma de un predio hecha por mapuches. Esta secuencia es de tal calidad cinematográfica y humana que no vale ninguna descripción escrita, y quien quiera conocer realmente cómo sienten y opinan los últimos sobrevivientes de nuestra raza araucana, deben ver “Primer año”.

Y siempre, manteniendo esa misma calidad cinematográfica, de la cual son cómplices principales Toño Ríos con su cámara (tenemos entendido que aún no cumple los 25 años), y el equipo de sonidistas que dirige Eugenia María (con ese nombre dan ganas de conocerla y abrazarla) pasamos a las etapas positivas (?) y propagandísticas del primer año de revolución a la chilena.

Como es de suponer, no faltan los lugares comunes, tales como el día de la dignidad Nacional, con tomas de congreso Nacional, en que pese a que los parlamentarios de todos los partidos votaron unánimemente por la iniciativa, la cámara se sale de su objetividad para buscar los gestos que puedan ridiculizar a los parlamentarios que no pertenecen al Gobierno, es así como vemos a muchos senadores ir de un lado para otro mientras el Senador Francisco Bulnes fundamenta su voto, o mientras otros parlamentarios hacen comentarios en voz baja sobre la votación. Es así como vemos bostezar a Lucho Undurraga, o sobarse la cabeza a Ewaldo Klein. Desgraciadamente para la continuidad ideológica de la cinta, al encargado de los cortes se le escapó, quizá por desconocimiento político, cortar al ex Ministro de Minería, ex Ministro de Vivienda, y candidato a lo que venga, Orlando Cantuarias, mientras se rasca el cogote con una cara de aburrimiento, como si no se estuviera jugando el suelo de Chile, y el de muchos militantes de la UP.

Posteriormente el documental de Guzmán se dedica a mostrar los hechos positivos del “Primer año”; los que todos conocemos a través de los discursos semanales o mensuales del Primer Mandatario. En resumen, que se produce más cobre; que la empresa Yarur ha comenzado a dar frutos textiles desde que se tapó con un lienzo la estatua de su fundador y creador, y desde que se hizo cargo de ella un interventor que no distinguía una media nylon de una sábana de crea.

A todo esto no faltan los toques de contraste, como mostrar a los mineros del carbón, en paralelo a fotos del álbum familiar de la familia Cousiño, creadores y explotadores del mineral de Lota.

Como estamos ciertos que Patricio Guzmán es un cineasta honrado, debería filmar hoy día el mismo palacio de los Cousiño, en Lota, ocupado esta vez por el nuevo gerente, miembro del PC, nombrado por S.E., y al mismo tiempo fotografiar los barcos que desde hace unos meses deben traer el carbón desde Canadá que el mineral en manos de los hombres nuevos no es capaz de producir para cubrir las necesidades industriales chilenas, y del cual había sobreproducción antes que triunfara Allende y que Patricio Guzmán comenzara su excelente documental, un tanto indocumentado en materia económica. Ya que su cámara hace aparecer a Chile produciendo más cobre, más pescado, más tejidos y más alimentos que lo que muestran las estadísticas y la vieja canasta de la dueña de la casa, que estas últimas semanas se ha visto bastante distanciada de lo que publica “La Nación” o la “objetiva” cámara de un documental universitario.

Una vez que el film toma la onda del cine publicitario, con las consabidas chimeneas humeantes, los hornos metalúrgicos en ebullición, los telares corriendo, y los rostros de mineros sudorosos en primer plano, se salva de parecerse a un corto de Emelco, gracias al sonido directo que nos trae las voces auténticas de los participantes, y la calidad fotográfica de Ríos, que transforma una cinta de propaganda en una película de auténtica calidad.

Digna de mención son las tomas satíricas de las marchas de las mujeres democráticas con sus cacerolas. Gracias a un cuidado corte, y una cámara especialmente intencionada, con un lente gran angular especialmente elegido para distorsionar rostros al extremo caricaturesco, se hace desfilar en pantalla las damas más arrugadas, más feas y ridículas del país.

Si con ese mismo lente (o sea misma lente como dicen los lingüistas) se fotografiase a la Ministra del Trabajo; a Julieta Campusano, a ciertas damas “jóvenes” del teatro universitario, a la Presidenta de la Juventud Comunista; a Ricardo García, o al Presidente Allende (sin la faja metálica que usa para evitar los resfríos), el desfile sería igualmente interesante, ya que la vejez siempre ha sido un buen tema fotográfico, como lo demuestran anualmente los mejores exponentes de la cámara, en sus exposiciones anuales.

Como el cine, cuando está manejado en manos de quienes dominan ese difícil oficio (y Guzmán no cabe duda que lo domina y con maestría), lo transforma todo con su magia, permite que el espectador se sienta atraído por las imágenes y por el ritmo de este documental, aunque tenga que aguantarse una secuencia completa dedicada a explicar que la revolución sería imposible sin la izquierda cristiana (o sea sin Jerez, sin Bosco Parra, y sin Gumucio), si es que todavía no han inventado otro partido nuevo.

Y por supuesto que el “Primer año” no sería completo sin la llegada de Fidel Castro, quien parece ser el héroe de la película ya que a pesar de estar la cinta destinada a celebrar el primer año de una revolución “con gusto a vino tinto y a empanadas”, le dedica más de la mitad de su cinta de sonido a reproducir sus tropicales discursos, mientras al Presidente Allende, a quien se supone actor principal de la revolución chilena, apenas se le graba algunas frases incoherentes mientras viaja a la Parada Militar, rodeado de sus infaltables guardaespaldas.

Como en toda nota humana, y esta cinta es esencialmente humana, no faltan los toques de humor, como la voz de un entrevistado sobre la nacionalización del cobre, que expresa: -Si el cobre debió haberse nacionalizado en tiempo de O´Higgins, para que el dinero no fuera a parar a manos de los gringos sino que a la Contraloría de la República…

Pero lo que causa más risa entre los espectadores es una nota que Guzmán no imaginó, y es la que muestra un supermercado atiborrado de mercaderías, mientras unas voces en off, que se suponen pertenecen a momias de la CIA, se quejan del desabastecimiento. Y la risa no dejaba de ser trágica, ya que el día que se estrenó “Primer año” el pueblo de Santiago no contó con pescado, verdura, pollos, carne, huevos, fiambres, mantequilla, leche. Tampoco había gas ni parafina. Los cigarrillos habían subido al doble de su precio y tampoco se encontraban en el mercado.

En cambio por sólo diez escudos se puede ver en hermosísimos colores, cómo se logra el paraíso en un “Primer año

EN RESUMEN: un excelente documental, donde el talento del director se une a la cámara imaginativa y ágil de Toño Ríos aunado a un equipo que demuestra que sabe hacer cine, pero que no debe olvidar (perteneciendo a la Católica) que uno de los 10 mandamientos ordena: “No mentir”.