Cine chileno

La obra de Correa, en cambio, es un buen documental, de gran dignidad y esfuerzo, y que prueba en muchos sentidos su madurez como cineasta. Pudo haber sido “lo mejor del año”, pero los críticos prefirieron declarar desierto el premio. Seguramente porque, no obstante sus méritos, no tiene la categoría para postular a un premio anual.
Para muchos esta “deserción” del cine chileno es una broma de mal gusto, pues 1973 fue un año bastante activo y promisorio en materia de realizaciones. Fueron proyectos que no salieron a luz por no haber terminado su proceso de edición final. Si ello se hubiera concretado, habría sido el “año de oro” de la cinematografía nacional. Se filmó bastante –tanto documentales como cine de ficción-, maduraron promesas y los “consagrados” tentaron su largometraje decisivo.

Estas películas tal vez no se conozcan jamás. Sus realizadores han emigrado y pueden terminarlas, pero por ser muestras de cine íntimamente comprometido con ideas de aristas polémicas, su exhibición es problemática.
El año 1974 se presenta con dos promesas concretas. En lo extranjero, con la posibilidad cada vez más cierta de conocer los títulos de interés internacional. En lo nacional, la reestructuración de Chile Films augura días mejores. Ello es patente en la elaboración de planes que permitan el florecimiento de nuestra cinematografía y en el propósito manifestado reiteradamente por las autoridades responsables de la empresa en orden a que a través de la imagen en movimiento se pretende mostrar el verdadero rostro de Chile y los valores positivos de su pueblo.

