Lo que significa «Esperanza» para el cine chileno
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UN POCO DE HISTORIA

Fué exactamente en nuestra edición N.º 904, del día 18 de mayo de 1948, cuando anunciábamos, en la sección «Paquete de Noticias», que las gestiones iniciadas por el productor argentino, Manuel Peña Rodríguez, se llevarían —¡por fin¡— a la práctica, y que era probable que Chile Films acordara, en breves días más, realizar la película «Esperanza«.

Desde ese instante, y aún de mucho tiempo atrás, habíamos ocupado nuestras columnas para instar a la Corporación de Fomento, a fin de que aceptara filmar aquella ambiciosa película. Lo habíamos hecho de buena fe, seguros de que era preferible la actividad —aunque no estuviera absolutamente a cargo de los elementos chilenos—, antes que el mutismo y la modorra. Por eso es que nos alegramos de que «Esperanza» se hubiese comenzado a rodar. Porque hacía andar a nuestros estudios que habían estado trece meses inactivos, antes de que «El Paso Maldito» —la película anterior a «Esperanza«— los hubiese ocupado por un par de semanas. Estábamos contentos, porque por fin se cumplían algunos de los planes proyectados, ya que no hacía mucho hablamos comunicado a nuestros lectores que había fracasado una nueva negociación, esta vez con la productora «Interamericana». Y también nos felicitábamos de esta resolución, porque la categoría de los elementos anunciados (artistas, técnicos y director) auguraban un film, si no gran­dioso, por lo menos digno exponente de la capacidad de nuestros elementos humanos y técnicos. Y comenzó la filmación.

ecran3_23081949.jpgPERO,  ¿QUE PASO?

Pronto el capital anunciado no llegó. La película —que iba a costar seis millones de pesos— comenzó a sentir la carga de la angustia económica, que se hizo presente con tocas sus trágicas consecuencias.

Comenzamos a realizar investigaciones; en la Corporación de Fomento nos declararon que esta situación se debía a que el productor no había cumplido con su aporte; éste —a su vez— nos aseguraba que era la Corporación la que había tardado en el cumplimiento dé sus obligaciones.

Quienquiera que hubiese tenido la culpa, el hecho es que las cosas ya no marcharon como en su comienzo. Los actores —impagos— ya no pedían guardar por más tiempo su fidelidad, y la ira fué mas fuerte que su prudencia. Y entonces se hizo ostensible esta desesperada situación económica. Ya no se podía disimular que se estaba trabajando sin capital. Junto a esto, se inició el desbande. Primero, cambiaron al iluminador, por razones de capacidad técnica. Más tarde se fueron —casi en este mismo orden— la encargada del vestuario, el director, su ayudante, el escenógrafo, el jefe de la sección utilería, el maquillador…, y, por último — cuando más se le necesitaba—, el compaginador.

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En el intertanto, hubo amenazas de huelga, actores que se iban y volvían a Buenos Aires, largas filas de extras a quienes se les pagaba, poco a poco…, en fin: una verdadera Torre de Babel. Francisco Mugica, el director original, que pretendió hacer de “Esperanza” una cinta épica, que quiso hacer un canto al esfuerzo, debió abandonar su puesto, luego de habérsele negado las garantías artísticas que solicitaba para continuar el film. Quedaba bien en claro, por consiguiente, la intención de los preductores de la cinta: hacer «Esperanza«, como fuera y como saliera. Entra entonces en la historia del film un nuevo director. Y sigue la filmación…, ¡con el encuadre mutilado!

   ♦  

En ese instante surge, con un heroísmo que nunca antes había demostrado por los elementos nacionales, la Corporación de Fomento, y. con un esfuerzo digno de mejor causa, logra dar término a la producción, que resultó ser —como sabemos— un film demasiado pobre, en desacuerdo con los sacrificios realizados. Bien puede decirse, como atenuante al error cometido, que es imposible saber cómo es una película mientras no se la vea proyectada. Y en eso estamos de acuerdo. Pero lo que no nos parece bien, es que se haya financiado con dinero fiscal, una película cuyo tema no hace más que cantar las virtudes del pueblo y de la tierra argentinos —que no ponemos en duda—, pero que nada apartan al conocimiento, a la divulgación y a la crea­ción artística de nuestro pueblo. Y eso, no pueden negarlo, lo sabían antes de comenzar a rodar el film.

DIECISEIS MILLONES DE PESOS

Eso costó «Esperanza«, según lo declarara a la prensa argentina el productor de esta cinta.

Imaginemos que de estos dieciséis millones de pesos chilenos, la Corporación de Fomento a la Producción haya puesto diez, ya sea en dinero efectivo, o en documentos descontables.

¿Saben ustedes lo que se habría pedido hacer en beneficio del cine chileno con estos diez millones de pesos? Por lo menos diez películas. Si a éste capital le agregamos un pequeño anticipo por película que hubiesen aportado los distribuidores (más o menos trescientos mil pesos por film), habríamos tenido un capital de un millón trescientos mil pesos para cada película, cantidad suficiente para producir una cinta digna de ser exhibida. La filmación de diez películas, en un año, habría significado trabajo permanente para unas mil personas, entre actores, directores, escritores, técnicos, músicos y obreros. Al cabo de la décima película, ya se habría tenido el producto de algunas entradas, percibidas por el estreno de las dos primeras, dinero con el cual se podían seguir realizando films, en una cadena sin fin, que habría logrado, a la postre, la periodicidad de la producción fílmica. En pocas palabras: con ese dinero se fundaba, definitivamente, la cinematografía nacional. Aparte de una serie de ventajas inmediatas para Chile Films, por amortigación del dinero facilitado, se podían haber vendido las películas en block, lo que significaba sacar mejor precio e interesar a nuevos mercados. Las ventajas, sin duda, eran muchas y muy necesarias…

… Pero el dinero ya no está, porque se invirtió en una  película,   que  —por desgracia— no sentimos como nuestra.

PUNTO FINAL

La enumeración de estos detalles resulta fatigosa. A menudo nos invade la congoja y hasta la desesperación. Cada detalle expuesto otra vez a la luz, nos trae amargos recuerdos. Nosotros hemos visto de cerca debatirse la desgracia en los hogares de quienes un día fundaron su esperanza en el porvenir del cine chileno. Hemos visto a nuestros obreros y técnicos cumplir jornadas aniquiladoras, actuando siempre de buen ánimo y mejor fe. Sabemos que sus condiciones son extraordinarias, ya que conocemos las expresiones de admiración que siempre han sabido arrancar de los cinematografistas extranjeros. Es toda una juventud afanosa, que cumplió les cursos de aprendizaje en medio de la experiencia, de la ayuda mutua y del sacrificio por superarse, Y también hemos visto partir a los ya consagrados, en busca de nuevos horizontes. Por eso es que nos da pena…, porque es probable que los estudios vuelvan a quedar desiertos.

Sin embargo, quisiéramos poder asegurar en estos momentos que aquellos mismos esfuerzos que se hicieron para financiar la película “Esperanza”, se multiplicarán esta vez, a fin de conseguir la estructuración definitiva del cine chileno, porque imaginamos que esta dolorosa experiencia de la que todos aprendemos ahora, servirá para que por fin la Corporación de Fomento se dé cuenta de que en Chile tenemos elementos tan buenos o mejores, como los de cualquier otro ambiente. Y de que ya es hora de que sean tratados con la dignidad que se merecen.