Hernán Correa: «Hay que poner fin a la anarquía actual». El cine chileno espera una solución integral
Películas relacionadas (1)
Personas relacionadas (1)

HERNAN CORREA ganó sus primeros premios en concursos de fotografías a los 15 años y estudiaba el segundo año de Ingeniería en la Universidad Católica cuando se dedicó al cine. Ingresó a Chile Films (1944), donde trabajó como ayudante de cámara en varios films. Posteriormente realizó mas de 20 documentales. Acrecentó su experiencia en Francia e Italia (1952 y 1953), países en los cuales colaboró con Jacques Becker y participó en cursos libres de dirección en el Centro Experimental de Cine de Cinecittá. En 1959 realizó su primer largometraje, «Un Viaje a Santiago«, que tuvo gran éxito de taquilla al estrenarse en 1960. «La única película que la superó en borderó fue «Quo Vadis» entonces…», informa Correa. Y agrega sonriendo: «Además es la película chilena que ha sido vista por la mayor cantidad de seres humanos. Fue vendida a la República Popular China, donde se calcula que ha sido exhibida ante el 10 por ciento de la población…»

Actualmente Correa está filmando una película episódica, en base a siete cuentos «unidos por un tema: el río Mapocho».

—Trabajo lentamente —indica—, porque todo lo estoy haciendo con mis propios recursos económicos.

ARTÍCULOS Y PERSONAJES

Correa es un hombre que está al tanto de todo cuanto ocurre en el plano legal con respecto al cine nacional, del cual es uno de los más activos impulsores. Frente a nuestra pregunta básica:

—¿Cree que existe un proceso de renacimiento del cine chileno?

Responde  con palabras categóricas:

—Artísticamente no. Industrialmente, sí.

—¿Artísticamente no? ¿Y por qué?

—Porque no se puede nacer o re-nacer por generación espontánea. Primero, necesitamos las herramientas para hacer cine. Luego veremos cómo hacemos ese cine.

—¿Cuáles son sus razones para justificar un renacer industrial?

—Porque hasta el 31 de enero de 1967 estaba prácticamente prohibido hacer cine en Chile por las dificultades tributarias. Por esto cada film llevaba de antemano su certificado de defunción, tanto económica como artísticamente. A partir de esa fecha (en que apareció la publicación de los artículos 202 y 252 de la Ley N.° 16.617 en el «Diario Oficial») y por primera vez en la época del cine sonoro chileno se puede recuperar el costo de producción de una película normal. Creo que es justo reconocer aquí la participación decisiva de los senadores Luis Fernando Luengo  (quien presentó los artículos) e Ignacio Palma (que los defendió) y los diputados Eugenio Ballesteros y  Jorge Lavandero, que me ayudaron a sacarlo adelante. Y aunque sea inmodesto, tengo que repetir que fui yo quien logré que esos articulos se hicieran realidad, porque hubo algunos personajes que impúdica y públicamente se atribuyeron ese trabajo. Fueron los que durante dos años prometían que ya estaba lista la Ley del Cine y nunca la hicieron enviar al Congreso. Son los mismos que ahora, desde hace más de cuatro meses, no permiten que se dicte el reglamento de la ley, impidiendo a Kramarenco, Soto y Covacevlch recibir los beneficios de la  legislación  anteriormente citada…

HACIA UNA SOLUCIÓN TOTAL

—¿Cree que tales artículos son suficientes para permitir el renacimiento del cine chileno?…

—Esos artículos no solucionan todo el problema del cine nacional. Existe el aspecto de la liberación de derechos de aduana para internar película virgen y elementos técnicos. Pero éste es un problema que subsiste simplemente porque las llamadas autoridades cinematográficas no quieren solucionarlo… Bastaría al respecto un decreto gubernativo que rebaje en un 90 por ciento los derechos de internación de ese material, NO SE REQUIERE LEY, ya que el Ejecutivo dispone de la facultad para hacerlo. Y si esa facultad ya no existiera, no veo qué impedimento tienen las autoridades cinematográficas para lograr ese objetivo mediante una ley.

—¿Qué propondría entonces como solución total?…

—Que se completara la legislación cinematográfica. Y además que se cree una autoridad máxima del cine que ponga orden en la anarquía actual y acometa las soluciones fundamentales, desde el problema de la internación de película virgen y equipo fílmico hasta el control de la importación ilimitada de films extranjeros de bala calidad y el fomento a la internación de buenos films.

«ASPIRO A MOSTRAR A LOS CHILENOS…»

—¿Cree que resultaría conveniente para el cine chileno el sistema de coproducciones con otros países?…

—Si aspiramos a crear un cine chileno propiamente tal, en nada nos beneficiarían esas inversiones, que sólo nos darían un producto híbrido. En cambio, las coproducciones hechas en base a convenios (que pueden ser entre gobiernos) y con un sentido permanente podrían ser beneficiosas a la industria nacional. Las coproducciones esporádicas serían sólo negocios circunstanciales.

—¿Cuál sería el camino a seguir en el cine nacional? ¿Como cine de expresión o  cine comercial?…

—Por el cine mal llamado comercial, yo no habría abandonado mi carrera de ingeniero ni sufrido 23 años de estrecheces económicas por la causa del cine. A propósito de esta pregunta, creo interesante citar las palabras de Ingmar Bergman en el libro de Jacques Siclier, donde el famoso realizador sueco reconoce que lo primero que se le exige al creador es distraer, pues trabaja para el público. Dice: «Estamos en el caso del artista, que, por su propia voluntad, efectúa el salto mortal en lo alto del circo para la satisfacción de los espectadores. Nosotros también debemos arriesgar nuestro renombre y nuestra vida para satisfacer las necesidades del cine. Debemos realizar con éxito un número tan perfecto, tan peligrosamente controlable, que permita que los espectadores se olviden de ellos mismos, olviden a sus parientes, sus problemas, sus impuestos. Sólo cuando llegamos a esto es que justificamos nuestra calidad».

«Yo aspiro a mostrar al chileno tal como lo he estado estudiando desde hace años, en su raíz misma, incluso con sus fracasos y defectos. No me preocupa que esto sea llamado cine de expresión o no.

CINE JOVEN, LOS FESTIVALES Y OTROS PUNTOS

—Y respecto al llamado cine joven, ¿qué opina?

—Si se trata de los elementos jóvenes, puedo decir que luché años por la obtención de las herramientas que les permitirán trabajar, ya que serán ellos los que se beneficiarán con la aprobación de los artículos 202 y 252. En el plaño estético, estimo que no hay cinematografía joven en Chile, pero reconozco que existen movimientos e inquietudes que ahora tienen mejores oportunidades para revelarse. En el reciente Festival de Cine de Viña del Mar pude apreciar que el llamado cine joven, con algunas excepciones, no demostró poseer una gran calidad estética, cinematográficamente hablando. Por supuesto, atribuyo gran importancia a los cine-clubes y los cine-foros como elementos de formación. Mientras más proliferen mejor.

—¿Qué importancia concede a la realización de films destinados a los festivales?

—Considero ridículo hacer películas previamente concebidas para festivales como encuentro ridículo querer hacer obras de arte. Creo que un realizador puede proponerse hacer una buena película y, si ella es digna o artísticamente excepcional, enviarla a un Festival. Pero no se puede proceder a priori en este mismo aspecto. Lo importante sería que un film llegara a los festivales después de una selección en su propio país.

—¿Qué critica haría, en general, a la producción chilena?

—Que el cine chileno sufre de inmadurez e infantilismo. Esto se puede apreciar simplemente a través de los argumentos y las realizaciones mismas Creo que la experiencia contribuye a ver mejor las cosas y a superar ese infantilismo. Yo mismo reconozco que «Un Viaje a Santiago» tiene muchos de esos defectos. Y aun más: varios de los guiones de los cuentos de mí próxima película me merecen reparos. Y, desde luego, me aplicaré una autocrítica.

ecran3_1896_06061967.jpg