GUILLERMO YANQUEZ, enamorado del cine, nos cuenta sus andanzas por Hollywood y habla del porvenir inmenso de la cinematografía nacional
Películas relacionadas (1)
Norte y sur (1934)
Personas relacionadas (2)

Guillermo Yánquez nació con el alma encendida de un poco de poesía, de manera que cuando su padre le dijo: «Vas a estudiar medicina», a él eso no le pareció muy bien; pero obediente de la autoridad paterna empuñó el bisturí… y, cuando se encontró frente a un cadáver, por primera vez, volvió horrorizado a su casa gritando: «Papá, papá, yo no quiero ser médico».

Ese pájaro azul de la ilusión que hace a los hombres un poco atolondrados y un poco tristes había anidado en el cerebro de Yánquez y no era posible sacarlo, porque estaba diluído, como un fuego abrasador, en la masa encefácilica.

Un día Yánquez tomó un vapor, esto era en 1927, y no se bajó de él hasta no llegar a la estruendosa Nueva York. La ciudad lo recibió con los dientes afuera. Le dijo que allá no era posible, cuando se tenía un corazón de fuego, comer todos los días. Y fué así. Para satisfacer las más premiosas necesidades estomacales, este muchacho que acaba de revelarse en «Norte y Sur» como un artista de gran temperamento, tuvo que emplearse de mozo en un hotel.

-¿Se quedó mucho tiempo en Nueva York?- le preguntamos.

-No- nos responde-, apenas tuve ocasión me trasladé a Hollywood, pues ese era mi sueño dorado. Allá me esperaban nuevas pellejerías. Tuve que ocuparme en una fuente de soda para hacer cocktails. No los había hecho nunca. Sabía solamente tomarlos. Entonces, pasó que como fracasara lamentablemente en ese oficio me hice vendedor de corbatas, de retratos, de colleras, de calugas, de baratijas y de cuanto Dios ha inventado para que un ciudadano chileno no se muera de hambre en el extranjero. Poco a poco- prosigue-, conseguí irme metiendo en la Metro-Goldwyn Mayer. Poco a poco, hasta que un buen día la secretaria del Departamento Español de la Metro me dijo que me tenía un puesto. Se trataba -nos dice-, de enseñarles inglés a los actores españoles que habían venido contratados para filmar en Hollywood. Fué mi salvación. Tuve alumnos y los dólares empezaron a brillar, por primera vez, ante mis ojos atónitos. No crean ustedes que se trataba de sumas insignificantes, no; ganaba el dinero a manos llenas y el fantasmas del hambre, que tantas malas jugadas me había hecho, empezó a desvanecerse para siempre.

Yánquez sonríe. Recuerda sus múltiples aventuras. Sus días pasados, de blanco en blanco, sin probar bocado.

-Así- agrega-, llegué a tener teléfono en mi casa y ¡una secretaria!…

-¿Cuáles fueron sus alumnos más destacados?

-Mis primeros amigos de fama en Hollywood fueron William Haynes y Beesie Lowe; pero mis alumnos «más palo grueso» fueron la Greta Garbo y Joan Crawford, con quienes me hice bastante amigo.

Varias oportunidades tuvo Guillermo Yánquez para entrar como actor, que era lo que él perseguía, a los talleres de la Metro. Contaba para esto con la simpatía de miss Ruth Carnall, secretaria de mister Davis, jefe del Departamento Español, quien se interesó grandemente por nuestro compatriota. Todo estaba arreglado ya para que actuara en un film, cuando la Metro determinó no hacer más películas en castellano.

-¿Cómo es Greta Garbo en su trato íntimo?- preguntamos.

-Encantadora, magnífica y muy dúctil de carácter.

Ahora me habla Guillermo Yánquez de las probabilidades que en Chile tiene la cinematografía:

-Ante el éxito de «Norte y Sur«-nos dice-, hay que esperarlo todo ahora. El público ha respondido a esta iniciativa que se ha llevado a cabo con múltiples sacrificios. Esto demuestra, sencillamente, que en Chile se puede hacer películas. Hay los elementos para ello y el público los acepta, no únicamente con agrado, sino que con calor y entusiasmo. Los elementos- prosigue-, sobran. Encuanto a la mujer chilena, se presta admirablemente, por cuanto hay todos los tipos necesarios para hacer cualquier film. Tenemos desde la rubia platinada hasta la morena insinuante. En lo que a paisaje se refiere, Chile está considerado como uno de los más aptos para la producción cinematográfica. Cuenta con bellezas naturales de primer orden y con una luminosidad del paisaje muy adecuada para el film.

Finalmente- nos dice Guillermo Yánquez-, les aseguro yo que las próximas películas que hagamos aquí resultarán tan buenas como las extranjeras.

ecran4_07081934.jpg

El último retrato de Yánquez (Foto Hochhaausier).

ecran5_07081934.jpg

ecran6_07081934.jpg

Aquí está Yánquez, acompañando a Coke que dibuja una caricatura de Laurel y Hardy.