Confesión de película
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Nacido en 1923 –rente a la Feria- el director de cine Aldo Francia jamás ha vivido fuera del Valparaíso. Casado, cuatro hijos, médico pediatra, heredó de su padre, “que tenía un boliche de abarrotes”, su incurable optimismo.

Como pediatra, asegura que esta especialidad se asemeja con el cine, porque ambas son un lenguaje. Los niños expresan sus malestares a base de símbolos, el médico descubre lo que eso significa. Con el cine ocurre lo mismo. No existe el cine que no sea simbólico.

Desde niño fue aficionado a ver películas y a los misterios de la imagen. Luego de recibirse de médico viajó por Europa con una cámara Bólex de 8mm. En esa época (1949) vio “Ladrón de bicicletas”, de Vittorio de Sica. Esta experiencia fue definitiva y se lanzó a filmar siempre en 8mm., pero con una estructura y un lenguaje a partir del neorrealismo.

El diálogo

En 1962 fundó con otros amigos el Cine Club de Viña del Mar. Por este medio tenía la esperanza de llegar al largometraje. Y se cumplieron sus deseos. Se había fijado una meta de cinco años para hacer su primer largo. Se demoró un poco más: lo hizo luego de seis años. Para filmar “Valparaíso, mi amor”, vendió cuatro departamentos y el automóvil, porque se pasó de los costos y el montaje audiovisual se prolongó demasiado.

Antes del estreno en Santiago de “Ya no basta con rezar” y de su viaje a Europa y América del Norte –en busca de mercados para las películas chilenas-. ERCILLA sostuvo con él el siguiente diálogo:

¿Con “Ya no basta con rezar” pretendía despertar polémica sobre los nuevos curas o era solamente un pretexto para mostrar aspectos pintorescos?

-Iba dirigida a un público y no al que le gustara Valparaíso. Para hacer una película hay que analizar a qué público quiere dirigirse y según eso expresarse. Elegí al público cristiano y qué cosas decirle. Debí adaptar el lenguaje a ese medio y a la idea que quería entregar. No es folclórica, es más profunda.

¿Cuál es su opinión sobre el movimiento “cristianos para el socialismo”?

-Pienso que están en la buena senda. Religión es “religar”. Ellos están religando a los cristianos con la realidad actual. Si buscan el diálogo con los marxistas, ello es positivo. Marxismo y cristianismo son necesarios y se complementan. El primero estudia lo inmediato, cómo funciona el motor del automóvil, de qué está compuesto. El cristianismo va más allá, busca el significado que tiene la existencia de ese motor y para qué servirá en el mundo por venir. La religión de la perspectiva futura.

En su película hay cuatro categorías de curas: el cura párroco, el cura guerrillero y el obispo, ¿no cree esquemático presentar en un solo filme tanto cura junto, siendo que cada uno es un universo de problemas?

-Estoy de acuerdo, pero mi película es sencilla, es sólo un sendero, no trata de profundizar en los personajes. De otra manera, no hubiera sido para los cristianos, sino que para los intelectuales. El cura Justo (Tennyson Ferrada) representa a la Iglesia tradicional. Basta recordar la escena en que Poncio Pilatos se lava las manos y se muestra la figura  de este cura. El sentido paternalista de la Iglesia también está presente en el cura obrero (Perucci). Traicionan al pueblo, porque no habla su lenguaje. La tercera posición es la del cura Jaime (Marcelo Romo), que se va a los cerros, sin identificarse con la lucha del pueblo, pero haciéndose la quemante pregunta: “¿Quién sabe dónde está la casa de Dios?” es muy bienintencionado, muy poético, pero está totalmente fuera de órbita. Su compromiso individual, no como Iglesia, sólo se ve al final, al lanzar las piedras contra los tribunales. En esta escena queda con los brazos en cruz, crucificado como Cristo.

¿Con cuál de los tres curas están sus simpatías?

-Desde luego que con este último.

Sin embargo, dentro de la película no aparece como suficientemente justificada la acción final del cura Jaime, sus motivaciones son muy esquemáticas. ¿Piensa que en la vida real está plenamente justificada esta actitud?

-Sí. Él siempre estuvo contra la violencia. Hay un itinerario suyo en toda la película. El compromiso con la violencia es simbólico, en realidad es una comunión, una relación entre Iglesia rica e Iglesia pobre. El compromiso del cura Jaime con sus ideas se traduce en pescar la piedra y  arrojarla (puede ser también la devolución de la bomba lacrimógena).

¿Qué piensa de la acogida que se ha dado a su película?

-Buena: cincuenta mil espectadores en Valparaíso. La crítica la ha tratado bien, en general. El público la recibe bien y la comprende, la aplaudió en todas las funciones. La jerarquía eclesiástica de Valparaíso la atacó.

¿Qué piensa de la actividad cinematográfica chilena? ¿Cree que una experiencia fílmica como la de Costa-Gravas y su equipo será positiva para nuestro medio?

-El medio cinematográfico chileno es muy pobre. No podría precisar el alcance de una experiencia como la que aportó Costa-Gravas. Por el momento puedo decir que encareció los costos. Es como perder la inocencia. Otro aspecto de la realidad chilena es que existen dos grupos oficialistas: el de Chile Films y el de los independientes. El primero con todas las posibilidades y facilidades y los otros preocupados de cuidar cada centavo.

“Creo que la tarea principal de nuestros cineastas debiera ser la abrir mercados. En mí es una obsesión. Para esto viajo ahora. A Europa Occidental, a países socialistas, Canadá y USA.

¿Por qué no participó “Ya no basta con rezar” en eventos cinematográficos internacionales?

-En general, por problemas de copias y traducción. En Berlín, por el tema, pues podría crear conflictos, como pasó en otros años con filmes similares, especialmente con el público alemán.

¿Qué opina del cine comprometido políticamente?

-Todo cine es político. Es evasivo o no es evasivo y de los dos modos se hace política. Pasividad y actividad. El cine panfletario, en cambio, es ridículo: es tratar de tonto al espectador. Este cine llega sólo a la gente que no necesita verlo. “Valparaíso, mi amor” gustó en Alemania, y uno de los titulares de los periódicos que la destacó como película valiosa decía: “Más fuerte que un panfleto”.