Valparaíso, Chile
Valparaíso, Chile
De una tenacidad infatigable, pese a todas las dificultades, Francia pone en marcha lo que es su máximo aporte como activista del cine: el Festival de Cine de Viña del Mar, que parte modestamente como “de Cine Aficionado”, y pasa a partir de 1966 a denominarse Festival de Cine Chileno, paralelamente al cual se desarrolla un importante Primer Encuentro de Cineastas Chilenos. Pero el prestigio alcanzado y la madurez organizativa permite dejar definitivamente atrás la etapa de “los aficionados y del cine de 8mm”, y en 1967, lo que cronológicamente correspondía al Quinto Festival de Cine de Viña del Mar, pasa a ser el Primer Festival del Cine Nuevo Latinoamericano, que comprende además un Primer Encuentro de Cineastas del continente. Concurren varias decenas de cineastas de ocho países latinoamericanos, y se proyectan más de cincucnta películas, la mayoría de ellas documentales. El público chileno tiene así la oportunidad de conocer notables producciones, en particular el trabajo de los cineastas cubanos –Humberto Solás y Santiago Alvarez—, brasileños como León Hirszman y bolivianos como Jorge Sanjinés.
Dos años después se realiza el Segundo Festival del Cine Nuevo Latinoamericano, cuya importancia histórica está rubricada por la exhibición de más de un centenar de filmes (algunos tan fundamentales como Antonio Das Mortes, La hora de los hornos, Sangre de Cóndores, Memorias del subdesarrollo, Lucía, entre otros), y la participación de más de ciento cuarenta cineastas. El Festival es, además, el evento inaugural de lo que en adelante se llamará “Nuevo Cine Chileno”, porque se exhiben ahí por primera Tres tristes tigres, de Raúl Ruiz, El chacal de Nahueltoro, de Miguel Littin, y el primer largometraje de ficción de Aldo Francia, Valparaíso mi amor.
Narrado al estilo del Neorrealismo italiano, con una fuerte presencia de la cámara en mano, es una crítica social basada en hechos reales. Un padre cesante, desesperado, roba unas cabezas de ganado para poder alimentar a sus hijos; condenado a prisión, la familia empieza a vivir un proceso de descomposición moral: los hijos mayores se inician en la delincuencia, la hija en la prostitución, y el menor, como muchos otros niños de los cerros pobres de Valparaíso, muere por falta de atención médica. El filme tuvo una muy buena acogida, en particular en festivales internacionales. Tres años después, Francia estrena Ya no basta con rezar, que mirado con una perspectiva posterior, puede considerarse como una suerte de ilustración de teología de la liberación. Es la historia de un sacerdote, párroco de una iglesia de un barrio de burgueses, que vive un proceso que lo lleva a la toma de conciencia paulatina de la lucha de clases. Y a la cárcel, naturalmente Aldo Francia, era un médico cristiano que se definía como seguidor de la visión del mundo propuesta por Teilhard de Chardin. Pero se sentía, por otra parte, muy cerca del marxismo, y como cineasta, declaraba que ante los problemas que vivía Chile, no podía permitirse el lujo de impulsar un cine de evasión. “El nuevo cine no tiene nada en común con el cine anterior –dice en una entrevista-- ; trata de estimular, de movilizar al espectador, de desalinearlo y provocarlo; es una cinematografía con una perspectiva social”.
(Por Luis C. Candia, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)