Vimos en privado: «UN HOMBRE DE LA CALLE»
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VIMOS EN PRIVADO:

“UN HOMBRE DE LA CALLE”

LA FALTA DE ESPACIO nos impide, por ahora, escribir un comentario extenso y de acuerdo con los merecimientos indudables de este nuevo film chileno, que marea una etapa de franco prpgreso en la naciente industria criolla. Prometemos para el próximo número de “ECRAN” un análisis acucioso delos diferentes aspectos que presenta.

“Ropita usá, compro” sirvió a Lucho Córdoba para llenar una buena temporada en el escenario del Imperio. Ha sido llevada al cine, en una adaptación de Rodríguez Johnson para destacar la figura del popular cómico de las tablas. Encarna en “Un hombre de la calle” a un vago de corazón sensible que, además de tener la filosofía propia de quienes viven a la de Dios que es grande, se apropia de aquella frase de Lord Byron: “Mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. Y, moviéndose en un ambiente bien conseguido, da color y comicidad al personaje de Pichito. Se muestra tierno, emocionando a veces, y agradable siempre. Le siguen en eficacia interpretativa, Olvido Leguía, Blanca Negri y Rubens de Lorena, cumplen con corrección sus respectivos papeles. Olvido en el papel de Adriana Goddefroy-la mujer que abandona el hogar por el amor de un calavera, y que se redime por el cariño de su hoja-,consigue situaciones lúcidas. Blanca Negri es la graciosa, Lolita que enloquece a Pichito. Y está bien, indiscutiblemente, aunque es notorio que no la favoreció mucho el maquilaje. Por otra parte, se insiste en presentarla de perfil, privando al público de su risa fesca, uno de los atributos físicos que la destacan.

Actúa con naturalidad, acusandoméritos para ser tomada en cuenta en futuras producciones. Rubens de Lorena supera notablemente su performance rendida en “Verdejo gasta un millón”. Interpreta a un cínico displicente. Y lo vemos desenvuelto, más dueño del cuadro. Ester López, en cambio, cae en lo teatral. Bien pudo haberse prescindido de su gracia chabacana en ciertas escenas.

FOTOGRAFIA Y DIRECION.-Debemos felicitar a Eugenio de Liguoro. Su dirección y su fotografía están muy por encima de todo lo que le habíamos visto hasta ahora. Nos presenta recursos cinematográficos notables, realizados con ingenio, como ese del terremoto, la carretera en automóvil y el ascensor, construído dentro del Estudio. Suelen ser algo bruscas las transiciones de escenas, pero en general la técnica lo identifica como a uno de los elementos más capacitados de la cinematografía sudamericana.

AMBIENTE.-Dentro de la correccion del desarrollo hay, no obstante, una parte inmensamente inferior al resto de la película. Son aquellas escenas que suceden en la boite misma, cuando falta la figura simpática de Blanca Negri. Fuera de una mesa, aquella donde se hace un diálogo, el resto de la concurrencia es de una pobreza de presentación lamentable. Los detalles de las mesas mismas aparecen muy inferiores a las excelencias del escenario, cuyo mérito no se destaca como debiera. No estamos de acuerdo con la conga que bailan Ester López y Lucho Córdoba, que es un recurso para la carcajada fácil de cierto público, pero que para los demás constituye ni más ni menos que una astracanada de grueso calibre.

EL ARGUMENTO.-Reconociendo, como hemos dicho, que “Un hombre de la calle” tiene condiciones sobresalientes, debemos confesar que el argumento se salva únicamente por los chistes y el trabajo de los artistas. Hasta ahora el defecto básico de nuestro cine radica en eso mismo. Sobre el particular nos explayaremos en nuestra próxima crónica.

EN RESUMEN.-Con ciertos despuntes de “Verdejo”, el personaje de esta película es el foco de atracción que salva un argumento débil y justifica el enorme esfuerzo que se ha hecho para realizar un film que, como fotografía y personajes, es digno de figurar al lado de cualquiera producción con sello extranjero.