Todo por la Patria: Nueva película chilena
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La Casa Hans Frey ha dado a la publicidad una nueva película cinematográfica impresionada en sus talleres de Valparaíso, bajo su dirección técnica; y nos place dejar constancia de que esta nueva producción ha venido a comprobar que la industria del biógrafo puede prosperar en Chile en condiciones admirables, siempre que, como en el caso actual, esté manejada por individuos emprendedores, tesoneros y bien inspirados.

La primera película que hizo la Casa Hans Frey fue aquella que se titula Alma Chilena; como toda primera obra se notó en ella una inexperiencia marcadísima, tanto en el argumento como en su desarrollo, en el cual se produjeron detalles y escenas que no revelaban, ni con mucha benevolencia, un criterio formado de lo que debe ser el cinematógrafo. Agréguese a esto que la manipulación fotográfica dejaba mucho que desear, tanto en la impresión directa de las escenas, cuanto en la copia del positivo, más bien por falta de los elementos del laboratorio que por competencia de los operadores.

Sin embargo, Alma Chilena prometía para lo sucesivo, y siempre que sus editores estuvieran resueltos a solucionar las dificultades, un mejoramiento positivo en todos los elementos que intervienen en la fabricación cimatográfica. Recordamos haber oído decir a uno de los jefes de la Casa Hans Frey, que no cejarían hasta conseguir que la cinematografía nacional se colocara en el pie de la más brillante fábrica congénere europea.

Acostumbrados, como estamos, a que los empresarios de toda clase de espectáculos nos llenen de promesas incumplidas, poco más esperábamos de las protestas y buenos deseos de los estimables comerciantes suizos; pero, he aquí que se nos presentan con una nueva producción ante la cual no podemos dejar de expresarles nuestras más entusiastas felicitaciones.

Con uno de los tantos episodios patrióticos que se produjeron en el pueblo chileno, con motivo de la guerra del 79, el señor Luis Retana, músico español que reside entre nosotros desde hace mucho tiempo, compuso hace unos siete años una zarzuela en tres actos que se estrenó, sin mal no recordamos en el Teatro Santiago, con el título de “El Girón de la Bandera”. El señor Retana compuso música y letra.

La obra tuvo éxito e hizo su época. No se volvió a repetir por aquella docena de dificultades que surgen entre los empresarios y compañías cuando se trata de montar una obra que no tiene más horizontes que tres o cuatro ciudades chilenas.

Pero el señor Retana es tesonero y algo idealista y por más que parezca algo raro, en el idealismo hay mucho de positivo…

El caso es que después de seis o siete años, el maestro Retana se propuso impresionar en película su episodio de zarzuela y hétenos que ya lo podemos ver reproducido en la tela como cualquiera de los filmes que nos propinan las empresas importadoras.

El argumento de Todo por la patria, que este es el título que tiene la película, está tomado de las muchas relaciones noveleras que los escritores del 79 relataron o inventaron pare retemplar el alma popular en aquellos días de prueba.

Su fundamento es sencillísimo; es un relato de vida campesina y con esto dicho está que no hay en él problemas psicológicos que resolver, ni situaciones complicadas que desvíen al lector de la solución natural de la fábula.

En un pueblo, mejor dicho en una aldea, residen dos familias que no se llevan bien: una de ricachones, que mira en menos a la otra, que está compuesta de gente menos rica, pero trabajadora y honrada. El ricachón tiene un hijo, que es el arbiter elegantiarum del pueblo. Bien montado, con plata en el bolsillo, sin ganas de trabajar, mimado y adulado por todos, pasa su vida magnífica y despreocupadamente.

La otra familia que es más pobre, aunque cuenta con medios, consta de los esposos y dos hijos; una niña y un varón; todos tienen que trabajar para vivir.

El hijo del ricachón, el arbiter del pueblo, pone sus ojos en la niña; esto, como es natural, tiene que formar el escándalo de la época. El muchacho rico no puede ir con buen fin a hablarle a la niña, porque el matrimonio es muy disparejo.

Si la familia de la niña, que tiene su orgullo de pobre, ni menos el pobre del joven aceptan aquellos amores y llega un momento en que los amantes se ven privados de verse y hablarse, a pesar de que ellos se dan trazas para burlar esta prohibición. Que es cosa fallada que el amor encuentra siempre los medios para romper las cadenas que han pretendido aprisionarlo.

Pero he aquí que llegan al pueblo las noticias de que la Patria ha sido provocada y ofendida por un enemigo extranjero. Todo se olvida entonces para dar lugar a las expansiones del patriotismo en aquellos corazones sencillos que dentro de su cultura rudimentaria sólo alcanzan a oír que la Patria necesita del sacrificio de sus hijos.

Estas escenas son a nuestro juicio las que mejor ha tocado el autor; no hay en ellas aquellos recargos patrioteros que pudieran solamente halagar –y tal vez a medias- a determinado público. Descuella en esas escenas una plausible sobriedad, un criterio firme y con base fundamental de buen gusto artístico. La nota patriótica, que en esta clase de obras está en el plano resbaladizo que va hacia el ridículo, es mantenida con raro talento en un plausible equilibrio con la nota sentimental, que en algunos momentos llega a lo patético.

Los reclutas parten a incorporarse a su regimiento; todas estas escenas están hechas y servidas con la propiedad que la época, el ambiente y la situación requieren; se han cuidado los detalles en forma decorosa y honrada, sin que aparezca en ninguna de ellas el propósito tentador de substituir un elemento por otro, bajo la excusa de la economía, del apuro o de inescrupulosa impunidad.

En la segunda parte el autor presenta un poco de la vida de campaña del 4º de línea, que es el regimiento donde sirven los protagonistas de la obra. El novio y el hermano de la novia han depuesto sus desavenencias familiares, se han unido en fraternal camaradería y se comunican sus impresiones de entusiasmo guerrero envueltos en los recuerdos de los que allá en la lejanía de la Patria, rezan por ello y esperan volverlos a ver. Se prepara, entre tanto, uno de los más heroicos episodios de la Guerra del Pacífico. El mayor Juan de la Cruz Salvo se presenta de parlamentario ante Bolognesi, el Comandante del Morro de Arica, para pedirle la rendición de la plaza. La reproducción de la escena histórica que se desarrolló en aquella fecha, es uno de los mejores aciertos de esta obra cinematográfica y ello indica que la Casa Hans Frey es una garantía de honradez para cualquier autor.

Sigue después el asalto y la conquista del Morro, en cuyas escenas se han vencido grandes dificultades de movimiento de multitudes y de combinaciones fotográficas. La escena en que Ugarte, el comandante peruano, se arroja desde la cumbre del Morro al mar, cuando ve que los chilenos han consumado la conquista de la plaza, está hábilmente dispuesta; el final de la batalla es asimismo un acierto plausible.

El señor Retana resuelve el argumento con la vuelta del novio al seno de los suyos y el consiguiente casamiento de los amantes.

Como el lector puede ver, hay en la fábula el mérito principal de la sencillez; nada de combinacione, ni de problemas, ni de adivinanzas. Todas son escenas que se deslizan tranquilamente en el medio social más sano y honrado: el de la vida del campo. Con esta sencillez ha conseguido el señor Retana que los artistas se hayan desenvuelto dentro de sus normales aptitudes. Los señores Sienna y de la Sotta, que son los protagonistas varones, y la señora Padín que es la primera dama han puesto en juego una actuación simpática dentro de un ambiente también simpático; la señora de Retana, que por primera vez ha trabajado en películas y el señor Retana, que también tuvo a su cargo un papel, desempeñan una labor loable y meritoria; el señor Mario, avezado ya en el género, se presenta bien; Nemesio Martínez hace un papel gracioso con mucho éxito. En general, no hemos notado en el personal artístico fallas que merezcan ser particularmente señaladas.

Es especialmente digna de encarecimiento la dirección artística. Trátase, como ya hemos dicho, de la primera película chilena de movimiento escénico, en la que interviene un numeroso personal ajeno al teatro –como es el ejército- y al que ha habido necesidad de instruir previamente, en algo que le era desconocido.

La dirección técnica ha tenido un verdadero triunfo, pues la fotografía no desmerece al lado de las mejores que nos pueden venir del extranjero. Hay lindos paisajes y admirables aciertos en su elección.

* Agradecemos a Marcelo Cortés, por el envío de las fotografías y el texto de este artículo.

Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original