No olvidar, de Ignacio Agüero
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No olvidar envuelve tanto una contribución al cine chileno como un acto de lealtad con la impostergable recuperación de la conciencia pública de este país. La obra, un documental de sólo 30 minutos de duración, se filmó entre los años 1979 y 1982 y desde entonces estuveo a la espera de la resolución administrativa que autorizara sus exhibiciones. La demora fue previsible, atendida la materia del filme –el caso de Lonquén- y el consabido temor que inspira al autoritarismo el ejercicio de la libertad de expresión. Ese temor no sólo se traduce en incapacidad mental para aceptar y entender la disidencia, sino además en la tendencia a sobredimensionar los efectos presuntamente subversivos del pensamiento y de la actividad artística libre.

No olvidar rescata sin violencia, pero con legítima indignación, uno de los más sórdidos episodios de la historia política y policial del país. Vuelve a colocar a la opinión pública frente a los monstruosos contornos de un crimen que, además de asesinatos, incluyó especiales manifestaciones de barbarie, escarnio y crueldad. El filme replantea el caso a partir de entrevistas con los familiares de las víctimas, de tomas documentales de las visitas de la familia Maureira a los hornos donde quedaron sepultados cinco de los suyos y de escuetas informaciones sobre la comisión, denuncia e investigación de los hechos.

Hay que agradecer a Ignacio Agüero, director de la cinta, y al trabajo de cámara de Cristián Lorca, su fidelidad a los testimonios que recogieron y su perseverancia para sacar adelante un proyecto que se filmó en condiciones casi imposibles. Hay que agradecer también el profundo respeto que trasuntan sus imágenes a quienes vivieron más de cerca el drama de Lonquén. El enfoque que eligieron es especialmente destacable en su austeridad, si se consideran los riesgos que el documental enfrentaba de haber sucumbido a la tentación de apartarse de la objetividad de los hechos por dos vías igualmente engañosas, si bien explicables. La primera era la opción de dramatizar el caso, comprometiendo el carácter documental de la realización y la demoledora fuerza persuasiva de los datos crudos establecidos por la investigación. La segunda alternativa era elaborar a partir de Lonquén un discurso político de alcances generales que –asimilando la ferocidad del episodio- lo hubiera desgastado en la controversia y en la relatividad que tiene todo análisis político. Tal como están presentados los hechos, la imágenes tienen un poder de convicción que está al margen de cualquier controversia y que es anterior a cualquier interpretación política que se le quiera asignar.

Es posible que un rol decisivo en este acierto haya correspondido a la formidable estatura moral que todo espectador podrá reconocer en la figura de la señora Maureira, cuyo esposo y cuatro hijos sucumbieron, con varios otros habitantes de Isla de Maipo, en los abandonados hornos de Lonquén, posteriormente dinamitados. La sabiduría envuelta en sus palabras, el sentimiento de justicia –no de rencor- que las anima, la indulgencia que, por momentos, trasuntan sus sencillas expresiones fueron con toda seguridad una pauta extremadamente honesta y sincera para no apelar en el filme a consideraciones relacionadas de manera sólo indirecta con los hechos. Al hacer suya esta diáfana y equilibrada percepción de la tragedia, la dirección de Ignacio Agüero ofreció el mejor tributo que estaba a su alcance a esa familia y al rigor de su propia obra.

Sencilla en su estructura, carente de todo efectismo, favorecida por imágenes silenciosas, reposadas y contemplativas, No olvidar es un trabajo serio en sus planteamientos y en su ejecución técnica. Contiene reveladoras observaciones documentales .-especialmente en las entrevistas- que compensan con amplitud la escasez de documentos y testimonios disponibles para la realización de film. Su director, Ignacio Agüero, se formó en la Escuela de Artes de la Comunicación y acredita en esta obra un singular dominio de las potencialidades expresivas del cine. Ese nivel permite incorporar su obra a las mejores conquistas del cine documental chileno.