La Golondrina, por Juan Emar (Notas de Arte)
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La Golondrina

Sobre un argumento de vulgaridad excesiva, se ha hecho una película nacional: “Golondrina”. El argumento, en general, no tiene mayor importancia en un film, en todo caso, puede dejar de tenerla, si el film es bien tomado. Prueba de ello: la magnífica producción de Clyde Cook “Faldas”. Pero cuando todos los recursos cinematográficos y el arte mismo de la pantalla, se ponen al servicio de un argumento banal hasta la ingenuidad, el resultado es francamente deficiente. Es el caso de “Golondrina”, película que se salva por algunos hermosos paisajes y por la figura bella y fotogénica de su protagonista, la señorita Haydée Gasparri.

Fuera de esto podemos decir que nuestro cine no ha hecho progreso alguno. La causa es clara: se parte de un principio falso, una literatura infantil, salpicada con dicharachos al gusto de la galería y máximas filosófico-morales al gusto de los asistentes a platea, que luego un aparato ilustra como para asegurarnos que lo escrito ha sucedido en realidad. El mejor ejemplo de este error de principio puede verse en el “diálogo” de amor entre el estudiante de medicina y Maiga; cuadro estático y largo que se corta a cada instante con lo que ambos amantes se dicen. Es más o menos igual con todas las escenas: falta el movimiento, el brusco contraste, aún en aquellas escenas que quisieron hacerse movidas: la “rosca” en el cabaret, el escándalo en casa de la Chela. El cine es en ellas lento, sin variación y son los letreros los encargados en sostener el drama.

Mientras el arte de la pantalla sea concebido de este modo, nuestro cine quedará estacionario.

El cine es un arte completo, que menos que ningún otro, necesita pedir apoyo a sus vecinos. Sus peores enemigos son el teatro y la literatura. Los norteamericanos liberaron al cine del teatro llevándolo al aire libre, imprimiéndolo un movimiento vertiginoso y haciendo el rápido contraste de cuadros rítmicos por su duración. Los alemanes no escatiman recursos fotográficos para enriquecer al cine en sus elementos. Suecos y franceses hacen hermosos films siempre fieles a los materiales con los cuales trabajan. Mas cuando los olvidan, todos presentan films teatrales sostenidos por literatura.

El cine es un arte nuevo, sin tradiciones y las pocas que ya comienza a tener son universales. Es la ventaja sobre las demás artes que se apoyan en tradiciones milenarias, la ventaja que ofrece a los pueblos jóvenes. Todos los pueblos están, en principio, igualmente capacitados para crear su cine.

Mas todo depende del punto de partida. Mientras autores, actores y ejecutantes no comprendan bien que el cine es cine y nada más, no se avanzará un paso.

Este es el peligro de “Golondrina”. Indica un sendero falso a los films que han de venir. Un letrero chistoso y un llamado a la moralidad, no son cine. Por esa vía no se llegará a nada y puede descarriar por largo tiempo la intención de las futuras producciones.

J.E.

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 Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original.