Crítica de cine.- “El Afuerino”
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La cinematografía chilena trata de abrirse camino y parece no hallarlo. Creo que no lo logra, no tanto por cuestión de medios económicos como de talento; no tanto por escasez de dinero como de sensibilidad. Alguna vez he citado el caso ejemplar del neorrealismo italiano. Italia, en el segundo decenio de 1950, salió de la guerra arruinada, destruida y con sus instituciones culturales derrumbadas. Sus cineastas, inteligentes y sensibles, supieron extraer de la nada un estilo fílmico basado, paradojalmente en sus limitaciones.

El Afuerino” constituye el mejor testimonio de cómo no debe hacerse cine entre nosotros. Una misma persona dirige la película, la interpreta, escribe el libreto y compone su música. No es el primer caso de plural actividad, pero se suele dar en cinematografías más avanzadas y en personalidades singulares como Chaplin y Buñuel.

Resultado de la cinta a que nos referimos: un libreto lleno de convencionalismos, plagado de lugares comunes y con unos diálogos de muy dudosa calidad, a veces cursis y de un estilo anacrónico, sobre todo los fragmentos correspondientes al personaje interpretado por Hilda Sour, cuyo desempeño es mediocre.

Se pretende mostrar una estampa del campo enmarcada en una época ya pasada. Es “El Afuerino” un film costumbrista que exigiría una justa reconstrucción del medio ambiente y del tiempo histórico en que ocurre. Si el director –como parece obvio– estaba encargado de vigilar los detalles que dieran idea de época, no lo consigue.

La mezcla de vestimentas, indumentos y pormenores de los personajes es increíble. Los zapatos de la dama joven son de la última línea. Aparecen detalles sorprendentes. El viejo Cañas, viejo sentencioso, luce una barba que a todas luces es postiza, de guardarropía y de máscara de carnaval. En estas aparentes minucias no se ve la mano del director cuidadoso. En cierta escena se produce un temblor en el cual la casa se agita violentamente. Al lado, en la residencia de Manuela, en el cafetín y en la calle la gente actúa como si no hubiera pasado nada. Todo esto quita verosimilitud a un libreto confuso, abigarrado, del que se entiende poco. Las deficiencias de la banda sonora hacen a la historia más enigmática.

El equipo de intérpretes procede casi todo él del medio teatral. El resultado es muy dispar y propende a un estilo escénico, a la sobreactuación y al abuso del gesto y del además (Lucho Córdoba) o al sketch constante de los “rotos” pícaros (Chito Morales y Pepe Olivares) de muy poca gracias.

Hace bien Alejo Álvarez en proclamar su adhesión a un cine de pura entretención y ajeno a “compromisos” (que también produce bodrios), pero en esta vertiente del celuloide hay mayores exigencias (ejemplo eminente de estos días es “El Bribón”). El director no parece haber podido superar un lenguaje fílmico un poco trasnochado y rancio. Los personajes se agrupan y en forma estática, frontal, ofrecen un espectáculo de escasa amenidad. Inclusive, aún con sus debilidades de dirección “El Afuerino” sería soportable si poseyera algún atisbo de interés.

Estructuralmente trata de inscribirse en la forma narrativa de los hechos y Alejo Alvarez incursiona débilmente en un pretendido cine moderno quebrando bruscamente las escenas. Pero esto nada supone sin las innovaciones de otra índole, son un diálogo esquemático y moderno y sin actores que se incorporen a las exigencias del celuloide. El color, a su vez, demanda también buen gusto en la selección del vestuario.

“El Afuerino”.- Film chileno dirigido, escrito, interpretado y “musicado” por Alejo Alvarez. Interpretado por Hilda Sour, Lucho Córdoba, Pepe Rojas y Pedro Messone. Censura: Mayores y Menores. Salas de estreno: Santiago, Gran Avenida, Pedro de Valdivia.