Cine Chileno. “La casa está vacía”
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La tercera película de Chile Films, “La casa está vacía”, lleva ya cerca de una semana en cartel y el público ha podido juzgarla: sus reacciones son la mejor crítica y debe ser aprovechada por quienes tienen la responsabilidad de esa productora.

Ciertas risas crueles y el run-run de los comentarios de una sala a obscuras es la crítica más simple y más sincera que puede hacerse de una película. El público tiene una poderosa intuición para juzgar: pero aprueba o condena sin que alcance a comprender por que.

La casa está vacía”, ha sido acogida con simpatía y complacencia: pero con cierta complacencia burlona. “¡No está tan mal como “Romance de medio siglo” se dice el público!” ¡Pero podía haberse hecho algo mejor!, opina íntimamente.

Las razones de “porqué no está mejor” son varias: se ha llevado a la pantalla un argumento que, a principios de siglo y fines del XIX, emocionaba. Hoy resulta absurdo: se ha tratado de copiar un ambiente que no ofrece pintos de contacto con el nuestro y hace que el espectador se desoriente. Ambiente y reacciones psicológicas de los personajes tan distantes del nuestro y de nuestro modo de ser lógicamente tienen que producirla. La novela, tiene infinitos recursos para hacer aceptable cualquier disparate psicológico o cualquier situación; el cine, que es síntesis se encuentra atado para dar verosimilitud y realidad a lo convencional pues tendría que perderse en detalles que malograrían la continuidad de la cinta. Por eso estimamos que ha sido un error llevar a la pantalla una obra de Sudermann que ya está anticuada.

Después vienen las razones de orden técnico: el diálogo es incorrecto, a tal punto que en los pasajes que debieron ser los de mayor emoción de la película, una frase cualquiera mueve a risa a los espectadores y desbarata el efecto que se trataba de conseguir. Al mal diálogo se una la interpretación defectuosa, el mal sonido y la falta de continuidad de la acción. Sólo desde el punto de vista fotográfico puede hablarse de algunos aciertos técnicos.

Especialmente la interpretación merece algún comentario. Hay en ella un sensible desnivel de valores que se acentúa con la presencia de Vilches.

Los actores nuevos se identifican por la carencia absoluta de matices en la voz y en el gesto. Hay en ellos una enojosa monotonía, un tono uniforme y convencional, que no logra transmitir la más mínima dosis de emoción al público. Incluso Alejandro Flores se contagia de esa frialdad, a pesar de su experiencia y de su indiscutible dominio de la escena.

La voz de Vilches, con sus infinitos matices, es la que logra, como bien observó un amigo nuestro, “establecer un hilo de oro” que da unidad a la película. La acción se reanuda cada vez que habla o aparece ante el lente; su gesto, en los silencios, suple las deficiencias del guión y su presencia de calor humano a las escenas más absurdas.

Es lamentable anotar que con tanta riqueza de elementos técnicos la Chile Films, aún no haya conseguido hacer una película de la cual pueda decirse: “Está francamente bien”. Dentro del volumen de la producción nacional “La casa está vacía” es un laudable esfuerzo más que ha fracasado por falta de concordancia entre sus elementos.