«Bar Antofagasta» en Teatros Santa Lucía y Continental.
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BAR ANTOFAGASTA.-Teatros Santa Lucía y Continental.

Director: Carlos García Huidobro.-Intérpretes: Guillermo YanquezPurita SouzáAndrés Silva Humeres.

Una nueva cinta chilena que, aunque trató honradamente de dar una solución más completa a los problemas de nuestra incipiente cinematografía, no convence y sólo consigue caer en los mismos defectos que se quiso reparar. Difícil tarea ésta de mover cámaras y ubicar reflectores, cuya solución no es sólo asunto de técnica, sino de entraña, de intención, alcance y perspectivas. Aparecen todos nuestros intentos fílmicos desprovistos, no ya de asideros técnicos, sino de aliento conceptual, de atmósfera expresiva. Fallan por lo primero que debiera cuidarse: el argumento. Y luego se trata de disimular, solucionando a posteriori, la insuficiencia de antemano fijada por la agónica trama y el escuálido diálogo. Pero… vamos por partes.

EL ARGUMENTO.-Con el tema firma Gloria Moreno, era imposible realizar una película. Un asunto ingenuo, desvaído, lento, de diálogos simples, con una intriga que, aunque audaz como propósito, no alcanza a revelarse, pues, las escenas están planteadas muy blandamente, sin que exista esa coordinación de momentos que permite arribar y sostener el “in crescendo” culminante. Además, los personajes borrosos y mal mantenidos, proyectos de algo que debió ser. Aunque se trató de presentar un retablo de caracteres fuertes, ni el diálogo, ni las escenas, ni el vigor dramático, hacen resaltar a personaje alguno. Son seres que se quedaron en el tintero y de los cuales no vemos nada más que su fotografía.

LA DIRECCIÓN.- Carlos G. Huidobro trató de imprimir la técnica del cine francés, para lo cual se necesitan argumentos fuertes, personajes delineados y profundos, diálogos enjundiosos y, por supuesto, no consiguió en este caso más que volver más lenta la ya decaída acción. Todo parece filmado “in ralentí”, con pausas acongojantes y con ademanes poco dúctiles. Se advierte que el co-director Roberto Arón no supo sacar todo el partido de los actores, manteniéndose fijos ante la cámara, de tal modo que cada escena empieza quieta, como en los álbumes de fotografía y, luego, viene la acción como si los retratos se animaran. Un ambiente tan pintoresco como el de los puertos, con detalles de tanta chispa descriptiva y tanta sugerencia poemática, con el desfile de personajes abigarrados, aparece aquí sin fuerza ni color, decaído y afónico, ausente de vida pasional y profundidad dramática.

LA TECNICA .- Eugenio de Liguoro se nos presenta como un verdadero problema. Parece que no fuera el mismo cameraman que filmó “Verdejo gasta un millón”. Se le advierte despreocupado. No sabemos por qué causa, pero un hombre de tanta habilidad como él y tan experimentado en recursos técnicos, da una sensación de no haberse adentrado en el clima de la cinta. Tiene algunos momentos felices, pero en total se demuestra ausente de interés, como si filmara a la carretera. Las escenas de exteriores en donde aparecen actores, lucen una fotografía borrosa, elemental, sin relieve ni perspicacia. Es interesante anotar la conveniencia de no recurrir mucho, en próximas películas chilenas, a los “close up”, pues la falta de luces y elementos de maquinaria, aparte de la falta de experiencia de los actores, hacen que estos primeros planos resulten defectuoso y mal conseguidos.

El sonido de Vivado Beier, todavía en pañales: irregular e improvisado. El maquillaje, bastante aceptable. En este sentifo, se nota avance.

LOS INTERPRETES.-La falta de vida en los personajes impide a los intérpretes todo posible intento de adentrarse en ellos. Se les nota poco convincentes y preparando demasiado un diálogo que ni siquieras les da ocasión de revelarse. Guillermo Yánquez, lo mejor del film: sobrio, fotogénico y hábil para dirigirse a sí mismo. He aquí un elemento de valía. Purita Souza, con dones de fotogenia y simpatía, aunque insulsa, y sin sentir su personaje. Habla con demasiada lentitud y sería necesario cuidarla más como actirz. Andrés Silva Humeres, bien en las escenas episódicas, aunque forzado y melodramático en las situaciones definitivas; bien caracterizado y muy en tipo en su papel. Ester Soré, mal fotografiada y en un personaje vacío y muerto. Romilio Romo, gracioso y recurriendo a una comicidad efectista. Se advierte que el personaje ha sido creado por él mismo, sin que se le diera más ocasión de lucimiento. Pepe Vizcaya Claro, demostrando correcta dicción y su propio físico. Tiene una presencia muy apta para el cine, pero luego, cuando empieza a interpretar demuestra su falta de vigor dramático y de picardía mímica. El joven Saavedra, muy mal dirigido y en un personaje que le cuadra.

FINAL.-He aquí “BAR ANTOFAGASTA”, un intento de cine nacional, que el argumento hizo imposible de aprovechar, que la fotografía llenó de irregularidades y tropiezos y que la dirección convirtió en una cinta lenta, desdibujada y sin enjundia. Se impone reconocer la ausencia de chistología burda y el propósito de levantar el nivel dramático de personajes y argumento. A pesar de sus errores, creemos que los realizadores de este film, deben, superando estos yerros, continuar la tarea emprendida.

Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original.