No fui el único indignado. Durante la exhibición, el público comenzó por impacientarse, luego lanzó chiflidos y, finalmente, mostró su franca indignación. Al término, alguien gritó «MALO», con voz estentórea. Eso ocurrió la noche del 27 de septiembre en el Teatro Plaza, cuando se pasaba un corto titulado «¡VIVA CHILE!«, producido por Enrique Castro Farías, bajo la dirección de Hernán Garrido.

Desde niños se nos inculcó que el nombre de la patria es sagrado. Pues bien, bajo el pretexto de festejar el 18 de septiembre -nuestra gloriosa fiesta nacional-, con música de nuestros campos, se ha hecho un PESIMO corto de publicidad. Es un salpicón de avisos mediocres, malamente hilados con trozos de la Parada Militar, escenas de cueca, momentos que se suponen típicamente «diediocheros», y hasta tienen la indolencia de lanzar algunos sones de nuestra Canción Nacional. Esto para hacer propaganda de una tienda de radios, de una zapatería, de una marca de vinos, de un restaurante, etc. Llegan hasta el impudor de tomar nuestras fuerzas armadas de pretexto con el objeto de hacer propaganda a un betún de zapatos. ¿Qué dicen nuestros bizarros cadetes cuando se contemplan en esos cuadros? Sin duda, sienten el mismo rubor y la misma indignación que experimentó el público. ¡Malo, pésimo! Protesto como espectador y como chileno.