Director. Guionista. Este cineasta chileno vive la cercanía con el cine desde que nace, porque su padre –un español que emigra a Chile tras la Guerra Civil-- es dueño de tres salas cinematográficas en Santiago, y cuando fallece, la madre prolonga la tradición, conservando la propiedad de una de ellas. Estudia inicialmente en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, pero la abandona a poco andar para trasladarse a la Escuela de Periodismo. El período es de gran efervescencia política en el país: la Revolución Cubana, el debate ideológico que ésta ha abierto entre los jóvenes, y las perspectivas de cambios sociales que se han abierto en Chile, conmocionan a la juventud de la época, y Castilla se incorpora al movimiento universitario de la izquierda revolucionaria. Pero ha nacido en él también la pasión por el cine, y en 1965, gracias a una beca del gobierno francés, viaja a París y estudia en el prestigioso IDHEC, Institut des Hautes Études Cinématografiques, donde obtiene un diploma como director con el cortometraje, La chemise. De vuelta en Chile trabaja en publicidad y vuelve a la Escuela de Periodismo, ahora como profesor de Cine. Con la llegada al gobierno de Salvador Allende, su actividad política militante se intensifica; se integra al conglomerado de cineastas que apoyan al régimen y participa en la redacción del Manifiesto que éstos lanzan como una suerte de código programático. En el breve período que dura el gobierno de la Unidad Popular, filma con su hermano Patricio y con música de Violeta Parra, el documental Mijita, que muestra la sufrida vida cotidiana de las mujeres de las poblaciones populares. Prepara también un ambicioso proyecto: el largometraje argumental La historia, que no logra terminar porque sobreviene el golpe de Estado de septiembre de l973. Abandona Chile y se instala en Suecia, país natal de su esposa de entonces. Termina allí la película, pero el resultado es tan “solipsista y críptico”, según su propio juicio, que prefiere olvidarse de ella. En los años siguientes cumple en el exilio una labor similar a la de muchos otros cineastas chilenos: filma con la mira puesta en el rescate de la memoria del país perdido, pero sobre todo, en la denuncia de la dictadura de Pinochet. Realiza así Quisiera, quisiera tener un hijo, cortometraje de animación, y los documentales Pinochet, fascista, asesino, traidor, agente del imperialismo y Roja como Camila, que él mismo define como “puñetazos en la mesa, denuncias vociferantes” que no tienen calidad artística. En una línea similar en cuanto a su contenido político, aunque más rescatable desde el punto de vista de su calidad, es el largometraje argumental Prisioneros desaparecidos, filmada en Cuba. A comienzos de los 80, viaja a Francia y realiza allí lo que a juicio de la mayoría de los conocedores de su obra, sigue siendo su mejor película, Gentille alouette, en la que actúan Geraldine Chaplin y Héctor Alterio. Es una comedia negra en la que Castilla –director y guionista—rescata un tipo de humor que busca “terminar con la autocompasión”, tan propia de los perdedores. En Chile es exhibida en 1990 en el llamado Festival del Reencuentro, donde es presentada con el título La Estrella del Coronel. En Estados Unidos, país en el que se ha radicado desde fines de la década del 80, realiza The Girl in the Watermelon, que considera un “homenaje personal” a Nueva York, la ciudad en que vive. Viaja de modo intermitente a Chile, donde filma dos películas. La primera de ellas, Gringuito, cuenta la historia de un niño norteamericano, hijo de chilenos que han vuelto a su país natal;  se pierde en la ciudad de Santiago descubriendo los misterios y la ternura del paisaje y los personajes urbanos, terminando por aceptar una realidad y una lengua que inicialmente rechaza. La película trasunta algo de la propia experiencia personal de Castilla en su reencuentro con Chile tras los años de exilio.

(Por Jacqueline Mouesca, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)