A la búsqueda del «western» latinoamericano, el grupo de cineastas argentinos dio con el «Ñato Eloy».
El tema (tratado por Carlos Droguett en su novela del mismo nombre) es legendario y factor común para los países pegados al esqueleto andino: el bandolero buscado por la policía en las encrucijadas de la frontera, encarnación de la rebeldía.
¿Por qué «Eloy» y no «Los Pincheira» u otros de diferente envergadura aventurera? Responde José Martínez Suárez, argentino, director cinematográfico, radicado en Chile y ahora productor.
—»Eloy«, en la versión de Carlos Droguett, es el bandolero que, con un poco más de perspicacia, se hubiese convertido en guerrillero en nuestros días. Y ése es un tema que nos gusta mucho para una película…
—Leonardo Favio no ha cesado de decirnos: «Eloy» era la película que hubiese yo querido hacer. Ustedes se le adelantaron…
—Todas las prioridades las tiene Humberto Ríos —dice Martínez Suárez—. Ya en 1965 andaba tras «Eloy«. Una vez, con sentido del humor cruel, le hice creer a Ríos que había recibido cartas de Chile con autorización para realizarlo yo. ¡Casi explotó de desesperación!… Finalmente, logró su propósito.
—Y eso que usted figura entre los mejores directores del cine argentino. ..
—Yo les digo que el mejor es el chileno Lautaro Murúa. Pero su vida, que comparte con el teatro, lo tiene atado a Buenos Aires.
Artistas universales
El director Humberto Ríos, realizador de «Faena» y «Juegos cruzados», es boliviano. Estudió y egresó de la Facultad de Cinematografía de la Sorbonne. Ha mantenido durante varios años la cátedra de su especialidad en la Universidad de La Plata y del Litoral, en Argentina. Y ahora irá a Egipto a filmar su próxima película después de “Eloy”. El habla asi de la película: —Hemos trabajado con gran respeto hacia el público. Pertenezco a una asociación de directores jóvenes, cuyo objetivo es conseguir doscientas mil espectadores para solucionar el problema económico del nuevo cine.
«Iremos así socavando las bases de un cine domesticado, de fórmulas repetidas hasta el cansancio. Por eso «Eloy» no será una caricatura populista; tampoco nos asilaremos en el fácil pintoresquismo. El bandido será la imagen que nos permitirá mostrar un chileno, pero con aristas universales. Solitario, de a caballo, con poncho y cuchillo al cinto. Están casi todos los elementos del western, pero hemos ido a lo más profundo.
La coproducción
Delta Films de Buenos Aires y TEA de Chile compartieron los afanes y los capitales. En Chile lo constituyeron José Martínez Suárez, Luis Acevedo, Manuel Pérez y Pablo Correa.
Un 98 por ciento fue filmada en los escenarios chilenos del Cajón del Maipo, el fundo Chena, la estación de San Bernardo, El Monte, Quilicura, el Mercado Persa, Villa del Mar y Valparaíso. Todo en dos meses.
Para el importante papel de Eloy se eligió al actor Raúl Parini, que se ha destacado en «Shunko» y «Alias Gardelito», de Lautaro Murúa; y en «Dar la cara», de Martínez Suárez. Pero lo que fue decisivo fue su actuación en un cortometraje de Ramiro Tamayo, titulado «Bazán», y en donde interpretó un papel similar al del bandido chileno.
El grupo argentino de actores lo integran Betty Graziolli, Nelly Tesorini, Dana Ingro, Magaló Ledesma.
Los chilenos
Mario Lorca, María Eugenia Cavieres, Héctor Duvauchelle, Tennyson Ferrada, en los papeles principales. En la función privada dada en Buenos Aires a la prensa, Mario Lorca produjo el mayor impacto en su doble papel de policía y campesino.
«Eloy» en la picota
Durante los seis meses que duró el rodaje y procesamiento de «Eloy» hubo tiempo para que estallaran polémicas, ocurrieran imponderables situaciones y un drama de la vida real, que serviría para otra película de violencia, pasión y suspenso: el de la protagonista de la película, María Eugenia Cavieres.
Las anécdotas se multiplicaron. En un bar cercano al Mercado Persa, Raúl Parini y Mario Lorca sorbían cafecito entre toma y toma, maquillados para sus respectivos papeles de bandoleros. Un carabinero les vio la facha y la caracterización y fue necesario que interviniera el director Ríos…, cuando ya iban camino a la «capacha».
Ronda de la muerte
Raúl Parini debió usar coraza para recibir las andanadas de proyectiles que debían rebotar «con realismo». Las escenas se prepararon con balas a fogueo. Pero un inexplicable cambio de armas pudo producir una tragedia. Sin la oportuna intervención del utilero, Parini habría atravesado a Lorca con los disparos de una escopeta…, cambiando, por supuesto, el curso de la película.
De todos modos, recién terminado el rodaje, María Eugenia Cavieres, intérprete de Rosa, la mujer de Eloy, pasaba a ser protagonista de un triángulo pasional en el que perdió la vida la esposa de Pedro Villagra y él intentó suicidarse, quedando malherido. María Eugenia tuvo que esperar que la justicia la liberara de toda culpa. Las armas que cargó el diablo, aquí pareciera que las hubiese disparado el ánima de Eloy.
Divorcio literario
Pero el conflicto que traspasó los Andes aún está sobre el tapete. Es el surgido entre el autor del libro, Carlos Droguett (actualmente en Cuba), y el director Humberto Ríos. Droguett alega que hay divorcio entre su obra y la película: que se han eliminado escenas principales. Pero ésta es una incompatibilidad que se establece siempre entre un creador literario y un creador de imágenes cinematográficas.
La revista argentina «Primera Plana» dio amplia difusión a la polémica. Lily de Laferrere, la relacionadora pública de la productora, dijo a «Ecran» que dilucidarían todos los aspectos y esperaban la presencia del autor para un enfrenamiento.
—Carlos Droguett fue invitado a asesorar la filmación. Pero no contó con la alquimia del cine, qué es el montaje y compaginación, donde el director tiene libertad.
«Se han pagado dos mil dólares y el diez por ciento sobre las ganancias que se obtengan por el derecho al tema a Carlos Droguett. Se han dado mil dólares por la canción «Ay ay ay», de Osmán Pérez Freiré, más el uno por ciento sobre las ganancias, y un poco más a Ángel Parra, que ha creado especialmente coplas para el relato.
«Con el pago a Carlos Droguett ocurrió un asunto inesperado. Al productor Horacio Frederickson le robaron las chequeras y dio orden de no cancelación a los bancos. Coincidió con el cobro de Droguett, al que le devolvieron su cheque por esta razón. Pero todo quedó arreglado días después.
Cantor del relato
Ángel Parra es seguramente quien más ganará y afianzará su popularidad en ambos países. Con sus versos «a lo ciego» va enhebrando el relato a la manera de la juglaría popular.
Sus canciones ya han sido grabadas y estarán en boca de jóvenes y viejos mucho después que la película haya caducado.
Al cierre de esta edición, Continental Films y los coproductores se preparaban para exhibir en premIére de gran gala, en Santiago, y simultáneamente en Santiago, Concepción y Valparaíso.
LOS ESCOLLOS DE LA PRODUCCIÓN Y LA COPRODUCCIÓN
Una mala interpretación reglamentarla de la ley que diera impulso al cine chileno, amenaza con destruir lo poco que se ha logrado avanzar en este ultimo año.
Al mismo tiempo, la falta de reglamentación sobre las coproducciones está ahuyentando a capitalistas extranjeros que desearían filmar en Chile.
En estos momentos, productores argentinos, limitados por las nuevas disposiciones de la censura en su país, buscan otros horizontes.
—Será difícil encontrar argumentos que no contengan los elementos de drama y pasiones humanas que la censura argentina ha puesto fuera de la ley —señala José Martínez Suarez, el productor de «Eloy«—.
Nuestra película se salvó, porque la ley de censura no tiene efecto retroactivo.
«Pero las nuevas producciones desean mayor libertad. Desgraciadamente, en Chile no existen disposiciones expresas en cuanto a los porcentajes de elementos nacionales y extranjeros que operan en una coproducción. Estos porcentajes los determina el Consejo de Fomento de la Industria Cinematográfica a cargo de Ricardo Moreno. En el caso de «Eloy» nos ha brindado todo su apoyo. Pero no existe una pauta exacta, sino que rige el criterio de los directivos del Consejo.
«Y para los productores argentinos, al menos, este procedimiento resulta riesgoso.
«En estos últimos días han pasado por Chile Emilio Spitz, que ha hecho películas en once países de América, y Oscar Kantor, de Lima. Pero al saber que no habla reglamento, han buscado otros campos de operación.
Urge, pues, una reglamentación que estipule los porcentajes de coproducción.
Y urge también una interpretación correcta de la ley… para que se cumplan los objetivos de «fomento» de la cinematografía nacional.