Carta a Pedro Sienna
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Estimado Pedro:

Gracias a una gentil invitación de Félix Reyes, asistí en la madrugada de ayer a la Sala Cervantes, donde exhibieron en privado, para los artistas de Lucho Córdoba, la película tuya “El Húsar de la Muerte”. Yo sabía, por los innumerables párrafos que me habías enviado, que cuatro teatros de la Ítalo-Chilena estaban pasándola, pero el tiempo, el eterno enemigo, me había impedido volverla a ver después de tantos años, ¿Son diez y seis, o más?

En aquellos años no era amigo tuyo; era un admirador incondicional y “los muchachos de entonces” no te reconocíamos como Pedro Sienna sino como Manuel Rodríguez. Eras una especie de símbolo. (Como ves, con el tiempo has perdido bastante: un admirador por un amigo).

Al volver a ver tu película, sonorizada, no puedo resistir el deseo de hacerte algunas preguntas. ¿No es verdad, Pedro, que de entonces a esta parte el cine criollo ha avanzado bien poco?

Hace cerca de veinte años tú hiciste una película, sin contar con los adelantos técnicos de ahora, y la fotografía es tan clara, los enfoques tan bien hechos que no tiene nada que envidiarle a los últimos filmes.

Considera, además, que tu película está hecha al aire libre, que no recurrías a los sets de cartón piedra ni a la leche eléctrica de los reflectores; tu luz era la luz sincera y potente de la naturaleza, con amaneceres, mediodías y noches auténticas. Tus casas, tus iglesias, tus campos, eran de verdad, y los campos, las iglesias, las casas de ahora, aunque también lo sean, aparecen falsas y recuerdan siempre el set. ¿Te fijas en los paisajes que enfocan las películas de ahora? Tienen algo de irreales, de decoración de teatro. Dicen que la culpa la tiene el infra-rojo.

Para qué hablar de tu argumento. El de tu película “El Húsar de la Muerte” está lleno de interés, de vida, no decae. Claro que Hugo Silva sabe hacer estas cosas; es un escritor y un artista de verdad, difícil de encontrar en el medio cinematográfico de ahora.

¿Que hay un fondo de ingenuidad? Indudable. Era la moda de entonces. Tú mismo estás en galán romántico. Aún quedaba en esa época el resabio de las películas de la Bertini, empezaban Valentino y Douglas Fairbanks, padre, a destrozar corazones femeninos.

El joven que va a salvar a la niña, el beso apasionado del final, el robo de los documentos de las películas en serie estaban en su apogeo y es lógico tal contagio.

¿Por qué no les explicas a los directores de ahora tus secretos de entonces? Sé, una vez más en tu vida, espléndido y generoso. ¡Ganaría tanto con ello el cine nacional!

Por lo menos, consigue que vayan a ver las películas de aquella época de iniciación; podrán sacar las más útiles enseñanzas.

Te saluda tu amigo.

El traspunte indiscreto*.

*seudónimo del crítico y poeta Lautaro García.