
Entristece y, por momentos, se crispan los nervios al comprobar cómo se ha perdido el tiempo, se ha derrochado el dinero y se han destrozado muchas esperanzas con una película como ésta. Y todo, por culpa de un director sin imaginación, como el señor Moglia Barth, y de una empresa que, como Chile Films, da pruebas con esta película de que no sabe lo fundamental, vale decir, qué es el cine.
Deficiente el encuadre, o sea, la secuencia de las escenas, y contradictoria la realización escénica. Los personajes, indefinidos, se mueven como autómatas, cohibidos. La luz, dispareja; la cámara, discreta; el sonido, más que regular.
Con el actor Florindo Ferrario se ha cometido una infamia. Algo más pueden dar Inés Moreno, Francisco Flores, Nieves Yanko, Orlando Castillo y Hernán Castro. En medio de todos, una sola promesa: Chela Bon.