Tras largas sesiones, donde se les preguntó de “pe” a “pa”, se eligió a los juveniles protagonistas del film nacional Palomita Blanca: Beatriz Lapido y Rodrigo Ureta.
Lolas despeinadas, coléricas, con tenidas “in”, bluyines raspados con lija, o algunas con tremendos zuecos, figuras colgando, aros, brazaletes… y hablando muy “chori”.
Más de mil postulantes desfilaron por los atentos ojos del director de la película, Raúl Ruiz y su equipo de realizadores. Sin embargo, Raúl tiene su opinión personal sobre las postulantes: y también sobre este tipo de concursos. Ninguna joven del barrio alto se sintió identificada con la paloma. Las candidatas, incluso muchas viajaron desde provincias, mostraron en su gran mayoría una identificación equívoca con su medio. El arribismo, el querer aparentar, la búsqueda de la fama, fueron tónicas predominantes.
—Para mí son jóvenes desclasadas —explica Ruiz—. O corresponden a la pequeña burguesía.
Esta situación fue aprovechada por él para realizar un documental, de una hora de duración, que lleva el título de Palomilla Brava. Muestra el mundo de estas jovencitas que postulan a un papel en el cine, un mundo increíble, donde prevalece la inquietud por ascender socialmente, con valores distorsionados, equívocos, con afanes idolescos… y conquista de la fama.
Un caso: llegó una joven de Valparaíso. Demostró una personalidad interesante, locuaz, y muy despierta. Habló de su ambiente, sus amistades en Viña, su vida cotidiana. Pero después se supo: vivía en una humilde casa en un cerro del puerto. Su error fue ocultarlo. ¿Por qué?
“Yo soy de barrio”
Para conocer a fondo la personalidad de ambos protagonistas de Palomita Blanca —la pareja la forman un muchacho “high”, pepe pato, y una niña que vive en una populosa cité—, Raúl Ruiz conversó largamente con ellos. Auscultó sus mundos. Se interesó por sus inquietudes, sus gustos, sus formas de diversión, el despertar sexual, el despertar político, y lo que significó el triunfo de Allende. Hay conclusiones decisivas para el director:
—Los cambios más violentos —dice— se han producido en los jóvenes de la burguesía. En los de barrio no hay cambios. Y esto lo conozco de cerca: yo también soy de barrio.
Telenovela
Raúl Ruiz tiene especial interés en marcar bien los contrastes sociales en ambos jóvenes. Ella vive en una cité, por el barrio San Diego abajo, con perros que ladran las veinticuatro horas del día, niños correteando, meando las puertas de las casas…, llantos de guaguas que se no sabe bien de dónde salen.
Este barrio gris —según recalca Lafourcade en su novela original— será captado con un lente especial. Lo viejo, el polvo, la antigüedad, los cachureos, a los cuales se aferra la vida. En contraste, la luz, el colorido violento de la residencia de Juan Carlos, el lolo “high”. Los muebles como nuevos, lustrosos, todo en orden…, pero frío. Casi sin vida.
Raúl está conciente que esta experiencia cinematográfica puede trastornar completamente la vida de los jóvenes protagonistas.
—Esto lo hemos conversado, y ellos han entendido que todo debe seguir siendo tan normal como antes… Que no hay estrellas, no hay ídolos. Es cuestión de conciencia.
Las telenovelas siempre muestran un mundo inalcanzable, donde suceden cosas increíbles. Raúl Ruiz ha introducido en la película toda una historia de telenovela. Los personajes viven pendientes de lo que les ocurrirá a los protagonistas de la serie.
—Es el impacto de las comunicaciones y las deformaciones que ésta puede producir.
“Soy realista”
Según los proyectos del equipo, Palomita Blanca se filmará en dos meses, aproximadamente. Ruiz estima que la proyección tendrá lugar en poco tiempo más, o sea este año.
Entre otros actores, intervienen Jaime Vadell, Sara Astica, Mónica Echeverría, Bélgica Castro…
Para quienes creen que se van a encontrar una historia de amor más, se pisarán la huasca. Raúl Ruiz se encarga de desvirtuar esta aseveración:
—No es una simple historia de amor. No me interesaría filmarla… quiero presentar, como temática, dos ambientes distintos. Y en esto soy realista: ‘Palomita Blanca’ es la historia de dos mundos: el de los ricos y el de los pobres.
La Palomita
María, en la película; Beatriz Lapido, en la realidad, tiene 17 años. Cursa el Cuarto Medio en el Liceo Lazzeri.
—¿Si me siento identificada?… Cualquier chiquilla humilde lo estaría.
Beatriz vive en La Cisterna. Morena, menuda, de mirada expresiva. Le gusta la psicología. Eso piensa estudiar en el futuro. Se identifica además con María, en el físico, y hasta en la manera de ser.
—Creo que mi personalidad se parece a la de la novela. Soy romántica, me gusta todo tipo de música, hasta los tangos. También el folklore. Soy más o menos tranquila, estudiosa. Aunque a veces me pongo inquieta. Tengo mis aspiraciones, por supuesto. Quiero ayudar a mis padres. Somos cuatro hermanos, yo soy la mayor y la única mujer…
El Palomo
Juan Carlos en la película; Rodrigo Ureta, en la realidad, tiene 18 años. Vive por Providencia arriba, en la calle Las Hortensias. Terminó el año pasado los estudios secundarios. Por ahora no hace nada. Postuló a la Universidad, pero no quedó. El próximo año, se tirará el salto a Ciencias Políticas. Habla a lo “pepe pato”.
—¿Cuál es la amistad que te une a María?
—Una gran amistad… hasta llegar a ser amantes. Cuando la presenté a mis amigas de Provi, me mandaron a la cresta, porque ella era de medio pelo.
—¿Cómo ves a tu personaje, a Juan Carlos?
—Inquieto, pero raro. Le cuesta definirse ante María. Ella lo entiende, a pesar de que pertenecen a una distinta clase social. Ahí enfrenta el conflicto: se siente mejor con María que con las niñitas tontas de “Provi”…
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* Transcrito por por Pablo Molina Guerrero