“LA CASA ESTA VACIA”.- Teatros: Real y Santiago. – Intérpretes: Alejandro Flores, Ernesto Vilches, María Teresa Squella, Horacio Peterson, Chela Bon, etc.
Se trata -ya lo dijimos en la edición pasada- de un film rodado sobre la adaptación del cuento de Sudermann, “El molino silencioso”, y que Carlos Schlieper, su director, ambientó en un clima que lo mismo podría ser nórdico que de cualquiera otra región del ancho mundo. Los personajes se mueven en un marco de agrias y estremecidas situaciones, relievando tipos que -como el que mueve Horacio Peterson- tienen para nuestra latina manera de ver las cosas, relieves extraños sólo comprensibles en las novelas y aceptables, especialmente, en Sudermann. Sin embargo -y por más que las consideraciones nos lleven lejos- “La casa está vacía”, en su todo, es una película. No importa que para el público chileno no tenga un ápice de contacto con lo nuestro, aunque en su desarrollo accionen rostros conocidos y nombres que nos son familiares.
Alejandro Flores y Ernesto Vilches constituyen los puntales más recios, a quienes apoya, de modo harto promisorio Horacio Peterson, sin duda lo que más vale de cuanto ha dado el cine de casa en los últimos años. En lo que respecto a Chela Bon y a María Teresa Squella, repetimos lo dicho en nuestro comentario anterior: no estuvieron a la altura de sus papeles. Holgaron dentro de las exigencias dramáticas de esta “Casa vacía” que fué realizada con ciertas pretensiones de grandeza. Les faltó experiencia, aplomo, vibración y soltura. Se defienden en algunos pasajes, pero luego caen hasta colocarse en el nivel de simples aficionadas.
Los decorados de Bravura resultan prodigiosos como marco de un tema poco definido. La fotografía es aceptable, aunque notoriamente dispareja. Pero estos son detalles que, aunque importantes, no dan ni quitan a lo ya dicho: “La casa está vacía es una película “made in Chile”, que gustará a los públicos que no hacen cuestión de minuciosidades.
