Entrevista sobre la censura cinematográfica
Autor del artículo: La Nación / Medio: La Nación
Publicación original
Título: Entrevista sobre la censura cinematográfica
Fuente del artículo: La Nación, 11 de octubre de 1917.
Descripción: Asunto que constituye un verdadero problema social es el relativo a la censura cinematográfica.

La censura cinematográfica

Los empresarios de películas consideran ilegales los decretos municipales que la establecen

Con el gerente de una de las Empresas de films

Lo que nos dice el señor don Carlos Battier

Asunto que constituye un verdadero problema social es el relativo a la censura cinematográfica. Nuestras autoridades han tratado y tratan aún, de encontrar una solución a este problema; pero cada vez que se ha pretendido poner una valla a la libertad de que gozan los empresarios cinematográficos, han creído éstos que se vulneran sus derechos, llegando a tachar hasta de inconstitucionales los decretos alcaldicios que establecen la censura previa, ante una comisión municipal para las cintas cinematográficas, destinadas a la exhibición pública. 

Por esto, hemos creído de interés conocer la opinión del señor Carlos Battier, gerente de una de las principales agencias cinematográficas establecidas en el país y persona que goza de prestigio por su vasta ilustración y claro talento. 

– Yo, como francés, nos dice el señor Battier, combato abiertamente toda clase de censura previa cinematográfica. Estoy empapado en los ideales de libertad que constituyen el alma de la nación francesa, y por eso mismo considero que estas medidas constituyen un atento contra la libertad de los ciudadanos. Esto es, en el terreno de los principios; pero hay otras razones que me inducen a no aceptar la censura de que se trata. 

Desde luego, no hay antecedentes que justifiquen el establecimiento de la censura. En Francia no hay censura, ni se ha pensado jamás en establecerla, porque se consideraría aquello, un verdadero atentado contra nuestras libertades. Lo que hay, si, es la sanción municipal, para aquellas personas o empresas que abusan de esta libertad que les confiere la constitución. Y cuando un empresario exhibe, por ejemplo, una película que ofende abiertamente la moral, las autoridades se encargan de aplicarle la sanción correspondiente, sanción que se traduce en la generalidad de los casos en multas más o menos altas, y aún hasta prisiones. 

En Inglaterra tampoco existe la censura. La hay, si, pero voluntaria y no tiene en este caso, otro objeto que substrae a los empresarios a la sanción municipal, que está establecida al igual que en Francia. En esta forma, cada empresario asume la responsabilidad de espectáculos que ofrece y los que quieren no verse jamás en la eventualidad de sufrir una sanción, no tienen sino que someterse a la censura previa de las autoridades. 

En Argentina, mucho se ha hablado de establecer también la censura cinematográfica, pero después de algunos ensayos desgraciados, se han dejado de mano estos proyectos; tal vez las autoridades se han convencido de que los resultados no iban a ser muy felices… (sic)

Esto es lo que yo sé al respecto, nos agrega el señor Battier. Ignoro lo ocurre en los países, pero, como ustedes ven, en las naciones más adelantas, la censura no existe. 

Por otra parte, la forma en que se ha querido establecer acá esta censura, tiene gravísimos inconvenientes, prosigue el señor Battier, porque ustedes saben que, lo que se denomina moral, es algo elástico y vago. Lo que para una persona culta, no tiene muchas veces nada de censurable, es objeto de parte de los ignorantes, de toda clase de ataques. 

En estas condiciones, a acontecer, sin duda, que una cinta aceptada por la Municipalidad de Santiago, será rechazada por la Municipalidad de Valparaíso, y vuelta a aceptar por la de Concepción.  Y esta situación tan anormal, es, como ustedes claramente lo comprenden, absolutamente inconveniente. 

Y esto sería tan más irregular, cuanto que cada cinta que las empresas cuanto que cada cinta que las empresas cinematográficas traen aquí, significa para ellas un desembolso, que los fletes, seguros, derechos de aduanas, etc., hacen subir muchas veces a sumas considerables de dinero. 

Es peligroso, por esto, poner en manos de una comisión municipal la fiscalización previa de la cinematografía, ya que ella, ejercida en forma desacertada, como tendrá forzosamente que ocurrir en la práctica, puede irrogar perjuicios incalculables a las empresas que se dedican a explotar este negocio. 

–En suma, usted no admite, señor, la censura municipal. 

–No, por las razones que les he manifestado, creo que tendría resultados contraproducentes: dando lugar a situaciones tan irregulares como las que les acabo de señalar. 

–¿Y en qué forma cree usted que se podría controlar, entonces, la moralidad y cultura de los espectáculos cinematográficos? 

–Por una parte, los municipios tienen facultades, sin salirse de la Constitución, para sancionar y suspender los espectáculos que crean inconvenientes; por otra, la prensa debe estimular a los empresarios, a mantener en aquellos, un ambiente de moralidad y cultura, mediante informaciones imparciales, que sirvan de guía al público en la elección de sus pasatiempos. 

Hasta hoy no ha tenido el público, en este sentido, otra fuente de informaciones, que la propia réclame (sic) de los empresarios, la cual, como es fácil suponer, dista mucho de ser un fallo imparcial que aquilate los méritos y defectos de tal o cual cinta, con entera justicia. Por eso, el día que la prensa se decida a realizar esta labor educadora y de bien social se habrá dado un gran paso en favor de la cultura de las exhibiciones cinematográficas, porque los empresarios, con el aliciente del elogio o bajo el temor de la censura, seleccionarán con esmero sus películas.

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