
El espectáculo cinematográfico ha adquirido entre nosotros, desarrollo que puede calificarse de extraordinario. Una jira (sic) por la ciudad basta al observador para constatar el aumento considerable de salas cuyos carteles anuncian exclusivamente este espectáculo y que por lo general desarrollan su actividad con éxito que para no pocas es un buen negocio.
No tanto por la extensión que ha adquirido como por sus orientaciones, el gusto d el público por la escena muda sugiere observaciones de interés. Desde luego, cabe anotar que apesar (sic) de no ser lejana, parece muy distante la época en que apenas abierto nuestro mercado a la producción extranjera, entonces casi exclusivamente europea, una película mediocre constituía un suceso. Las exigencias del publico son hoy otras en cuanto al material que les es presentado y las empresas se ven así precisadas a seleccionar sus programas y renovarlos consultando los requisitos que deben llenar las películas que se presentan.
Desde luego, ocurre preguntarse: ¿por cuál género inclina su predilección el público? Sin temor a equivocarnos responderíamos: por la comedia, el género descriptivo, y el drama cuando se trata de adaptaciones de los grandes autores. Entre nosotros, como ha ocurrido en otras grandes capitales americanas, en las que el movimiento cinematográfico ha adquirido ya el alto grado que comienza a obtener aquí, el público que concurre a las salas principales o sea aquel que exige mayor selección, comienza a desdeñar la producción cinematográfica basada en un efectismo meramente teatral: repudia ya esas películas facturadas con la colaboración de artistas, particularmente mujeres que se distinguen en la escena por un arte consistente en una pose continua y el uso e ciertos recursos llamados a impresionar fácilmente al espectador. Esa clase de películas tuvieron su época en nuestros teatros, y aún gustan, pero acabarán por perder su ruidoso éxito ante la nueva producción norteamericana que se abre paso en nuestro mercado.
La paralización de la actividad industrial europea no dedicada a finalidades bélicas, dió (sic) un amplio margen al surgimiento, realmente estupendo, de la cinematografía norteamericana que se apoderó del mercado mundial en un éxito sin precedentes. Aún trabajan algunas fábricas europeas, que se dedican, con muy pocas excepciones, a realizar esa producción basada en efectismos escénicos con la ayuda de artistas cuyos nombres han perdido ya el prestigio que la novedad les ayudara a conquistar.
Creemos estar en lo cierto cuando establecemos la predilección de nuestro público por el material de procedencia norteamericana. Son ya numerosas las firmas de esta precedencia que se exhiben en nuestros teatros; últimamente se ha establecido aquí una representación de la gran Asociación Paramount Pictures de tan enorme suceso en Estados Unidos. —Con excepción, repetimos, de alguna reducida producción europea, la norteamericana obtiene el primer puesto en nuestro país.
Para ello influyen circunstancias muy valiosas. La acción de la película norteamericana en primer término, se sucede en el ambiente de ese gran país de tan moderna y personal civilización. El drama de angustiosa y dolorosa emoción suele tener en esa producción representación muy importante, pero, en general, sus temas son comedias, leyendas o amplios y amenos episodios que exponen la vida sana, el alma alegre y vigorosa que reflejan: películas que con sus protagonistas exponen el vigor de una raza alcanzado por el cultivo físico y por normas de vida abierta a las sencillas y puras expansiones. A diferencia de la película de factura latina —hablamos en general—la norteamericana no basa su éxito en la exposición de voluptuosidades enfermizas y de mediocres efectismos teatrales; la cinematografía norteamericana se vale de numerosos artistas que, particularmente las mujeres, no necesitan de los recursos de los grandes trajes, de elegancia dudosa, que no usa ninguna dama distinguida, ni de los aspectos clandestinos del amor, para producir emoción. Les basta con encantar con su gracia y con aparecer humanamente naturales dentro de un ambiente de vida amplia y sana.
La predilección de nuestro público por la película norteamericana se halla así justificada; ella está de acuerdo con nuestro espíritu sencillo; con nuestros modales excentos (sic) de amaneramientos y de grandes poses escénicas; ella se armoniza también con nuestro temperamento vigoroso y nuestras costumbres de pueblo sobrio y sano.
De otra parte, vale señalar el hecho de que la ejecución exclusivamente artística de la película norteamericana ha alcanzado un grado de perfeccionamiento tanto más admirable cuando no necesita. Como hemos dicho, de esos recursos de que tanto abundan ciertas producciones de otra procedencia cuyo único merito (sic) radica en general en el nombre de una protagonista que si hermosa, reduce su arte a llevar amaneradamente un abrigo de 20 mil francos o afectar la posesión de una sensibilidad que puede impresionar en un momento pero que no deja las impresiones gratas y amables del arte verdadero y sencillo.