El verdadero “benefactor” sería quien comprara todas las copias de la película y las hiciera desaparecer per secula. Algún día se conocerá la razón por la que Chile Films “debe” distribuir este tipo de filmes. Puede ser un quijotismo mal entendido. O la responsabilidad de hermano mayor del cine nacional. Tal vez una errada comprensión sobre lo que debe entenderse por “fenómeno del cine chileno”.
Se han hecho esfuerzo académicos y periodísticos para convencer a los chilenos de que su cine no es necesariamente abominable. Llega El Benefactor y da por tierra con la laboriosa campaña. En esta etapa de nuestro desarrollo fílmico ciertas excusas ya no valen. Gebel –autor del argumento, guión y director del filme– anota en su currículo otra película chilena, La caleta olvidada, y el hecho de haber estado junto a Rossellini en los días de Roma, ciudad abierta. Cuesta creerlo. Por el resultado apreciado ahora –El Benefactor– el maestro del neorrealismo ni se enteró que lo tenía al lado.