Cuesta, en realidad, entender este casamiento, y, por lo mismo, uno duda, si “el poder” se relaciona con el entendimiento o con un mandato para contraer matrimonio en nombre de otro…
Excesivos diálogos, que al principio arrastran el desarrollo del film, se aligeran; pero, en virtud de las situaciones, cuando se llega a la mitad, unos chistes de gusto discreto, y unas declamaciones, verdaderas peroratas, anuncian poco a poco el final, y éste llega para desconcertar con una trama cuyo contenido, desgraciadamente, carece de móviles edificantes.
“Casamiento por Poder” marca el paso de nuestro cine. Nada para adelante; acaso un poquito para atrás… ; pero hace pasar el rato.
Muy natural, con su chispa innata, Alejandro Lira. Es el mejor; una realidad más que una promesa de nuestra pantalla. Después Cora Díaz y esas dos muchachas que aparecen como sus hijas; pero, especialmente, Anita Beltrán, quien supo lucirse con una dúctil, graciosa y comunicativa interpretación. Después… Rolando Caicedo, aunque lo vimos acartonado.