En 1928 nuestro compatriota Alberto Santana, que realizó como treinta films entre nosotros en los buenos tiempos de intensa producción cinematográfica nacional, partió a recorrer Sudamérica, hechizado siempre por las cámaras, lámparas y celuloide. Actualmente, a la cabeza de los laboratorios cinematógraficos del Ecuador, sigue luchando por el resurgimiento del séptimo arte autóctono. Piensa volver a Chile. Desde Guayaquil nos envía la nota que ofrecemos a nuestros lectores, artistas y empresarios.
El pueblo de Chile es de natural inclinación al ritmo y la danza, la poesía y la música, y por estas razones está muy preocupado, aunque no lo parezca, para forjarse un teatro y una cinematografía propios, con temas fuertes y tipos definidos.
No existe hasta ahora, una razón que justifique nuestro anulamiento dentro de una actividad que podríamos conquistar con ventajas, guiados por el timón de perdurables tradiciones y hermosas leyendas.
Sin embargo, México, Cuba y Argentina se nos han adelantado en forma inexplicable, y digo inexplicable porque fuimos en el tiempo de las películas mudas, un amplísimo campo experimental de cinematografía criolla, colocándonos muy cerca de las avanzadas Argentina que, en honor a la verdad, ha sido siempre el primer productor cinematográfico de Latinoamérica.
Cuenta Chile, para fundamentar su cine, con interesantísimos tipos faciales y vocaciones sorprendentes sin burillar.
¿Qué ha ocurrido entonces? ¿ha faltado el espíritu del productor? ¿el tacto organizador? ¿el dinamismo directivo? ¿el líder de la industria? ¿hombres capaces de organizar la venta y la distribución? o acaso una visión clara del magnífico futuro de la película parlante en español, con el colorido de nuestros acentos?
Posiblemente, en algunas de estas interrogativas se halle el secreto del problema.
Debe Chile salir de su marasmo y movilizar sus valores artísticos al margen de toda ayuda oficial, ya que no han de faltar soldados dispuestos a la cruzada y el sacrificio de sus reputaciones en aras del comienzo.
Debe manifestarse también el capital, en forma amplia y con absoluta confianza en un futuro halagador, porque los exhibidores del continente aguardan con interés la hora en que Chile se haga sentir hondamente por medio de películas que hablen de sus costumbres; de sus paisajes; de su espíritu de trabajo; de su progreso y de sus hermosas mujeres.