Nemesio, a propósito de un nuevo largometraje chileno
Películas relacionadas (1)
Nemesio (1986)
Personas relacionadas (1)

1

En el afiche que sirve de presentación para este primer largometraje de Cristián Lorca, figuran una serie de opiniones sobre la personalidad de Nemesio, el protagonista. Una de ellas, atribuido al público –“Este país está lleno de gallos así”- hace explícita una de las principales intensiones del cineasta: retratar al hombre medio chileno.

No deja de llamar la atención que las dos películas nacionales estrenadas comercialmente en el último año (la otra es Hijos de la guerra fría de Gonzalo Justiniano) tengan como personaje central a un empleado de existencia gris, que vive en el sector poniente de la comuna de Santiago y que, de un momento a otro, ve derrumbarse su pequeño mundo a causa de la política económica que se ha aplicado en Chile en el último decenio. A este primer rasgo común se suma el hecho de compartir un enfoque realista, presente en la primera parte del filme de Justiniano y en la globalidad del de Lorca, que ubica al oscuro protagonista en situaciones y lugares cotidianos: la oficina, con todas las relaciones interpersonales que conlleva, la sala de baile, el centro de la ciudad, todo ello al compás de la omnipresencia de los medios de comunicación. Se entiende que esta elección estilística es congruente con el deseo de Lorca que enuncié al comenzar este artículo, pues el realismo tiene como objetivo primordial convertir a la obra cinematográfica en un espejo en el que el público vea reflejado sus problemas. Es decir, busca una distancia filme-espectador igual a cero. Pero hay allí un riesgo importante, ya que en ese caso la película, como bien espejo, tiene muy poco espesor y se agota virtualmente en su pura superficie.

Pero el detalle más intrigante de los dos estrenos del último año se resume en la siguiente pregunta: ¿Por qué ambos cineastas eligen como eje vertebral de sus ficciones a un ser en el que no creen y al que no quieren? Su opción por el empleado medio, que como todo arquetipo no es sino una abstracción, parece provenir más de una convención sociológica que de un sincero interés en los conflictos de un determinado sector de la población. Nemesio –como su antecesor de Hijos de la guerra fría– nace así de un cálculo estadístico y no de una observación atenta de la realidad. La paradoja, entonces, se completa. Se elige el realismo sin amar la realidad, como si el hecho de contar una historia en lugares que a todos nos resultan familiares fuera suficiente para dar cuenta de un pedazo del mundo. En Nemesio vemos diversos paisajes característicos de Santiago sin que su protagonista esté de verdad sumergido en ese ambiente que en apariencia le es tan propio. El montaje no basta en el cine para re-crear la vida. Quizás en la secuencia en que Nemesio aborda un taxi para ir a su casa y el chofer del auto discute acaloradamente con otro colega, se establece, por única vez, una relación que vincula al oficinista con el universo de las cosas visibles y lo saca un instante de ese cosmos formado por las ideas del guión donde éste vive durante el resto de la película.

2

Creo que aunque no se conociera ningún dato acerca de Cristián Lorca se llegaría, de todos modos, a inferir su formación como director publicitario. Primero que nada porque tanto el actor (Andrés del Bosque) como el personaje (Nemesio) parecieran tener su origen en el spot televisivo de una financiera. El embrión mismo de Nemesio podría encontrarse en ese empleado de cuello y corbata al que no le permiten abandonar su escritorio en horas de trabajo. En segundo lugar, a causa del cuidado técnico que pone Lorca en la parte fotográfica de su película y por la fascinación que le produce la pantalla de la televisión. Ella ocupa largos pasajes del filme con imágenes de muy variadas procedencias –desde El bueno, el malo y el feo y Vestida para matar hasta teleseries y dibujos animados- pero rara vez logra aportar algún detalle significativo a las situaciones planteadas.

Una de las características más marcadas del cine publicitario es el predominio de la imagen aislada o de pequeñas escenas por sobre la estructuración dramática de las secuencias. Y este rasgo, que funciona con eficacia cuando de impactar al consumidor se trata, deviene un serio defecto en el largometraje argumental. Tal falta de hábito para articular mayores unidades dramáticas redunda, en Nemesio, en una evidente debilidad narrativa. Este aspecto, que no es nuevo en nuestra cinematografía, se vuelve aquí inocultable en razón del casi nulo desarrollo de la puesta en escena del filme, atribuible también, en gran parte, al acostumbramiento de Lorca a las normas de la publicidad. El único intento que el autor de Nemesio realiza en este sentido tiene que ver con las canciones que se incluyen en la banda sonora. Sin embargo, en el cine la puesta en escena pasa antes por los objetos y su relación con los personajes que por la letra de una canción que, en el mejor de los casos puede ser refuerzo pero nunca la solitaria base a partir de la cual se plantea un conflicto. Los tres temas que interpreta Payo Grondona, así como los que se escuchan en la secuencia de la discotheque, están ubicados estratégicamente para expresar algo que las imágenes no han conseguido: los estados morales del protagonista. En la disco, por ejemplo, Nemesio baila con una prostituta mientras se oye la voz de Lionel Richie que dice “Hello, is it me you’re looking for?”. Nemesio, en realidad, no está interesado en ella sino en la compañera de oficina que no llegó a la cinta con él. Richie canta entonces “And I Gonder you are and I Gonder wath you do”. Más tarde, Nemesio junto a la prostituta hasta un departamento. Apenas entran, el protagonista se dirige al baño para arreglarse ante un espejo. Su fugaz acompañante prende la radio y, en off, sobre la imagen de Nemesio, escuchamos ahora a Dolly Parton: “Oh, yes, I’m the great pretender”.

No basta entonces que una película se vea y se oiga para que llegue a ser cine. Se requiere también algo más que cierta efectividad de uno u otro momento clave. Es imprescindible, a mi juicio, amor y fe no lo que se filma, para que el resultado no sea el pago de la deuda con una concienca social mal entendida sino la verdadera voz del alma del director.