ACTUALMENTE no hay nada seriamente escrito sobre la historia del cine nacional, de manera que cuando terminemos este rastreo sobre lo que se hizo en el pasado, que es la etapa mis difícil (por la falta de datos fidedignos), nos quedaremos con el convencimiento de que la única fuente de información que se tendrá sobre la materia estará en la colección de «ECRAN». Pero ocurre que aún cuando nos quememos las pestañas buscando documentos que ayuden a sacar a la luz del día esta trayectoria desconocida, siempre nos quedaremos con las manos un tanto vacías. Habrá lagunas que llenar y, de vez en cuando, algún dato equivocado que rectificar, derivado precisamente del hecho de que lo poco que hay escrito referente al asunto, estaba malo. Y es allí, cuando involuntariamente incurrimos en algún error, donde debe hacerse presente la colaboración de quienes participaron en nuestro cine del pasado, rectificando, con pruebas, el error.
En nuestra edición 1804, al referirnos a «Los Desheredados de la Suerte«, película estrenada en Santiago en 1924, presentamos a su protagonista, Carlos Pellegrin Celedón, como ciudadano argentino. El nos ha visitado para Informarnos de que es chileno y no argentino.
Nosotros aprovechamos esta oportunidad para conversar con él sobre lo que fue esta lejana producción, de cuyos pormenores nos habla con entusiasmo, aun cuando en la actualidad sea un dinámico hombre de negocios. Nos conversa ampliamente, y de su charla se desprende un mar de recuerdos, recuerdos que nos remontan a una época de luchas sociales, de hombres soñadores preocupados de las grandes causas.
Nuestro visitante nos cuenta cómo se gestó aquella obra lejana con la cual contribuyó a levantar, aunque fuera en mínima parte, esa armazón abstracta y débil que se llama cine chileno. Cuando ideó el argumento, empezó a juntar peso a peso, en compañía de algunos amigos que lo acompañaron en la fascinante empresa que los iba a convertir en flamantes realizadores cinematográficos. Todos pertenecían al Centro que llevaba el nombre del famoso poeta español Ramón de Campoamor.
LA MUERTE DE LUIS EMILIO RECABARREN
Luego de referirse a que la falta de medios fue la que truncó sus ambiciones cinematográficas, Carlos Pellegrin nos cuenta que él fue uno de los primeros en llegar a la casa de Santa Filomena 195 en aquella mañana del 19 de diciembre de 1924. Había escuchado algunos disparos y acudió a ver qué sucedía. Entró a una habitación y allí encontró el cuerpo sin vida de Luis Emilio Recabarren, aquel líder indiscutible de la clase obrera, que acosado por muchas angustias había tomado la trágica determinación de suicidarse. Inmediatamente llamé —nos cuenta— al camarógrafo Luis Pizarro, quien logró filmar allí mismo algunas escenas del lamentable suceso. Juntas con las que tomó en los funerales dieron forma a un noticiario que después recorrió los teatros de todo el país. La historia nacional de aquellos años sería posible verla en el cine si hubiera ocurrido el milagro de que se conservara en buenas condiciones el celuloide. Prácticamente todos los sucesos de relieve eran captados por los entusiastas hombres de cine, que en ese sentido le hacían competencia a la prensa, ya que también corrían detrás de la noticia. Lamentablemente las películas que no fueron devoradas por la acción del tiempo, lo fueron por el fuego de algún incendio anónimo en el cual lo primero que desaparecía eran esos rollos guardados en algún olvidado rincón.