El comentario de hoy (Golondrina)
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Las películas nacionales presentan, desde hace un año, vastas perspectivas. Desde que Nicanor de la Sotta llenó los teatros con su «Golondrina«, ha surgido una improvisada tormenta de empresarios, de estrellas, de argumentistas y de entendidos. Pero no hay aficionados. Todos traen arrestros de profesionales.

Estos entusiasmos deben ser estimulados con ardor. Todo lo que se haga por intensificar la producción nacional está muy bien. Pero como la filmación de películas nacionales es siempre un negocio casi seguro, ya vienen apareciendo los peligrosos empresarios que sólo quieren ganar diner fácilmente. Y esto es peligrosísimo para el porvenir de la cinematografía nacional. Hay que impedir que la premura de los comerciantes lleve a la pantalla obras disparatadas, lánguidas o grotescas, que fatigan al público y lo hacen desconfiar de la producción chilena.

Naturalmente, en estas épocas de optimismo, cada espectador cree de buena fe que él posee condiciones de director de escena o de primer galán. Pero hay que contener esos ímpetus. Y es a las empresas teatrales que estrenan las películas, a las cuales les corresponde esta tarea depuradora, tarea que les reportará el positivio beneficio de acreditar sus espectáculos.

No es necesario que nos ilusionemos todos. Basta con que se entusiasmen y trabajen los que poseen temperamento, preparación y han sido probados en la pantalla.

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 Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original.