Es una cinta sencilla, sin estridencias y que conserva su carácter tierno desde el principio hasta el fin. La trama presenta un asunto sentimental movido, que tal vez Armando Mocck hubiera reconocido como sacado de una de sus obras.
Algunas intervenciones de los hermanos Barrientos ayudan a construir el ambiente campesino. El trabajo de Reynó es eficaz y sobresale por su dominio natural en el rol. Ester Soré fotografía mejor que en ninguna otra cinta, Silvia Villalaz es la sorpresa dramática y da intensidad a su papel. Plácido Martín compone un cura de campo bonachón, de acuerdo a su habilidad para los característicos. El film, pasando por alto algunas escenas, que se alargan demasiado sin causa, está bien conducido y manifiesta que Bohr lo dirigió con cariño.
En resumen: Una cinta sin pretensiones, que se hace grata.