Viña: encuentro con futuro
Personas relacionadas (2)
  • «Manuela», de Cuba, ganó el Gran Premio.

EL FESTIVAL SERIO

SI LA HERMANDAD latinoamericana corría en cálido raudal, después de la medianoche, por las callejuelas algo desoladas de un Valparaíso invitante y vanamente peligroso, es que había razón para sentirse alegres, porque un nexo importante había surgido mas allá de las simples intenciones o palabras en el Quinto Festival de Cine de Viña del Mar.

Muy poco dentro del marco de lo que alguna gente ha llamado tradicionalmente «latinoamericano», los delegados del Encuentro de Realizadores de América latina discutieron poco y lograron mucho. A lo largo del eje que iba desde el atestado salón del Hotel O’Higgins, donde se celebraron las reuniones, a la pantalla de la Sala Cine-Arte, circuló, en los ocho días del Festival un lenguaje común, un intercambio efectivo de conocimiento, información y aprendizaje.

El Encuentro de Realizadores acordó, entre otros puntos:

*  Crear el Centro Latinoamericano del Nuevo Cine, que reunirá los movimientos del nuevo cine independiente de cada país de Latinoamérica. La sede de este centro, donde cada país estará representado por un delegado, estará en Viña del Mar. En los países firmantes habrá también Centros Nacionales.

*  Organizar la Semana del Cine Latinoamericano, que será enviada a los grandes festivales internacionales, como Cannes. Pésaro, San Sebastián, Moscú, Venecia, Columbianum, Berlín, San Francisco y Acapulco.

*  Promover el Encuentro de Críticos cinematográficos y editores de publicaciones especializadas de Europa y América latina, con ocasión de los festivales internacionales.

*  Realizar el inventario del cine-arte en América latina y una evaluación de su mercado.

Las rencillas que habían provocado resquemores dentro de la delegación chilena en los primeros días, se esfumaron frente a la seriedad de trabajo exhibida por las delegaciones extranjeras, particularmente brasileños, urugua­yos y cubanos, cada una de las cuales presentó un frente unido y definido. En la delegación chilena, el valioso aporte de Enrique Urteaga, que, aunque santafecino (trabajó en los grupos de vanguardia de la Universidad del Litoral, que dieron impulso a la nueva ola argentina), trabaja en Chile en Canal 13 desde hace años, hizo superar barreras con gran tino y admirable diplomacia. Finalmente, un grupo de teóricos y jóvenes realizadores, encabezados por Miguel Littin, redactaron un manifiesto en el que señalan más que todo lo malo que ha existido, el camino que desean seguir hacia un cine de expresión enraizado en una realidad latinoamericana.

ecran3_21031967.jpg

EL FESTIVAL EN EL CINE

En el otro extremo del eje, sobre la pantalla, mostró un rostro apenas conformado, algo vacilante en sus contornos formales, pero definido en sus intenciones: decir algo de lo que pasa en este continente, y decirlo con una gra­mática propia. Es efectivo que esa meta no está ni de cerca lograda, por lo que vimos en Viña del Mar, mucho de lo cual no ha pasado la barrera de lo aficionado.

Lo positivo es la afirmación en una nueva manera de ver y de mirar el cine, como fuerza expresiva y reflejo de idiosincrasias y realidades que correspondan al «latinamerican way of life», cualquiera que éste sea.

EL  CINE-ENCUESTA

El cine brasileño fue la representación con mayor número de films. La calidad no tuvo concordancia con la cantidad, salvo en dos grandes excepciones: «Viramundo», de Geraldo Sarno (Premio Documental 16 mm.), una visión objetiva y penetrante del inmigrante sertanero que llega a Sao Paulo en busca de trabajo; y «Mayoría Absoluta», de León Hirzman (Premio Documental 35 mm.), sobre el problema del analfabetismo, que supo integrar armónicamente los elementos del cine-encuesta en una interpretación de la realidad en que trascendía el «amateurismo» de otros directores de Brasil en esa misma línea.

El cine-encuesta brasileño había llegado hasta nosotros transformado en un verdadero mito; sobre la pantalla se vio limitado a sus verdaderas proporciones: un cine de búsqueda con grandes errores, que constituye sólo un punto de partida para una maduración posterior y no un fin en si mismo. Digamos, en justicia, que los films vistos ya tienen unos tres años. Curiosamente, las ideas de ese cine que dirige el ojo de la cámara sobre una realidad, como un reportaje sin comentarios, precedido de una investigación exhaustiva del tema, estaban ya en el trabajo de algunas de nuestros realizadores de televisión de más talento. Muchos programas de TV de Miguel Littin ya habían planteado principios similares a los intentados por el cine-encuesta de Brasil; también en algunos programas de «La Historia Secreta de las Grandes Noticias» hubo una búsqueda que trataba de asimilar la visión directa de los acontecimientos con un enfoque interpretativo y sociológico. El cine-encuesta es un cine televisivo (en Brasil la TV, que es comercial, está vedada a los realizadores vanguardistas), pero, en todo caso, es un instrumento de gran importancia como comienzo de interiorización vital con una realidad.

Dentro de ese mismo marco se encuadra el cine directo argentino, iniciado por el movimiento de la Universidad del Litoral, de Santa Fe, e impulsado por Fernando Birri.

En los últimos días del Festival el cine argentino reivindicó una primera impresión desfavorable, al acumularse, en los primeros días de programación, un enorme número de films en que primaba la foto fija.

«Greda», de Raymundo Gleyzer. y Jorge Preloran, es cine-directo, sin concesiones, y nos introduce al mundo de una locera y su vida ínfima, aunque impregnada de amarga poesía. Recibió el Premio de la Oficina Católica de Ci­ne (O.C.I.C). Igualmente interesante fue «Las Cosas Ciertas», de Gerardo Vallejos, sobre los trabajadores de la caña en  el  norte  argentino.  En  otro plano, y saltando del cine directo al argumental, pero dentro del mismo estilo descarnado, objetivo, estuvo «El Otro Oficio», de Jorge Cedrón, sobre el desempleo en Buenos Aires, un trabajo muy serio, que inexplicablemente no recibió premio. Otro buen ejemplo de cine directo y logrado por su forma imaginativamente «godardiana» fue «Sobre todas estas estrellas», de Eliseo Subiela.

ecran4_21031967.jpg

EL FESTIVAL FESTIVO

En todos los festivales del mundo, la calidad de los films dista mucho de ser uniforme. Sólo algunos sobreviven como valores tras la oleada de algunos días febriles, en que el cine es lo único que prima. En Viña, por ser primera vez que hay un Festival de estas proporciones, y a pesar de la excelente organización, provista por el Cine-Club, las cosas fueron algo más graves. El comité de selección, excesivamente piadoso, incluyó en la programación algunos films que terminaron llamándose ejemplos de «cine delirante». Uno de ellos fue particularmente señalado: “Forjadores del Mañana”, del Perú, una de cuyas frases quedó para ser inscrita en bronce. La imagen muestra a un niño contemplando una pileta. El diálogo reza: «Los niños sueñan con mares enanos». Otra fue «Pasión», de Brasil, en la cual dos personajes, independientemente, lanzan peroratas indignadas al vacío, para luego emprender desaforadas carreras. Terminan desplomándose, muertas, pero no como todos esperaban… que era encontrándose frente a frente y dándose un fe­nomenal cabezazo.

Algunos de estos films cayeron bajo la guadaña de un antijurado que también  otorgó sus premios.

Un ejemplo: «Milagro de Lourdes», extraña aventura de un sacerdote que es perseguido y va a dar a una especie de casa de tolerancia, recibió el «O.C.I.C.» de Plomo. Un film mexicano titulado «Todos somos hermanos», supuestamente pro cubano, pero tan mal realizado que hizo decir a los cubanos presentes que quizás haya sido financiado por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, fue premiado por el antijurado con el «Gusano de Plata».

Fue Cuba quien recibió el Gran Premio «Paoa», por «Manuela», que ya comentamos y que, por unanimidad, fue considerado el mejor film exhibido. Conocíamos «Manuela» desde Karlovy Vary, donde nos impresionó por su equilibrio poético, en un tema que podría tan fácilmente ser falso y melodramático. Es la historia de una muchacha campesina y analfabeta, cuyos padres han sido muertos y su casa incendiada por las tropas antirrevolucionarlas. Huye a la sierra y allí desea convertirse en guerrillera. El aprendizaje es duro, pero Manuela también encuentra el amor, el amor concreto, junto a otro guerrillero, el «Mexicano», y el amor abstracto y apasionado a una causa. Un dato curioso: «Manuela» casi recibió el Premio de la Oficina Católica de Cine.

Es una buena casa que un festival de hermandad haya terminado con un premio al amor.