«Ver y escuchar», de José Luis Torres Leiva
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Las percepción, la contemplación, es una de las constantes dentro del cine de José Luis Torres Leiva, en un camino por capturar ciertos momentos trascendentales, sobre todo, en una interacción entre hombre y naturaleza, donde esta última es la guía. En Ver y escuchar hace de esta búsqueda el centro mismo de la película, pero bajo las riendas de lo exclusivamente humano. Con el encuentro de cuatro grupos de personas ciegas y sordas, este documental busca configurar las distintas percepciones que ellos tienen de este mundo. Entre medio, como unos pequeños clips, se despliegan secuencias donde el blanco y negro hace que ciertas imágenes tengan una abstracción poética, casi onírica, que hace que la cinta tenga unos propósitos estéticos que van más allá del simple registro.

Cómo es que un sordo percibe la luna, una piedra caer en el agua, el sonido del mar, el viento golpeando su cara. Y de vuelta, cómo un ciego encara el mundo y estas mismas sensaciones. Eso es lo que acá van dialogando cada uno de los participantes. Con una cámara y montaje (bastante invisible este último) que tratan de ser lo más abarcativa y respetuosa con las expresiones de los entrevistados, Ver y escuchar va configurando no sólo un filme que retrata las experiencias de cada uno, sino que, con esa calma y espontaneidad de los diálogos, también instala a los personajes como vivos ejemplos de que no estamos ante seres disminuidos o extraños.

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Estamos ante personas sensibles que buscan en sus diferencias perceptivas una manera de encarar la vida, de completar el mundo de otra manera, sin todos los sentidos, pero agudizando el máximo los que poseen. Esas sensibilidades que se descubren a través de sus relatos no afloran de manera lastimera, ni sentimental (quizás el gran punto a favor de la cinta), porque su montaje cuidadoso y respetuoso de los tiempos, y una música que son a ratos mezclas de sonidos cotidianos, buscan siempre elevarla de manera sincera, sin manipulaciones. Es lo que hace de este documental lejano de cualquier manipulación tan dada en el reportaje o en alguna campaña publicitaria, donde el primer plano y los ojos llorosos son voz campante. Estrategias, por lo demás, que más que comprender a estas personas, nos alejan aún más de ellos al convertirlos en fenómenos, con un afán totalmente utliitario.

Así en Ver y escuchar la emoción y la reflexión llegan hacia un espectador que además se enfrenta a un filme que niega los colores, como si esta opción del contrastado y opaco blanco y negro en que está rodada la cinta busque obligarnos a un esfuerzo perceptivo que nos haga completar la realidad que instala. Es la manera, bastante cinematográfica, de pura fe en el cine, que el documental tiene de acercarnos y así entender a los personajes. 

Torres Leiva usa el cine de una manera simple y emotiva para invitarnos a esa experiencia que a veces roza lo maravilloso gracias a esos instantes abstractos que unen cada encuentro. Es justamente lo que los protagonistas hacen ante la cámara, es lo que nos enseñan a hacer para admirarlos bajo una nueva dimensión donde la lástima no tiene sentido, si la comprensión.