“Tonto Pillo”: film chileno
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Hace tres años había media docena de cinematografistas en Chile. Contaban con millones, recursos y audacia. Sólo les faltaba talento para cimentar una industria. Hicieron malas películas, derrocharon lo que se les había confiado, desprestigiaron el cine chileno, como repitiendo la frase versallesca: “Después de mi, el diluvio”.

Cuando se produjo el naufragio, embarcaciones pequeñas tomaron la quijotesca tarea de cubrir la navegación. En uno de estos faluchos va José Bohr. No se le puede pedir que transporte a los espectadores en compartimientos de lujo, sino en las rudimentarias cabinas que lleva. Y si logra llegar a puerto, es justo y leal reconocerle su temple y su fervor.

Platos probados

Este “Tonto Pillo” se compone de múltiples sketches en base a siete hermanos, inquilinos de un fundo. Es idéntico a una comedia escrita y montada por Lucho Córdoba. Se adivina en su trama que el menú ha sido confeccionado a base de platos ya probados con éxito.  Humitas, pastel de choclos y asados, sin pensar en delicadezas de gourmets. Lo que importa es que el espectador quede satisfecho, riéndose. Y lo consigue, aunque a veces cocinando con margarina. Para ser leal con el huaso chileno, hay que acotar que la caricatura hecha por Lucho no le pertenece. Será cómica, tendrá las diabluras de Cantinflas, pero no es de un campesino chileno. Y éste, al ser bien captado, puede tener igual o más taquilla que ése. En Chile, para anotar algo, las “señoritas del fundo”  no se enamoran de los inquilinos.

El popular actor, de excepcional habilidad histriónica, debe meditar en lo de “pastelero, a tus pasteles”. Los otros intérpretes tienen una línea pareja, destacándose ligeramente Pepe Guixé, en su mudo. Lecaros entrega una música agradable, aunque sin superarse. La paradoja de la cinta es que Arturo Gatica dobla la voz a Carlos Mondaca. Es como si Pedro Vargas le doblara la voz a Jorge Negrete. ¿Cobraría menos Mondaca sin cantar o es influencia de la Metro? Bohr en la dirección se desempeña bien, hace rendir el presupuesto al máximo y da cierta unidad a los incidentes y a la compañía de Lucho.

Los ciento ochenta y cinco mil pesos recaudados en los cines Real y Santiago el día del estreno- la más alta taquilla que se conoce en Chile- hablan de la aceptación popular de la cinta y de que, pese a todo, aún hay una llamita de fe por el cine chileno.

Como homenaje, los espectadores deben figurar en los carteles.

Hernán Millas.