Todo lo que avanzamos en 15 años de ensayos cinematográficos ha sido borrado de una plumada por “Las apariencias engañan”
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Todo lo que avanzamos en 15 años de ensayos cinematográficos ha sido borrado de una plumada por “Las apariencias engañan”.

Vale la pena hablar brevemente sobre la película que ha estrenando tímidamente el Santiago la semana pasada.

“Las apariencias engañan” es una mala cinta. Así, sin  ambages.

Conviene dejar definitivamente el sentimentalismo basado en una concepción estrecha y pueril del patriotismo, para criticar lo que es nuestro.

Se puede decir, impunemente, que la novela chilena X es mala, que los versos del señor H son pésimos. Si se puede criticar nuestro teatro y nuestro arte en cualquier sentido, no vemos la razón para decir de nuestro cine que, salvo “Escándalo”, sigue en pañales…

ARGUMENTO.-Débil y cursi. No falta nada para completar el folletín que encantaría a una muchacha románticona o una empleada de fuente de soda, vieja lectora de “La Novela Rosa” o de Florencia Barclay. La madre enferma, la hija pura…el marido que engaña a su mujer, la eterna vampiresa descocada y ordinaria. Todo. Y para colmo el fin típico: el engañador que encuentra a a mujer que abandonó hace años. No falta ninguno de los recursos de la cursilería profesional.

INTERPRETACION. Pobre. Salvo Retes, los demás no tienen idea de lo que es una cámara. Ni del trabajo ante ella. Exagerado: Darío Guevara; falta de sobriedad: Helia Grandón: chocante en la exageración de la pureza: Elsa Vecksey; los demás, obres de recursos limitados y faltos de la experiencia necesaria que se exige frente al lente.

TECNICA. No tiene. Las escenas se suceden porque sí. No hay un nexo interior que nueva el film. Nada que indique la existencia de una mano tras la manivela del cameraman y tras el megáfono del director. El ritmo es lento, desesperante, aburridísimo. No hay nada que mueva al espectador a esperar algo que valga realmente la pena. Latea…

PRESENTACION. Pobre. Falta la plata en los estudios chilenos evidentemente. Pero en este caso, excepto ciertas escenas de cabarets que ganan gracias a la presencia de artistas profesionales como Celeste Grijó y Adolfo Gallardo, el resto es franciscano. Detalles. Los hay y jugosos. Por ejemplo, la escena en que Helia Grandón le pide a Retes que le compre una casa o un auto. Es ordinaria. Era fácil, muy fácil que se cayera en la vulgaridad y en la ausencia de sobriedad que puede salvar un pasaje picante…Podía caerse y se cayó sin la más ligera elegancia.

LA FOTO, que podìa haber salvado pasivamente la cinta, es débil, pobre y carece de la riqueza de tonalidades necesarias para darle siquiera cierto valor técnico a “Las apariencias engañan”. En cuanto a luz, no ha sido graduada ni mucho menos aprovechada con inteligencia.  O es fuerte o es débil. No ha sabido explotarse la bellea de los exteriores y los primeros planos no tienen intensidad ni fuerza.

EL MAQUILLAJE. Vulgar. Hay detalles francamente humorísticos. La madre de Elsa Vecksey anciana de solemnidad en las primeras escenas, se vuelve más jovem y más fresca que su hija en la última. Y después de todo nace espontáneamente la ubicación del culpable, de la ausencia de un aprovechamiento inteligente del material que tenía a mano. Y surge naturalmente la figura del director que fue incapaz de serlo. Víctor Álvarez debía haber tomado nota antes de que el público que ha visto ya “Escándalo”, exigía algo más que un ensayo fallido como el que nos ha presentado.

Ha abusado de una supuesta incredulidad e ingenuidad que ya no existen. Ese fue su error máximo.

RESUMEN. Una película cursi, no falta ni el detalle de la madre abandonada, la muchcha rubia y de postal que toca el violón en un cabaret, el engañador profesional, la mujer gruñona, etc.

Es una lástima que después de varios ensayos cinescos hayamos dado este paso tan trágicamente falso. Por moral y por estética, “Las apariencias engañan” debía ser retirada inmediatamente de los teatros. Porque no hace nada en favor de nuestro cine, porque desprestigia a los que realmente se están preocupando de crear una industria cinematográfica en Chile. Porque nos ridiculiza ante los simples principiantes y porque indica claramente que nada se ha avanzado después de tantos años. “Las apariencias engapñan” merecería únicamente una clasificación: INTOLERABLE.

S.M.F.