Tendida Mirando Las Estrellas, de Andrés Racz

Tras diez años de intentos fallidos, la película de Andrés Racz Tendida Mirando Las Estrellas logró por fin su estreno en salas comerciales. La larga espera si bien podría haberle otorgado cierta distancia del contexto político e histórico en el cual se enmarca el largometraje, ciertamente ocurre lo contrario y nos encontramos frente a un producto que justamente por su gran solidez y originalidad funciona por sus propios méritos, liberándose de tener que rendirle cuentas al otrora escenario social que podría haber impulsado un posible éxito o fracaso comercial.

Luego de dos realizaciones de corte documental Dulce Patria (1985) y No Me Amenaces (1990), el director apuesta por un drama de ficción inspirado en la tradición del cine negro norteamericano que se desenvuelve coherentemente en esta línea tanto en su puesta en escena, el uso de recursos estéticos y su propuesta narrativa. Un filme capaz de develar con agudeza los flujos y tránsitos de la vida “marginal” a través de los ojos de Nieves Carrasco (Paulina Urrutia), una joven que tras el asesinato del violador de su hermano menor queda atrapada en el mundo carcelario, territorio que Racz recorre sin timidez, adentrándose en las lógicas de poder, deseo, frustración e ilusión que se cruzan en el contexto del encierro. Con gran habilidad va construyendo un relato que, sin uso de efectismos, se presenta como una propuesta híbrida que se pasea casi entre el documental y la ficción, un sórdido y logrado retrato de las interacciones humanas que surgen tras la privación de la libertad y la sobrevivencia después de la recuperación de la misma.

Con una notable dirección de actores, Racz nos pone en presencia de una anti heroína frágilmente violenta que transita por un submundo amenazante pero del cual posee absoluto control. Nieves se desenvuelve en el campo de batalla carcelario siempre con un objetivo claro, -la pronta recuperación de su libertad- y en ese escenario, sus relaciones pseudo afectivas no son más que medios para la concreción de sus propósitos. Gracias a un acierto logra fugarse pero de inmediato vuelve a “recluirse” esta vez en la vida nocturna de los viejos barrios santiaguinos; la pieza con cama compartida en el hotel de mala muerte, el escondite en la casa de la amiga, el prostíbulo, el cabaret y la calle, no son más que territorios-cárceles de sobrevivencia y de pugnas de poder, universo que Racz registra con una cámara cruda, que sin concesiones se pasea con mano firme revelando las utopías e ilusiones de los que esperaban un “mejor pasar” con la llegada de la democracia.

Inspirado en una historia real de la crónica roja de un matutino por allá en los 90’s, el director demuestra una gran solidez en la construcción de los personajes, desarrollados junto a la pluma de Diamela Eltit a cargo del guión. Destacables son las interpretaciones de Gonzalo Robles en el papel del “Guatón”, suerte de proxeneta alcohólico dueño de un cabaret que deambula ejerciendo su poder en el micro mundo nocturno inspirando temor y obediencia, la “China” (Chamilla Rodríguez), quien sostuvo una relación ambigua en la cárcel con la protagonista y se convierte en su compañera más cercana en el cabaret donde se prostituyen; “Desiderio” (Alejandro Goic), un joven poeta de los pocos personajes que tiene un real encuentro afectivo con Nieves y el carismático ex boxeador “Ninfonso Iquique Pino”, con Nelson Villagra en un rol que desarrolla de manera brillante (del recuerdo su secuencia interpretando un tango en pleno cabaret).

Todo este entramado de personajes se desenvuelve en los llamados “barrios bajos” de Santiago a inicios de los noventas. Fiel retrato que no queda obsoleto si no se enriquece tras la demora en el estreno pues reafirma la sólida apuesta de un director que llegó a buen puerto a pesar de los tropiezos burocráticos de años. Rodado durante en el 2000, el filme encaja con esa mirada despojada de prejuicios morales de autores como Francisco Lombardi o Josué Méndez, realizadores que han sabido reflejar parte de la realidad latinoamericana fuera del realismo mágico poniendo la cámara en la calle y en el amplio universo de humanidades que la transitan, viven y mueren. En este punto, el personaje protagónico de Nieves Carrasco circula fuera del clásico estereotipo, re significando el cuerpo femenino como territorio fértil del auto ejercicio del poder; Nieves termina siendo asesina, prostituta, lesbiana, hermana, amiga, amante y todas esas expresiones y multiplicidades no son más que deliberadas consecuencias de un camino previamente escogido. Sin duda resulta destacable que Tendida… sea de las pocas realizaciones nacionales capaces de conectar sin efectismos y con una estética lejos del melodrama con destacados exponentes del cine latinoamericano de la última década. Nieves siempre nos resulta “in”cansable e “inal”canzable con su sueño a cuestas, tal como el personaje de Gabriela en Mariposa Negra (Lombardi, 2006) ambas deambulan como almas ciegas en su sed de venganza, tan imbatibles como insalvables en absoluta dirección al vacío.

Ciertamente este trabajo de Racz se enmarca dentro de un cine político pero desde una trinchera menos evidente que no necesita fuegos artificiales para hacernos reflexionar sobre lo heredado y lo que nos quedó post 90’s. Un ejercicio arriesgado desarrollado con sutileza y no ausente de ciertos ripios en el metraje final pero que destaca por la originalidad y honestidad con que aborda sus propósitos. El Santiago del barrio poniente y todas las complejidades, articulaciones y transacciones de la vida en la calle es un micro universo representado por la mano de Racz con la maestría de un artesano social, que nos invita a no olvidar los rincones de los miserables poetas.