Super, de Fernanda Aljaro y Felipe del Río
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La polvareda con la que Super venía promocionándose previo a su estreno daba tanto para hacerse buenas expectativas, como para dudar de su resultado. Expectativas por ver a una veintena de reconocidos actores nacionales juntos y porque el guión era ganador de un concurso hecho por la productora responsable (Coquimbo Filmes) hace unos años. Dudas, porque como dice el viejo y reconocido refrán, el que mucha abarca poco aprieta.

Justamente, es esa desbordada ambición la que le pasa mucho la cuenta a la película de Fernanda Aljaro y Felipe del Río. Una comedia que se divide en una decena de situaciones o esbozos de conflictos, centrados en el submundo en que se estaría transformando el interior de un supermercado en un país como este, donde en medio de una gran crisis los niveles de consumo poco disminuyen.

Suena coherente esto entonces y así se instalan distintas “faunas” y sus obsesiones, las cuales explotan adentro de este centro de consumo. Está entonces el esposo que apurado hace las compras para llegar a ver un partido de Chile y su esposa que da vueltas con el fin de encontrarse en los pasillos con una mega estrella de la TV; el par de pololos que celebran su aniversario porque trabajando como promotores empezó su noviazgo; unos amigos que sólo vagan por el lugar, coquetean con las promotoras y hablan de la tele como si fuera la nueva iglesia salvadora; y también un par de vecinos que se dan cuenta que poco y nada se conocen. Y a esto hay que sumarle unas cuantas situaciones más.

En un tono cómico, que se basa más en el desmadre actoral que en un guión ingenioso, aquella idea de hablar sobre el consumo se hunde entre muchas situaciones y personajes intrascendentes, además de ser contradecida visualmente cada vez que hay encuadres que se cuidan en enfocar claramente el nombre de algún auspiciador. Pero más extraño resulta el afán de inflar ciertos vicios que, se suponen, nos pertenecen, como el gusto por la TV y sus semidioses. Curioso es esto, pues en la época del imperio del Internet y la informática, escuchar frases como “no si Dios quiere, si Don Francisco quiere” o “la televisión es curativa”, terminan sonando bien fuera de tiesto. Un discurso añejo que termina no sólo alejando al filme del espectador, sino que conforma una serie de personajes poco atractivos, estúpidos en extremo y moldeados sin compasión ni relieves. Y ante ello, es aún más difícil que se termine construyendo algún tipo de identificación.

Finalmente las dudas abudan: ¿era necesario tanto esfuerzo por tener a todos estos actores? ¿Vale la pena sólo por un afán comercial? Con tanto por querer mostrar, resulta difícil afinar cualquier propuesta dramática o discursiva, sobretodo con un guión tan blando. Una abundancia pecadora al que hay que sumar una fotografía bastante plana y desgastante al ojo por su brillosidad, son las que hacen de Super una experiencia más cerca del olvido que otra cosa.