Sobre Los Parafinas o Mi Noche Alegre
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Don Genaro Veiga, un distinguido artista español, era el mejor señor fotógrafo de la región. Ostentaba una de las galerías y talleres más bellos de la ciudad. El, como representante de la Kodak, se encargó de hacer el primer pedido de película virgen  para nuestra empresa. El dinero le fue entregado al capitán de la nave “Austral” que debía viajar a Nueva York para entrar en reparaciones de sus maquinarias. Semanas y semanas de espera sólo sirvieron para acrecentar nuestras ansias de “hacer cine”… Y la lavada de película usada… y la cosida de trocitos de película virgen sobre ella, se sucedían día tras día…

¡Monitos!… ¡Cuadritos!… ¡Soñábamos con ellos!…

Por fin llegó la película…

Formamos nuestro laboratorio, que de paso daba la oportunidad a los primeros amantes a la fotografía “tener revelado y copias en 6 horas”. Cartel que orgullosamente lucía al frente de nuestra institución…

Así, con cámara. . . ¡película virgen negativa y positiva!. . .asistentes y ayudantes (. . .todos los muchachos amigos. . .) y hasta con el pianista del Cine “Royal”, Coriolano González, como “Asesor y Director Musical” de la empresa, comenzamos la filmación de las “ACTUALIDADES MAGALLÁNICAS” Número 1… Y la número 2… que constituyen el éxito de aquellos para los habitantes de Magallanes. Pero las comedias de Mack Sennet, las de Carlitos Chaplín, invadían las pantallas de los cine del mundo y naturalmente eran el plato fuerte de los programas de nuestro “Cine Royal”.

¿Por qué no atrevernos a filmar una película cómica?… a mí me encantaba imitar a Carlitos Chaplín. Decía mi familia que lo hacía bastante bien, y que hasta hacía reír. La “Junta Directiva de la Empresa”, Antonio Radonich y yo, decidimos lanzarnos a la filmación de “LO PARAFINAS” o “MI NOCHE ALEGRE”. Esta producción fue rodada en “galería”. SI, en la galería del gran fonógrafo Don Genaro Veiga y, con despliegue de decorados. Eran los decorados que usaba el señor Veiga para hacer posar a las “lindas” de Magallanes en sus fotografías de “entrada en Sociedad”… “primera comunión”… o “casamientos”. La producción era estupenda. Tenía DOS ROLLOS y habíamos contratado en exclusiva una damita joven que nos gustaba mucho y a la que le quisimos dar la primera chance en la producción. Le cambiamos el nombre bastante chileno en uno muy de moda… Muy inglés: “IRENE CASTLE”…

¿Y Elena?

Es cierto, Elena nunca llegó a ser estrella de mis producciones. El cine había comenzado a robarme un poco de su afecto. Me pasaba las horas acariciando las extremidades del trípode de nuestra cámara y en vez de mirarme en los ojos de Elena, mis pupilas se dilataban en la contemplación de las escenas de “LOS PARAFINAS”.

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BIIIPPPPPPP… BIIIIIIPPPPP… IIIIIIIIIIIIYYYYYYYYY…

“No tan rápido, amigo mío… Tome su tiempo para decirme las cosas… o déjeme a mí decírcelas”… –la voz de “LA ADIVINA” en el caleidoscopio de mis recuerdos…

BIIIIIIIIIIIIPPPPPPPPP… BIIIIIIIIIIII………

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¡Formamos nuestro laboratorio!… ¡Qué divertido!… Me llena el corazón de sonrisas el solo acordarme de aquello…

¡Formamos nuestro laboratorio!… Y en él se vendían rollos para máquinas fotográficas, papel fotográfico, ampolletas eléctricas y se revelaban los rollos y se hacían las copias. Pero no había espacio como para poder revelar los metros y metros de la película de 35 milímetros que usamos y siguen usándose para el cine…

Habíamos filmado casi todas las tomas de nuestra primera “ACTUALIDAD MAGALLÁNICA” y no encontrábamos dónde revelar el negativo, ni donde hacer el correspondiente trabajo de copia y revelado del positivo.

El hall de mi casa era enorme… Tenía en su alrededor paredes empapeladas con escenas de caza. Don Daniel, siempre con ese almorzar o de cenar, se echaba al hombro el “Mauser” que usaba los domingos para ir al Club de Tiro al Blanco y le decía a mi madre: “Mamma… ¡Me voy de caza!… Quiero traerte un ciervo para la cena de mañana!… “ Pero tropezaba en su paseo con mi cuñado Bruno Voulliéme que tenía una máxima: “Después de comer o cenar, cien pasos hay que dar!” Y los daba alrededor de la mesa que teníamos en el hall.

Todas estas escenas las podía resistir ese hall de nuestra casa en la Calle Roca, por su tamaño.

Le eché el ojo. Hice partícipe a Antonio de mi idea. Mandamos a construir unos tambores enormes en los que se podían enrollar las películas. ¡Dos tambores!… Pero, tanques para los productos químicos era imposible producirlos. ¡No importa… La imaginación suple todo!…

En uno de los azafates en que mi mamá preparaba un buen asado, nosotros preparamos un magnífico revelador para negativo. En otro, el fijador. Y como lavador de película, pues la tina del baño de mi casa, llenaba hasta el tope de fresco agua magallánica.

Y… ¡manos a la obra!…

La noche se había vestido de “boca de lobo”… Mi familia se había acostado… Ni la más leve lucesita asomaba por ninguna parte. Antonio Radonich sostenía el rollo virgen en una mano. Coriolano González, “el asesor musical”, recibía por el lado contrario la punta del rollo. Antes de llegar a la manos de éste, la película pasaba por entre mis manos, sumergidas hasta las muñecas en el bajo de negativo. Mi mano era el puente bajo el cual se deslizaba el film…

Coriolano González al recibir la punta la fijaba al tambor, que empezaba a hacer girar. ¡Rápida tenía que ser la operación para que no se pasara de tiempo el revelado… !… Una pasada… Luego la otra pasada hacia  el lado contrario,  esta vez recibiendo la punta Antonio, que la sujetaba al segundo tambor… Luego… quitar el revelador y… poner el fijador… ¡Y vuelta a hacer la misma operación!… Minutos calculados en la oscuridad, con el Jesús en la boca, temiendo que el negativo se revelara demasiado…

Pero al encenderse la luz del hall pudimos ver en el tambor nuestro negativo debidamente revelado… Traslado del negativo a la tina del baño… Inmersión durante una hora en agua limpia…  Luego a los secadores… Los mismos tambores de uno y otro lado, y lo que no cabía, colgado de los cordeles donde mi madre tendía de noche nuestros calcetines… ¡ Al día siguiente no ibamos a tener calcetines secos, pero sí película seca… ¡Y cómo… !.

Dieron las tres de la madrugada en el reloj de la Iglesia María Auxiliadora de la Plaza de Armas de Punta Arenas, cuando los tres mosqueteros del cine puntarenense terminaron su labor… ¡Allí queda enrollado… y… colgado el primer trabajo!…

¡Dos horas de sueño!… Me levanté. Aún era de noche… Enrollé lo revelado, lavado y secado horas antes, con la más enorme satisfacción en mi espíritu… ¡Todo estaba bueno!… Todo, menos el desaguisado que habíamos producido con los ácidos del revelador y del fijador en el linóleum del piso del hall…

Antes que nadie se levantara lo lavé, sequé y pulí… y nadie hubiera podido darse cuenta que, en aquella noche se escribió en esa habitación el primer capítulo de “Trabajos de laboratorio Cinematográfico en Punta Arenas”…

Mi pasar por las calles de Punta Arenas ese día era de triunfo…

¡Sacaba pecho!… Tenía un aire de sobrador con el que ni me aguantaba a mí mismo… En la oficina no quería ver ni atender a nadie…

Sólo pensaba en que llegara el mediodía, para, con Antonio Radonich, efectuar el copiado en positivo de lo revelado la noche inferior.

En la cámara oscura en nuestra copiadora, compañera de la filmadora, efectuamos la labor de copia… Y en la noche, al igual que la noche inferior, el revelado del positivo… ¡Extraordinario!

Ya teníamos el material para nuestro primer noticiario. Pegarlo… Ponerle los títulos… y…

¡Los títulos!… En la imprenta del diario “El Magallanes”, al tamaño mismo del periódico se hicieron los títulos que luego se fografiarían.

¡Ex LIBRIS MIREYA!… ¡Qué curioso… ! ¿Por qué está grabada esta sigla en mi mente?

La gran Gabriela Mistral, la directora de aquel entonces del Liceo de Niñas, editaba un libro de poemas en Punta Arenas… En la Imprenta “Magallanes”… Sus originales se confundieron “democráticamente” con nuestras leyendas cinematográficas, añadiendo a ellos un toque de espiritualidad que emanaba de aquello escrito por la genial poetisa… “Ex LIBRIS MIREYA”…  ¡Sus libros de entonces –quizás también los siguientes– llevaban esa sigla ! ! !

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Se fotografiaron los títulos …  se revelaron…  se copiaron… Se juntaron escenas con los títulos… y ¡Al cine Royal!

–“¡Déjeme aunque sea encima del plano… “ así gritaban los Barassi… Los Matetich… Los Depolo… Los Kuzmanich… Los Covacevich… y tantos y tantos que no pudieron entrar al estreno…

Hicimos dos noticiarios y así hicimos también, “técnicamente” dos comedias… “LOS PARAFINAS” o “MI NOCHE ALEGRE” y…

El asunto de “Los Parafinas” consistía en una noche de juerga. En una casa de alegre catadura y el galán y director de la película tenía que tomarse una buena dosis de fuerte líquido elemento. Queriendo ser del cine realista (1919) hizo que el elemento fuera “del bueno”… y se lo bebió. También con el efecto, según el guión, tenía que quedarse dormido y… soñar… Pues el “astro” se quedó dormido de verdad y la filmación tuvo que reiniciarse al día siguiente. La tranca pescada había sido de padre y señor mío… y no fue la primera… La primera…

La primera fue aquella noche… cuando se casó Marta… cuando corrí tras del coche enterrándome en el barro…  cuando me trajeron al interior para secarme… Sé que me dieron “Bohle” . . Nuestro ponche, pero con muchas frutas… Es decir, me dieron sólo las frutas…  Me gustaron tanto, pero tanto, que seguí comiéndolas, sin darme cuenta que estaban pasadas de alcohol… Me tuvieron que llevar a casa. Mi traje de cheviot azul había sido completando con una pechera y cuello de celuloide, muy en boga en aquel entonces… No bien recibí en la cara el golpe de aire fresco, el estómago no pudo resistir… Devolví… devolví y devolví… con su efecto de celuloide, buscó su salida, golpeó contra mi barbilla en el mismo momento que… una y otra vez… y… Una ducha limpió mi desastrosa presentación y refrescó mis pensamientos…  Sin embargo… me quedé dormido… ¡Quizás soñando con María… !

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El Astro de “Los Parafinas” se queda dormido y en su sueño adquiere la personalidad de Carlos Chaplín. Hace las cosas de éste, esas cosas que el más grande de todos los cómicos hacía entonces y que tanta alegría nos producían. Aún ahora en las televisiones del mundo la juventud goza con “aquellas cosas de Carlitos Chaplín”… Luego de mil aventuras, vuelve a la realidad, despertando de la juerga en que se había embarcado.

Esta producción sí que fue anunciada “a lo grande”: No hubo medio de publicidad del cual no se echó mano. Hasta en el Muelle de Pasajeros habíamos atravesado un lienzo con el título de nuestro film y la fecha del estreno…

¡Qué estradón!… Pero ¡qué fracaso… personal!…

Vigilaba yo la proyección desde la caseta del cine, donde Bravo, el operador, ponía su empeño en darle toda la luz imaginable a la pantalla, para que tuviera “un buen resultado el estreno nacional”.

–“Oye, viejo… ¿quién es ese tipo que está imitando a Carlitos Chaplín en la pantalla?… “ –Tragué saliva antes de contestar, para evitarme cualquier respuesta inconveniente…

“Yo… “ ¡Viejo, con esa cara de boxeador no me atrevería a meterme de actor de cine… ”

¡Palabras!… ¡DIVINAS PALABRAS! como ha dicho en su “divina” obra Don Ramón del Valle Inclán… ¡Divinas palabras pronunciadas sin querer y que servirían como escuela aceradas que se metían en las verijas de mi voluntad, cada vez que ésta flaqueaba en el duro batallar hacia la meta tantas veces soñada…

–“¿Cara de boxeador?… ¡Mira, Bravo, algún día… en este cine… tu mismo vas a proyectar una película en la que seré nada menos que astro cinematográfico de Hollywood… “

Es que Bravo no quiso ofenderme… ¡Lloraba amargamente!… Porque, aunque la película había sido un éxito de público, para mí, personalmente, fue… Bueno… No me encontraba pasta para artista de cine… Quizás más que todo no me encontraba pasta de “imitador”… Sin embargo…

Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el texto original.