Sobre los muertos, de Simón Vargas
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* Crítico y creador de Abreaccion.com, sitio de crítica de cine nacional e internacional.


La supuesta vida que imaginamos que empieza después de la muerte ha sido el punto central que articula muchos de los mitos en los cuales se han sostenido civilizaciones completas. Originando mitologías que difieren en sus modos y temas, pero pocas veces en el elemento central de lo que buscan explicar. Creer que pasa algo –lo que sea que esto sea– después de morirse, es una creencia que alimenta sistemas morales y que también define, en parte, lo que justamente puede hacerse antes de que eso nos suceda. Partiendo de esta base, Sobre los muertos se aproxima a una premisa conocida. Pero no por ello necesariamente anodina.

Alicia (Catalina González) y Damián (Nicolás Zárate) son una pareja que divaga erráticamente por los recovecos de una casona ubicada en un sector bastante frondoso del sur de Chile. Las vivencias que configuran su rutina nos parecen pueriles, exploratorias y circunstanciales, con excepción de las pistas que el director, en ese actuar azaroso, nos desperdiga en el relato. En ese sentido, la narración de los hechos justamente se vale de la dispersión flotante de los acontecimientos que lo componen.  Cuando la línea narrativa se diluye –cuestión que aquí sucede– aparece la encrucijada de si lo que estamos viendo es la sutileza del detalle o meros fragmentos deshilvanados.

Ahora bien, cuando el director se mueve con ese riesgo tambaleante entre la inconsistencia y la levedad, un elemento que le otorga densidad al film viene dado por el modo como construye el plano. Lo que tal vez nos habla de cierto desbalance entre las habilidades de Vargas de construir un relato desde el guión, versus sugerirlo con el encuadre que apuntalan sus operaciones formales. En este último punto, su cámara se nota depurada, vistosa y hábil en construir una experiencia enrarecida para los personajes, pero reposadamente contemplativa para el espectador. Vargas vuelve interesante y torna necesaria la atmósfera de la región y los paisajes en los que toman lugar los hechos. De hecho, la articulación armonizada entre los parajes boscosos y la omnipotencia caudalosa de las cuencas no sólo armonizan, sino que entran en sintonía con lo que vemos en pantalla: la síntesis entre la tranquilidad desoladora de una casona en medio de la nada junto con la voracidad oculta de una naturaleza expectante y observadora.

En este sentido, Sobre los muertos articula un relato que se vuelve un estudio concienzudo sobre la hipótesis arquetípica del limbo, esa tierra de nadie en la que muy pocas veces nos detenemos a pensarle sus peculiaridades. Mientras que en otros momentos se acerca a sintetizar la fascinante consternación que aparece, por ejemplo, en la manera que los anglosajones tienen de nombrar ese momento/lugar el más allá: hereafter, literalmente, lo que sucede aquí mismo pero después. Desde esa perspectiva, Vargas da el tono con la atmósfera, pero quizá tropieza a ratos con un guión tal vez más empeñado en la economía narrativa que en la dosificación de los detalles. Situación que se constata más en el primer tramo y que, afortunadamente, logra resolver con las contextualizaciones que supone el archivo, las referencias históricas a la historia sísmica de Valdivia y una comedida y verosímil interpretación de Daniel Antivilo.

En suma, Sobre los muertos es un esfuerzo estilístico logrado, una depurada propuesta autoral de un director novel. Pero que se esfuerza por injertarle una trama muy laxa a una sensorialidad divagativa que, en este caso, se lee mejor desde sus atmósferas y sus metáforas.